Por Ceferino Maestú
Cuando aún sufría el vivo
recuerdo del asesinato de mi padre, por los moros de Franco, seguía preocupado
por todos aquellos problemas sociales y no solo políticos que habían provocado
cuanto sucedió.
Mi madre, mis hermanas y yo habíamos
encontrado amparo y refugio, con la familia de mis padres, en Vigo, donde bullía,
triunfalistamente, el conservadurismo reaccionario, que cerraba los ojos para
no saber, mientras que, en los caminos de la periferia seguían apareciendo,
tiradas, personas que habían sido asesinadas, sin piedad, para escarnio y
escarmiento de una posible oposición.
Cierto día, supe de un acto público
de los falangistas, en el cine Tamberlik, y fui, por curiosidad. Busqué un
sitio desde el que pudiera ver y oír, sin ser visto. Aquello me sorprendió
porque los oradores hablaban de Revolución, de Justicia Social. Y, al
reaccionar el público con aplausos, Jesús Suevos gritó: “En la Falange no queremos aplausos. Camaradas: ¡Arriba España!”.
Sinceramente, aquello fue un
revulsivo emocional para mis quince años y, después de pensarlo mucho, me metí
en el S.E.U. de Falange Española de las JONS, pensando, ingenuamente, que
aquello era una oposición a cuantas barbaridades estaban ocurriendo. Cuando
Paco Bravo llegó, pidiendo más voluntarios para la guerra y la Revolución, creí
que debía alistarme y me llevaron a la Bandera Legionaria de Lugo, en el frente
entre Asturias y León.
No tuve oportunidad alguna de
matar y me alegro. Hasta que, en Teverga, guardias civiles llegados de Oviedo,
creo que al mando del tristemente famoso Doval, organizaron el genocidio de
cientos de prisioneros para que los falangistas de nuestra Bandera los
acribillaran a balazos y luego los enterrasen en las trincheras de Trubia.
Cuando le tocó el turno a la
centuria en la que estaba mi jefe de escuadra, Francisco Moyan Rodríguez,
maestro de Pontevedra, que llevaba en su camisa las flechas yugadas y el escudo
de la Juventud de Acción Católica, nos reunió, y aún recuerdo sus palabras como
si las estuviera oyendo: “Yo no he venido
para asesinar y me voy”.
Los demás, con él, desaparecimos
y, al día siguiente, nos presentamos al jefe falangista de la Bandera (había
otro, el verdadero, un capitán del Ejército) y le reconocimos nuestra deserción.
Aquel hombre, Alejandro Arias-Salgado y Jaudenes, palma de plata de José
Antonio Primo de Rivera, nos dijo, sencillamente: “Si yo hubiera podido, habría hecho lo mismo”.
Francisco Mayan se fue a la
Academia de alféreces provisionales y lo mataron en Gandesa, durante la batalla
del Ebro. Yo pedí a mi madre que me reclamase, por menor de edad, y volví a
Vigo, desilusionado de aquella experiencia falangista. Los militares no se
fiaban de los soldados y utilizaban a los falangistas, militarizados, para la
práctica del terror y, al parecer, sin que nadie se opusiera a ello. Me refugié
en la religiosidad cristiana y cuando mi familia decidió trasladarse a Madrid,
me afilié a la Juventud de Acción Católica, donde había gente estupenda. Uno de
ellos me llevó hasta el Padre José María de Llanos y terminé colaborando con él
en el Secretariado de Ejercicios Espirituales.
Aquel jesuita creía que los jóvenes
falangistas aún podían hacer la Revolución y me convenció para que entrase en
una centuria del Frente de Juventudes y luego que fundase otra de
universitarios llamada “Iñigo de Loyola”.
Así, tuve que reasumir el
encuentro con aquellas antiguas convicciones y leí, pensé y defendí no lo que
estaba haciendo Franco sino lo que José Antonio Primo de Rivera había querido
hacer. Conocí, entonces, a falangistas extraordinarios como Narciso Perales,
palma de plata de José Antonio; Carlos Juan Ruíz de la Fuente, Secretario
nacional de la Vieja Guardia, y Patricio González de Canales, que había sido de
todo y bien, hasta del complot para matar a Franco, y a muchos más que no desmerecían
de ellos.
Patricio me pidió que entrase,
con él, en el Circulo Doctrinal José Antonio y les propuso que yo diera una
conferencia sobre Sindicalismo Falangista. En el gran salón del antiguo
Instituto Nacional de Previsión hablé a un público numeroso. Al final, no
muchos, se acercaron a darme la mano pero aún recuerdo el saludo de quien presumía
de falangista y era destacado dirigente del Sindicato franquista: “Todo eso es
muy bonito pero utópico”. Aquel falangista de Franco decía que no valía el
pensamiento del fundador de la Falange.
A varias personas que no habían
asistido, les mandé copias del texto y recibí respuestas diversas, entre otras,
las de:
- Raimundo Fernández Cuesta,
ex-secretario general de F.E. y de la F.E.T.
- Jesús Suevos, ex-jefe regional
de Galicia.
- José María de Llanos, jesuita.
- Narciso Perales Herrero, palma
de plata.
- José Molina Plata, subdirector
general de Prensa.
- Salvador Gay Martínez,
ingeniero naval.
- Diego Salas Pombo, procurador
en Cortes.
- Rodolfo Argamentaria,
Catedrático.
- Francisco Villena Villalain,
abogado.
- Jesús Fueyo Álvarez, director
del Instituto de Estudios Políticos…
Todos, en el año 1962, cuando aún
faltaba tiempo para que el Régimen de Franco se derrumbase. Prácticamente,
terminaron echándome del Circulo José Antonio e inicié un periodo de predicación
rebelde y de militancia social activa.
Ahora, a mis 88 años, sigo
pensando que el sistema capitalista y su régimen de relaciones laborales es
injusto y creo que hay algo que hacer. Ante la crisis económica, que ha
estallado en el año 2008, algunos gobiernos han pensado que hay que reformarlo.
Habrá que ver lo que hacen los políticos y los capitalistas mientras que los
mal llamados sindicatos obreros no tienen nada que decir, olvidando la historia
de las luchas sociales que pretendían provocar y aprovechar las crisis del
sistema, para un cambio radical.
Creo que es interesante releer lo
que dije en 1962 y una selección de cuanto unos y otros me contaron. Mi vida
importa poco pero tenía necesidad de contar, brevemente, como preámbulo, mi evolución
de rojo a falangista rojo, para terminar fracasado. A otros muchos también les ocurrió
como a mí. Así fue con:
- Manuel Mateo, ex-secretario de Organización
del Partido Comunista.
- Matorras, ex-secretario de las
Juventudes Comunistas.
- Matías Montero, militante de
las Juventudes Socialistas de Madrid.
- García Vara, dirigente de la
U.G.T. de Madrid.
- Juanito Orellana, sindicalista
comunista de Sevilla.
- Álvarez de Sotomayor,
secretario de la C.N.T. de Madrid.
Todos ellos y otros muchos, por igual, fueron rojos, rojos y luego falangistas rojos, con el abrazo de José Antonio Primo de Rivera. Los mataron a todos y, al menos, no vieron lo que vino después. Gracias por llegar hasta aquí.
Todos ellos y otros muchos, por igual, fueron rojos, rojos y luego falangistas rojos, con el abrazo de José Antonio Primo de Rivera. Los mataron a todos y, al menos, no vieron lo que vino después. Gracias por llegar hasta aquí.
Estamos siempre con la misma triste cantinela. (y perdonen la soberbia)
ResponderEliminarHemos escuchado tantos testimonios parecidos que ya se convierte en rabia desesperada.
En este país nuestro, tan clerical,tan feudal, tan reaccionario, heredado del medievo, cualquier buen patriota sabe que la revolución y el cambio de orden empieza desde la izquierda NO-liberal.
y hasta no "depurar" la nación como hicieron en Francia,Alemania,Rusia,Italia.... no se puede pasar a las filas del llamado Fascismo Rojo o Socialismo Nacional a no ser que estas estén previamente "purgadas" de oligarquía reaccionaria.
Entiendo que no es fácil. pero es que se han oído tantos y tantos testimonios ya. ( lease también los escritos de Ramiro Ledesma o los posteriores de José Cuadrado Costa sobre el fundador de las J.O.N.S. )
Esto lo saben perfectamente bien todos los Nazbol, los NR, los Nacionalistas Autónomos, los Nacional Sindicalistas y las extremas derechas anti-sistemas que estén al norte de los Pirineos.
El frente de Marie Le Pen se nutre de juventud trabajadora y estudiantil.
Los otros,los Oligarcas votan al pvto Sarkozy no hay que explicar más.
Saludos.