Por Tamer Sarkis Fernández
Recientemente el Ministro israelí de Educación, Naftali Bennett, con su cara de ruso, o jázaro, o caucásico, tal vez turquemano, llamó al reconocimiento internacional de “la soberanía israelí sobre el Golán”. El askenazi añade nada menos que: “Las fronteras están cambiando diariamente. Siria ya no existe en tanto que Estado, así que ahora es el momento para esta iniciativa”. Ironías de la historia, Naftali comparte nombre con aquella tribu de ascendencia jacobita que, según los fabulados mapas antiguo-testamentarios, se habría asentado sobre el Golán y otros territorios cananeos septentrionales más o menos colindantes al territorio de Dan (tribu de Daniel). El paralelismo podrá ser considerado un dato ocioso por quienes ignoren el neo-mesianismo hoy al mando en la política israelí. Éste considera un requisito escatológico la judaización integral de las tierras anudadas bajo la mítica frontera del “reino de Israel y Judea”, o “Israel bíblico”. Asistimos a un preparativo de invocación en toda regla. Añádansele las consideraciones geopolíticas, acuíferas, extractivas u orográficas que se quiera.
Los sirios drusos, quienes componen
la mayoría poblacional golaní, formaron milicias contra el brazo armado del
neo-mesianismo, que, para esta campaña y por el momento, no es sobre todo la
Tsahal, sino las brigadas de al-Nusra. Los drusos de toda la Siria meridional
(ocupada o soberana) saben que su destino es el exterminio y la expulsión de
imponerse Jerusalén (y digo Jerusalén, aún más que Tel-Aviv). El Estado sirio
sabe, por su parte, que la “normalización” internacional del manejo israelí
sobre los Altos del Golán sofisticaría este territorio en su condición (ya
actual) de lanzadera por la demolición de la RAS y por su desguace de
facto en un puñado de órbitas político-territoriales.
Las auto-desveladoras palabras de
Naftali (en el sentido de imbricar el reclamo autoritativo israelí con un
contexto de supuesto resquebrajamiento sirio estatal) no dejan de constituir
toda un acta de confesión respecto de la lógica objetiva
(trocear/repoblar/subordinar) que inscribe la vorágine de movimientos
subjetivos más o menos coexistentes contra el Estado sirio y su Gobierno de
carácter popular. No en vano, las consecuencias de verdad, con
toda su proyección de alcances para la suerte de las colectividades humanas,
son producidas por las actuaciones materiales, más allá de la
representación mental que, sobre éstas, puedan hacerse sus actores. Más allá de
su voluntad y conciencia compartidas. Más allá de sus especulaciones, sus ilusiones, alucinaciones
y auto-engaños. En Iraq, décadas de maniobras hegemonistas han acabado por
poner en pie, cada día, a nuevas y honestas centurias de muyahidines, que
se enrolan en el Estado Islámico creyendo disponerse a vengar el genocidio
imperialista del Iraq sangrante y la humillación a su dignidad. Sólo que el
guión, alienado y centralizado, discurre por otros derroteros. No es exacto
decir que la realidad imperialista se produce más allá de las películas
mentales de los muyahidines y con independencia de éstas. Peor
aún: materializando como fuerza actuante su propia subjetividad enajenada,
estos parias forjan sus cadenas y sólo gracias a ellos pudiera el
neo-mesianismo tratar como a ganado porcino (goyiim) a todas las
naciones, pueblos y credos de la región.
Mientras todo esto ocurre, se
pone de moda entre sesudos conferenciantes (y conferenciantas) “occidentales” (o
adheridas) invocar “la prioridad de la lucha de clases sobre el juego
geopolítico”. No sé qué concepción de la lucha de clases tendrán estos señores.
¿Será “geopolítica” confrontar el plan imperialista de subyugar países, someter
su materialidad de fuerzas y riquezas, y sujetar sus clases, a nuevas
superestructuras institucionales “liberalizadas” o “islamizadas”, unas y otras
funcionales a la empresa de concentrar remesas de Valor con que poder amortizar
deudas?. ¿Acaso el imperialismo no se sirve, a estos fines, de clases
vehiculares en el interior de esos países? ¿No es el imperialismo, en sí, unas
clases? (burguesías financieras de capitalismo monopolista de Estado
políticamente organizadas en tanto que Superpotencia y, subsidiariamente, como
Potencias).
La descrita es la lucha
de clases configurativa de la contradicción principal caracterizadora de “nuestro”
periodo histórico, el periodo del Hegemonismo, que, justamente por la capacidad y
necesidad globales de proyección que ha consolidado para sí ese Patrón
de Patrones imperialistas, se desarrolla sobre un plano geopolítico.
Oponiéndose al Congreso Nacional Sirio, a su “ejército libre” y a las Potencias
y Superpotencia subyacentes, el proletariado sirio -el proletariado árabe- es
consciente de librar su lucha de clases contra MONSANTO y contra los
paniaguados locales que, sobre el terreno, tratan de implementar la enajenación
nacional siria en la esfera de Soberanía alimentaria. Lo mismo vale para las
telecomunicaciones sirias, su sistema bancario, su farmacéutica, su
petroquímica o su industria de tecnología sanitaria. ¿Qué clase son ustedes en
el concierto internacional y mediante qué flujos de enajenación de materialidad
es financiada esa clase a la que ustedes pertenecen, señores conferenciantes
“occidentales”?. ¿Porqué no dejan ustedes de minar, en nombre de “la lucha de
clases”, la solidaridad potencial que, con la lucha de clases de los países
oprimidos, pueda estar encendiéndose entre sectores demográficos imperialistas? Abandonen
su juego parasitario; dejen ustedes de barrer hacia casa.
Extraído de: Los Pueblos Hablan
Extraído de: Los Pueblos Hablan
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