Por Marcos Alonso
Que Ramiro Ledesma es un
personaje incómodo para la extrema derecha fascistizada es cosa bien sabida.
Los derechistas, que interpretaron somera, miope y torpemente el fascismo como
un eficaz método de represión violenta del marxismo, se topan con una figura
que escapa de cualquier modelo a seguir por el pensamiento burgués de corte
reaccionario. Uno de los aspectos que hacen del revolucionario sayagués
un enfant terrible para este sector es su relación con la
Iglesia católica. Dediquemos unas breves líneas referidas a esta cuestión para,
en la medida de lo posible, clarificar algunos aspectos.
Poco o nada podemos aludir al
sentimiento religioso de Ramiro Ledesma, fundamentalmente porque él mismo se
cuidó de borrar todo rastro de huella personal en su obra (literaria,
filosófica y política). Más allá de, según ciertas fuentes, ser monaguillo en
Torrefrades, no se le conoce vinculación alguna a la Iglesia. Volveremos sobre
la cuestión personal al final del escrito, cuando abordemos el momento de su
muerte.
Ledesma contempla a la Iglesia
católica como una institución más que no debe permanecer ajena al Estado, sino
subordinarse por completo a éste. Entronca esta idea con el panestatismo
hegeliano que el fundador del nacional-sindicalismo abraza con fervor. Ramiro
afirma exclamativo que no puede existir "¡Nada sobre el Estado!
Por tanto, ni la Iglesia, por muy católica y romana que sea." (1)
Es ésta la primera referencia clara a una aconfesionalidad rayando el laicismo
que, a su modo de ver, ha de predominar en la táctica nacional-sindicalista
para alcanzar el Nuevo Estado. En el número 15 de La Conquista del
Estado, Ramiro reitera la supremacía absoluta del Estado y tacha de "execrable" el
comportamiento de la Iglesia, a la que acusa de haber sido "muchos
años sostenedora y amparadora de todos los abusos y de todos los crímenes
contra la prosperidad y la pujanza del pueblo español", concluyendo
con una apelación al "ataque de frente a la Iglesia, si es
necesario" (2). Se observa ya con una nitidez incontestable el
tono violento con el que el nacional-sindicalismo tiene que tratar a toda
institución burguesa, sin ser exceptuada ninguna, por resultar nocivas para el
desarrollo de una doctrina y políticas novísimas, incompatibles con el
mantenimiento del status quo de agentes caducos y a menudo,
como señala Ledesma para el caso de la Iglesia, cargados con el peso de ser
culpables del deshonor de la Patria. Durante el período de publicación de la
revista JONS se produce un mutismo bastante notorio en
relación a las manifestaciones sobre la cuestión religiosa, siendo achacable
este hecho al acercamiento y posterior fusión con Falange Española, cuyo
ideario, mucho más tibio, enlazaba con un catolicismo intrínseco -comenzando
por el del jefe- difícil de compaginar con las declaraciones anticlericales
de La Conquista del Estado. No es hasta la publicación del Discurso
a las Juventudes de España cuando vuelve y con bastante fuerza, a
posarse el dedo acusador de Ramiro sobre la Iglesia. Tras asumir que la
religión católica tiene una innegable significación histórica en el caminar de
España desde su nacimiento, se apela a que los españoles dejen en la intimidad
de su hogar sus preocupaciones metafísicas y se pide "fe y credo
nacional, eficacia social para todo el pueblo", puesto que "la
revolución nacional es empresa a realizar como españoles y la vida católica es
cosa a cumplir como hombres". Después de dejar patente que ambos
ámbitos, religión y patriotismo, pertenecen a dimensiones totalmente
diferentes, Ledesma lanza la que tal vez sea su más célebre crítica a la
institución católica: "Hay muchas sospechas -y más que sospechas-
de que el patriotismo al calor de las Iglesias se adultera, debilita y carcome.
El yugo y las saetas, como emblema de lucha, sustituyen con ventaja a la cruz
para presidir las jornadas de la revolución nacional". (3) La última
llamada publicada a la independencia que debe existir entre la idea nacional y
la idea religiosa la realiza el zamorano en las páginas del semanario Nuestra
Revolución, pocos días antes del golpe de estado del general Franco, en
donde insta a "defender la espiritualidad católica [...] a cuerpo
libre", sin apelar a un sentimiento patriótico que poco o nada tiene
que ver con la religiosidad individual. (4)
Ledesma Ramos es hecho preso el 1
de agosto. Comparte cautiverio con el padre Villares, de quien nos llega el
testimonio asegurando que Ramiro, durante su estancia en la cárcel, "no
estaba obsesionado más que por el pensamiento religioso". Al parecer,
tras largas charlas con el sacerdote, el joven quedó "convencido" y
acudió presto a confesarse con el padre José Ignacio Marín, quien también se
encontraba privado de libertad en la prisión de Ventas. (5) Cuesta creer que
el "estoico" -en palabras del propio Villares- y
nietzscheano revolucionario abrazara la fe católica de manera tan contundente e
inmediata durante los últimos días de su vida; pensaremos, pues, en una mentira
piadosa del cura para salvar no tanto el alma de Ramiro como su imagen de cara
al gobierno franquista, cuyos caídos habían de haberlo sido no sólo por la
Patria sino también por Dios, de quien el mismo Ledesma dijo, casi vaticinando
lo que acaecería tras la guerra, que "está en todas partes y ya se
iba haciendo algo molesto".
Ramiro Ledesma fue, es y será una
figura irritante para todos los que se niegan a aceptar que la religión ha de
circunscribirse al ámbito privado de las personas y que ya nada tiene que decir
a la hora de marcar los pasos de la Patria. Fue molesto durante el franquismo,
período en el que fue escandalosamente silenciado y donde el cardenal Gomá
exigió la retirada de su Discurso a las Juventudes de España. El
Padre Teodoro Toni, censor y colaborador de Gomá, expresó que debía "quemarse
o, por lo menos, no tolerarse su reproducción de ninguna forma para no desunir
a los buenos". (6) Es molesto a día de hoy para aquellos que aún hoy
-siglo XXI, amigos- se aferran a la idea de una España unida de manera
indisociable al catolicismo y será molesto para todos aquellos que no
comprendan que sus creencias religiosas no pueden regir la vida pública.
Célebre es el dicho que dice que los españoles siempre andamos tras de los
curas, bien con un cirio o bien con una estaca. Ramiro imaginó un Estado en el
que los cirios adornaban las iglesias y las estacas repartían la tierra entre
quienes la labraban. Sírvanos a los jóvenes el ejemplo formidable de este
agnóstico combativo para saber trazar la ruta, iniciada el siglo pasado, que
nos lleve a las horas culminantes de la Historia en pos de una Patria liberada
y vigorosa, cargada de sentimiento social y nacional.
Notas:
(1) LCdE, nº 10,
16-V-1931
(2) LCdE, nº 15,
20-VI-1931
(3) Discurso a las
Juventudes de España
(4) Nuestra Revolución,
nº 1, 11-VII-1936
(5) Ramiro Ledesma Ramos,
Tomás Borrás
(6) ¿Fascismo o Estado
Católico? José Andrés-Gallego
Ramiro Ledesma Ramos era Hispanista y para ser hispanista se requiere ser católico o al menos filocatólico, y es que no puede ser de otra manera, ya que el Imperio Hispanico fue un Estado Confesional que confluyó con el catolicismo de donde salió la construcción de ciudades y del ideal nacido en 1479 junto a una Cruz y que uniría a blancos, e indios y haría como dirá Ledesma que ellos (los americanos) sean nosotros y que nosotros seamos ellos.
ResponderEliminarNo en vano esto lo sabia Ledesma que asistía por momentos a las reuniones de Ramiro de Maeztu, donde se habrá denotado el ideal católico de las Leyes de Indias y de unos hombres que con "La Utopia" de Tomas Moro constituyeron resguardos, ejidos y reducciones, en Ledesma no encontrareis el ideal de una Europa unida, ni mucho menos del paganismo nitzcheniano, no, les dejo este artículo al respecto: http://hispanismo.org/inmigracion/3179-una-heterodoxia-que-crece-por-felix-della-costa.html
Ledesma era un hombre que nunca creyó en los compromisos y decía lo que él creía sin concesiones, veamos citas al respecto de su relación con el católicismo:
"¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España. Pero quede bien claro que las JONS aceptan muy poco, se sienten muy poco solidarias de la actuación política de los partidos católicos que hoy existen en España. Viven éstos apartados de la realidad mundial, y al indicar como metas aceptables las conquistas y los equilibrios belgas, denuncian un empequeñecimiento intolerable de sus afanes propiamente nacionales, españoles." http://www.filosofia.org/hem/193/fas/elfas14a.htm
Seguro que Ledesma no era un ultramontano, no lo podía ser, sus criticas al catolicismo de seguro cobrarían más relevancia hoy en día ante una monarquía y una Iglesia traidoras de España cada día más masónicas y más judaizadas, pero él no era un anticatólico empedernido y contumaz, ni mucho menos un agnóstico, no lo podía ser, su conversión al final de su vida era la única consecuencia lógica de un hombre que iba a morir como un guerrero hispánico bajo las gualdas de un Imperio que no iba a ser y una raza que ya no era lo que fue.
Busquen en el número 1 de la revista "El Fascio" donde Ledesma Ramos señala los orígenes, las rutas y las metas de las JONS. ¿Qué vais a encontrar allí? Que Ramiro Ledesma afirma: "¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España..." (sic)
ResponderEliminarSaludos!
ANA NO DUERME
http://esperaeldia.blogspot.com.ar/
El Imperio Español, Las Españas, fue posible a pesar de la iglesia católica o papado. Mejor nos hubiera ido, si Carlos I se hubiera proclamado Cabeza de la Iglesia del Imperio. En pleno siglo XXI defender el catolicismo, con Francisco en el Vaticano, es mover una fuerza averiada.
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