Por Jorge Garrido San Román
Hasta aquí
hemos visto como el dinero, inserto en la dinámica capitalista, se convierte en
un instrumento técnico más de ejercer el dominio, tal y como denunció José
Antonio (ejemplificándolo de forma magistral en su discurso del 17-XI-35), pero
conviene analizar con más detalle hasta qué punto la existencia de intereses en
la economía resulta un problema más que otra cosa. Veamos por qué.
Para empezar
hay algunos errores muy comunes sobre el interés que conviene aclarar. El
primer error importante consiste en creer que los intereses sólo se pagan en
los préstamos. Lo cierto es que en todo precio se paga un interés encubierto:
el coste del capital (suele ser entorno al 50% del precio final, por lo que un
sistema económico libre de intereses permitiría mantener el nivel de vida
trabajando la mitad o bien trabajando lo mismo tener el doble de riqueza
–siempre que sea capaz de asegurar la circulación monetaria).
También es un
error creer que los intereses son iguales para todos, cuando lo cierto es que
alrededor del 80% de la población paga más intereses de los que recibe, un 10%
recibe ligeramente más, y tan sólo el otro 10% recibe casi todo lo que paga de
más el 80% (datos de Alemania). Es el sistema de intereses lo que mantiene el
proceso de concentración de la riqueza, con lo que hoy está claro que la plusvalía,
cuyo origen está en la producción, se distribuye más en la fase de circulación
de bienes y servicios –y cada vez en mayor medida en la del dinero-.
La especulación
es la causa fundamental de que el volumen de dinero utilizado en el mundo para
las transacciones sea hoy entre 15 y 20 veces mayor de lo realmente necesario
para financiar el comercio internacional real.
Tampoco es
cierto que las subidas salariales sean la principal causa de la inflación, pues
el interés, como hemos visto, incide mucho más. No olvidemos tampoco que el Estado
recurre muchas veces a la inflación para paliar sus deudas, pero a costa de ese
80% de la población que paga más de lo que recibe y que no puede invertir en
valores resistentes a la inflación al mismo nivel que el 10% más rico.
Sólo el
crecimiento económico exponencial logra que la mayor parte de la población
soporte las deficiencias del sistema económico basado en el interés.
Ciertamente, el
interés es el fundamento del actual sistema monetario, pero al mismo tiempo es
también su mayor problema, ya que obliga a un crecimiento monetario de tipo
exponencial. En efecto, el interés compuesto hace que el dinero se duplique a
intervalos regulares (a un 1% se duplica en 72 años; a un 3% en 24; a un 6% en
12; a un 12% en 6; etc.) y eso hace matemáticamente imposible el pago
continuado de intereses. ¿Cómo se soluciona esta evidente contradicción? Pues
recurriendo a la injusticia social, a la expoliación de los países
subdesarrollados, a la sobreexplotación de la naturaleza, a las guerras -que
suponen negocios por un lado y por otro destrucción para poder volver a
empezar-, a las crisis más o menos periódicas que sirven para reconducir una
situación insostenible, etc.
Para acabar con
todos esos problemas es necesario, pues, instaurar un nuevo sistema monetario
libre de la servidumbre del interés pero que tenga otro mecanismo eficaz para
garantizar la circulación monetaria y, al mismo tiempo, facilitar el
intercambio de bienes y servicios, el ahorro y el préstamo algo que puede
hacerse estableciendo una tasa de uso o de circulación al dinero
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