Por Álvaro Astray
Debido a la falta de formación
doctrinal, en amplios sectores de la “Tercera
Posición”, se ha defendido la cooperación entre clases como forma de
organizar la economía. Este objetivo choca frontalmente con la economía
propuesta por varias de estas ideologías, como el nacional-sindicalismo o el
fascismo. Con la excusa de la cooperación o armonización de las clases
sociales, se ofrece la victoria a la clase dominante, es decir, a la burguesía
capitalista. No se puede someter a toda la clase trabajadora con la excusa del
patriotismo, esto no es más que hacerle el juego a la derecha.
La lucha de clases es un hecho,
aunque no se debe aceptar que esta sea el motor de la Historia. Mientras en
mejor situación se encuentre la clase dominante, en peor situación se
encontrará la clase dominada, aunque esto por sí solo no haya sido lo que haya
movido el mundo, detrás hay muchos más factores –más o menos importantes-
complementarios. Admitir esto no te convierte en marxista. Simplemente hay que
reconocer la gran labor de Karl Marx en su análisis de del capitalismo, como ya
dijo en su día José Antonio Primo de Rivera (1), pero no coincidimos con él en
las soluciones que da frente al sistema imperante.
Si bien es cierto que durante el Ventennio fascista no se alcanzó el
socialismo al adoptarse como sistema el Corporativismo – donde existía una
cierta cooperación entre clases-, el propio Benito Mussolini decía en la
temprana fecha de 1933 que “el
Corporativismo es un punto de partida, no de llegada”.
Tras la traición de julio de 1943
de Pietro Badoglio y los monárquicos a Mussolini y al fascismo obrero, este se
ve liberado de todos sus pactos con la burguesía en los que se apoyó para
conseguir el Poder. Los fascistas volvieron a entonar el viejo canto de “¡Abajo
Badoglio!” (2) y recuperaron el programa revolucionario de 1919. El secretario
histórico del Partido Comunista de Italia, Palmiro Togliatti, ya reconoció el carácter
revolucionario del fascismo de primera hora y buscó una alianza con los
fascistas primigenios al escribir: “Nosotros,
comunistas, adoptamos el programa fascista de 1919, programa de paz, de
libertad y de defensa de los intereses obreros. Camisas Negras y Veteranos del
África, llamamos a ustedes para unirnos en este programa. Proclamamos que
estamos listos para combatir a su lado, Fascistas de la Vieja Guardia y
Juventud Fascista, para realizar el programa fascista de 1919” (3).
Parte del programa del 1919 era: “la promulgación de una ley de Estado que
sancione la jornada legal de ocho horas de trabajo para todos los trabajadores;
el salario mínimo; la participación de representantes de los trabajadores en el
funcionamiento técnico de la industria; y la administración de las industrias y
servicios públicos por las mismas organizaciones proletarias”
En 1943, Mussolini y sus fieles,
los representantes del fascismo proletario y auténtico (cabe destacar al excomunista
Nicola Bombacci o a Alessandro Pavolini), proclaman la República Social
Italiana. Es aquí cuando surge el experimento económico del fascismo
anticapitalista: la Socialización. Bajo esta forma económica “La gestión de
la empresa, ya sea del Estado o de la propiedad privada, queda socializada. En
ella toma parte directa el trabajo”.
Es decir, los productores, incluyendo aquí tanto a los trabajadores como al
empresario entendido como gestor y trabajador, no como un capitalista, son los
que deciden sobre el rumbo de la empresa, y la plusvalía es entregada los
trabajadores, no al empresario capitalista.
Alessandro Pavolini confesaría a
su amante, la actriz y diva Doris
Duranti lo siguiente: “el Fascismo en el
que creo…no existe todavía, (…) el otro día Mussolini ha dicho una cosa que a
muchos no ha gustado, pero a mí sí. Ha dicho que la cartilla de racionamiento
no será abolida ni siquiera tras la victoria, así los Agnelli y los Donegani,
comerán como sus obreros. Producir con la inteligencia o con las manos es lo
mismo, quien no produzca, no tendrá sitio en la Italia que estamos construyendo”.
El propio Mussolini ya avisó en
Milán poco antes de morir de la inutilidad e inconveniencia de pactar con la
burguesía: “(…) nuestro ideal es el
Estado de Trabajo. En este caso no puede haber duda: nosotros somos la clase
trabajadora en lucha por la vida y la muerte, contra el capitalismo. Somos los
revolucionarios en busca de un nuevo orden. Si esto es así, invocar ayuda de la
burguesía agitando el peligro rojo es un absurdo. El espantapájaros auténtico,
el verdadero peligro, la amenaza contra la que se lucha sin parar, viene de la
derecha. No nos interesa en nada tener a
la burguesía capitalista como aliada contra la amenaza del peligro rojo,
incluso en el mejor de los casos ésta sería una aliada infiel, que está
tratando de hacer que nosotros sirvamos a sus fines, como lo ha hecho más de
una vez con cierto éxito (…)”(4).
Es decir, en estas fechas, Mussolini rechaza cualquier pasado interclasista que
pudiera haber tenido.
En el nacional-sindicalismo
encontramos otra solución frente a la economía capitalista. En lugar de la
socialización, la sindicalización de la economía. En el nacional-sindicalismo,
son los trabajadores de la empresa organizados a través del sindicato
correspondiente, encuadrados en las diversas ramas productivas. En el sindicato
se encuadrarían todos los productores. Como leemos en el artículo “La empresa
nacional-sindicalista” de Fernando Roldán: “La
capitalización de la empresa se realizará a través de la aportación de los trabajadores
y de la parte de la plusvalía destinada a tal fin. Los trabajadores no sólo
poseerán los medios de producción y la plusvalía; también podrán votar y elegir
al congreso de administración, aprobar o rechazar balances y demás cuestiones
relacionadas con la gestión de la empresa, todo ello sin dejar de lado sus
obligaciones como trabajador.” (5) Jorge Garrido San Román afirma que la
plusvalía va directa al Sindicato, que se encarga de su gestión, pero que no
toda la plusvalía se repartiría entre los productores directamente, puesto que
esto podría producir una gran inflación. Parte de la plusvalía se reinvertiría
en bienes y servicios para los trabajadores.
Hemos analizado solo
superficialmente las propuestas de nacional-sindicalismo y fascismo frente al
trabajo asalariado y el capitalismo. En ambas podemos ver que no se busca la
cooperación entre clases, sino la creación de solo una clase, los productores.
Esto no significa que, como dicen falsamente los liberales, todos los
productores reciban la misma cantidad de dinero por su trabajo.
NOTAS:
(1) Conferencia del Círculo de la
Unión Mercantil (Madrid, 9-4-1935)
(2) Pietro Badoglio fue un militar
monárquico italiano, primeramente contrario al fascismo, pero que participó en
la política del Ventennio. Finalmente traiciona a Mussolini para rendirse a los
Aliados.
(3) Palmiro Togliatti, secretario del Partido Comunista Italiano, Manifiesto por la salvación de Italia y la
reconciliación del pueblo italiano, "Lo Stato Operario", nº 8,
1936.
(4) Milán, 22 de abril de 1945
(5) La empresa nacional-sindicalista, por Fernando Roldán
buen post te dejo mis dies
ResponderEliminar