sábado, 7 de febrero de 2015

LOS EFECTOS PERNICIOSOS DEL INTERÉS EN LA ECONOMÍA REAL



Por Jorge Garrido San Román


Hasta aquí hemos visto como el dinero, inserto en la dinámica capitalista, se convierte en un instrumento técnico más de ejercer el dominio, tal y como denunció José Antonio (ejemplificándolo de forma magistral en su discurso del 17-XI-35), pero conviene analizar con más detalle hasta qué punto la existencia de intereses en la economía resulta un problema más que otra cosa. Veamos por qué.

Para empezar hay algunos errores muy comunes sobre el interés que conviene aclarar. El primer error importante consiste en creer que los intereses sólo se pagan en los préstamos. Lo cierto es que en todo precio se paga un interés encubierto: el coste del capital (suele ser entorno al 50% del precio final, por lo que un sistema económico libre de intereses permitiría mantener el nivel de vida trabajando la mitad o bien trabajando lo mismo tener el doble de riqueza –siempre que sea capaz de asegurar la circulación monetaria).

También es un error creer que los intereses son iguales para todos, cuando lo cierto es que alrededor del 80% de la población paga más intereses de los que recibe, un 10% recibe ligeramente más, y tan sólo el otro 10% recibe casi todo lo que paga de más el 80% (datos de Alemania). Es el sistema de intereses lo que mantiene el proceso de concentración de la riqueza, con lo que hoy está claro que la plusvalía, cuyo origen está en la producción, se distribuye más en la fase de circulación de bienes y servicios –y cada vez en mayor medida en la del dinero-.

La especulación es la causa fundamental de que el volumen de dinero utilizado en el mundo para las transacciones sea hoy entre 15 y 20 veces mayor de lo realmente necesario para financiar el comercio internacional real.

Tampoco es cierto que las subidas salariales sean la principal causa de la inflación, pues el interés, como hemos visto, incide mucho más. No olvidemos tampoco que el Estado recurre muchas veces a la inflación para paliar sus deudas, pero a costa de ese 80% de la población que paga más de lo que recibe y que no puede invertir en valores resistentes a la inflación al mismo nivel que el 10% más rico.

Sólo el crecimiento económico exponencial logra que la mayor parte de la población soporte las deficiencias del sistema económico basado en el interés.

Ciertamente, el interés es el fundamento del actual sistema monetario, pero al mismo tiempo es también su mayor problema, ya que obliga a un crecimiento monetario de tipo exponencial. En efecto, el interés compuesto hace que el dinero se duplique a intervalos regulares (a un 1% se duplica en 72 años; a un 3% en 24; a un 6% en 12; a un 12% en 6; etc.) y eso hace matemáticamente imposible el pago continuado de intereses. ¿Cómo se soluciona esta evidente contradicción? Pues recurriendo a la injusticia social, a la expoliación de los países subdesarrollados, a la sobreexplotación de la naturaleza, a las guerras -que suponen negocios por un lado y por otro destrucción para poder volver a empezar-, a las crisis más o menos periódicas que sirven para reconducir una situación insostenible, etc.

Para acabar con todos esos problemas es necesario, pues, instaurar un nuevo sistema monetario libre de la servidumbre del interés pero que tenga otro mecanismo eficaz para garantizar la circulación monetaria y, al mismo tiempo, facilitar el intercambio de bienes y servicios, el ahorro y el préstamo algo que puede hacerse estableciendo una tasa de uso o de circulación al dinero

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