Por Carlos Martínez-Cava
Gerardo Salvador Merino. Ninguna
calle le recuerda. Ninguna plaza. Ningún Centro de Estudios. Ningún libro sobre
él. Pero si hubo un falangismo rebelde tras la Guerra Civil, juramentado a
realizar la Revolución, Gerardo Salvador Merino ocupa un lugar de honor en esa
memoria.
De lejos viene el equívoco
malintencionado de identificar Falange con Franquismo. Muy desconocida es la
historia para el común del pueblo español de todos cuantos, desde el mismo
instante de la anunciada unificación con los carlistas en 1937, se rebelaron
abierta o calladamente contra lo que sabían desvirtuaba el fin último de
Falange Española: la construcción de un Estado Sindical, de un Orden Nuevo
ajeno al capitalismo y al marxismo. No sólo las balas marxistas trataron de
acallar ese movimiento político. También, desde la derecha, desde intereses de
un capital que no se plegaba o de un viejo orden confesional que no renunciaba
a tener un papel protagonista, se tejieron toda suerte de oposiciones a la
misión que los seguidores de José Antonio, Ramiro y Onésimo querían ofrecer a
España.
No sería posible empezar a hablar
de Gerardo Salvador Merino sin referirse a todos esos falangistas en la
oposición o “falangistas contra
Franco” que autores como Gustavo Morales o Erik Norling ha
retratado en tan arriesgados como valientes ensayos políticos. A ellos dejo mi
tributo de respeto en esta exposición. A sus años de cárcel, de silencio, de
desaliento o de renuncia. Desde Hedilla, Ridruejo, Laín y Tovar hasta Ceferino
Maestú y Sigfrido Hillers. A todos cuantos siguieron buscando una polar de
justicia y libertad.
¿Quién fue Gerardo Salvador Merino? ¿Por qué le cesa
Raimundo Fernández Cuesta como Jefe Provincial de La Coruña tras organizar un
acto con 14.000 trabajadores y falangistas en 1938 en la Plaza de Toros
de La Coruña junto al General Yagüe? ¿Cómo fue posible que, en 1940, en pleno
Paseo de la Castellana se organizara un desfile de trabajadores -como no se
veía desde tiempos de la República- prendidos de fervor nacional-sindicalista?
¿Por qué le organizaron una feroz campaña de persecución desde el propio
aparato franquista para detener, como fuera, su revolucionaria trayectoria? ¿A
quién no le interesaba Salvador Merino?
¿Estamos ante un “maldito”? Podríamos decir que sí.
Un “maldito” para unos y para otros. Para aquellas izquierdas que no le reconocerán
mérito alguno, y para aquellas derechas que tanto hicieron para descabalgarle
de su responsabilidad como Delegado Nacional de Sindicatos
Hay momentos en la Historia en
que todo parece posible. Ocasiones en que, ventanas de oportunidad, se abren
para ofrecernos otro futuro radicalmente distinto. Aquellos años trágicos de la
Guerra Civil española abrieron esa ventana dentro de ése segundo episodio de
Guerra Civil Europea que comenzó en 1939. Sobre esa ella estuvo Gerardo.
Gerardo Salvador Merino era de
Palencia. Nacido en 1910 en Herrera de Pisuerga (localidad de la que también
era José Antonio Girón de Velasco). Su juventud estuvo marcada por una
militancia en el ala más radical del PSOE. Ello no obstante, ese partido
asesinó a su madre, en mayo de 1933, y trataron de atentar, igualmente, contra
la vida de su padre, militante de la CEDA, lo que le desvinculó claramente del
partido de Pablo Iglesias.
En Madrid, frecuentó las
tertulias del Café Lyon, donde conoció a José Antonio, de quien quedó –como gran
parte de la juventud de España de entonces- cautivado y no tardo en
incorporarse a Falange Española trabajando por acentuar la faz más social de
este emergente movimiento político.
Estudiante de Derecho, se hizo
Notario obteniendo una plaza en Puentes de García Rodríguez en La Coruña en 1935.
En la Guerra Civil combatió en el frente asturiano. Es el propio Manuel Hedilla
quien le nombra, en 1938, convaleciente de sus heridas de guerra, Jefe
Provincial de FE JONS de la Coruña y en sustitución de Gerardo Álvarez de
Sotomayor.
Para contemplar la obra de
edificación de Gerardo Salvador Merino habría que retroceder a Junio de 1934
cuando se ponen en marcha las primeras CONS (en los sectores de
Industrias Gráficas, Hostelería y Metalurgia), sabedoras de que debía ser un
sindicato horizontal para competir con los existentes hasta que pudiera
edificarse el Estado Sindical. Su labor de proyectos mutualistas y bolsas de
trabajo pronto despertó los recelos del marxismo y causo los primeros mártires
a la Falange.
La idea era cristalina. Y José
Luis de Arrese, en su obra escrita en 1936, la dejo expuesta:
“Si queremos que el español se vuelque con nosotros, si queremos que nos
siga plena y totalmente con todo el peso de su empuje, que ya sabemos es
arrollador, tenemos que darle la revolución que pide, es decir, la revolución
salida del alma popular, no la revolución extranjera ni la revolución a medias,
sino la revolución total y nacional. […]
¿A qué la idea liberal de expulsar al obrero (con el salario) de los derechos
que le corresponden en los beneficios? Cada fábrica, cada industria, cada
comercio, es una sociedad de productores en la que cada uno pone la aportación
personal de su trabajo. Luego la organización social y sindical en ellos debe
ser la de una serie de sociedades formadas por los patronos, técnicos y obreros
que trabajan en una misma empresa y en la que todos son socios productores de
la ganancia, y, por tanto, todos deben intervenir en la empresa y todos deben
ser partícipes de los beneficios”.
Tras las elecciones de febrero de
1936 los sindicatos falangistas fueron puestos fuera de la ley y sus locales
cerrados. Al estallar la Guerra, en la zona nacional, las CONS experimentaron
un crecimiento sin precedentes con afiliaciones masivas.
En diciembre de 1936 se creó la
CENS, organización empresarial en Zaragoza, con el objetivo de unificarse en un
futuro estado nacional sindicalista. Aunque ya, desde un primer momento, esa
clase empresarial en su conjunto no terminaba de ver con satisfacción el modelo
sindical falangista. Ese malestar creció con la unificación decretada en 1937.
Las tensiones dentro del régimen
crecieron y, tras la publicación del Fuero del Trabajo, se nombra a Pedro González
Bueno como Ministro de Acción y Organización Sindical el 30 de enero de
1938, cargo que ostentó hasta el 9 de agosto de 1939. Se buscaba crear ya
un sindicalismo lejos de la intención totalizadora de Falange. De hecho, la ley
de bases de la Organización Nacional Sindicalista presentada a Consejo de ministros
el 1 de junio de 1939 fue rechazada por el Consejo Nacional y posteriormente
por el Consejo de Ministros por pretender que la futura organización sindical
quedara fuera del alcance de FET de las JONS.
Es ahí donde la figura de Gerardo
Salvador Merino emerge como Delegado Nacional de Sindicatos. El 29 de
septiembre de 1939 firma el Decreto por el cual se transferían a la Delegación
Nacional de Sindicatos todos los bienes que habían sido incautados a los
sindicatos de izquierda, unificándose así todo un patrimonio sindical.
Su primera tarea fue redactar la
herramienta legal que permitiera edificar el Estado Sindical: la Ley de Unidad
Sindical que vio la luz el 26 de enero de 1940. Marcada por los principios de
“Unidad, Totalidad y Jerarquía” llevaba el sello inequívoco de Salvador Merino.
Instauraba, la triple condición económica, social y asistencial que la
caracterizaría y que, en la idea de Gerardo debía abrir las puertas a la dirección económica de la política
económica del Régimen por parte de la Organización Sindical mediante los
Sindicatos Nacionales. Este, y no otro, fue el motivo de la
defenestración de Gerardo Salvador Merino.
Todo el desarrollo estructural de
la Organización Sindical Española se acomete tras su cese bajo la dirección de
Fermín Sanz Orrio a partir de 18 de diciembre de 1941 y tras un breve
interregno de Manuel Valdés Larrañaga.
Antes de ello, y antes de esa
sindicación obligatoria, Gerardo Salvador Merino propugnaba a través del
Servicio de Prensa y Propaganda Sindical, una labor que, hoy, no podríamos
calificar sino de puro gramscismo cultural. Así leíamos:
“Ir formando, pertinaz y sistemáticamente, un estado de convicción
doctrinal colectiva, que permita la atracción espontánea y sincera de las masas
aún no incorporadas a los sindicatos (…) Nuestra labor propagadora no puede ser
una loa sistemática de un orden cuyas ventajas materiales todavía estamos lejos
de sentir, sino que ha de entrañar una misión educativa, casi docente, y ha de
tener, como fin esencial, la creación de una verdadera conciencia sindicalista,
de un cuerpo de convicciones cuyas normas básicas han de ser la imposición, por
sugestión y por convencimiento, de un espíritu de comunidad, de disciplina y de
servicio, sin el cual toda tarea seriamente revolucionaria es inútil”
Fruto de esa voluntad de
pedagogía nace el Diario PUEBLO. A través de él, Salvador Merino difundía la
idea de convertir la Organización Sindical en el gran factor ordenador de la
economía social del Estado. Pero
todo ello, ante el cambio del sentido de la II Guerra Mundial y la desconfianza
continua de los empresarios, provocó que Franco fuera pusiendo cortapisas a la
autoridad del Delegado Nacional de Sindicatos. Ello se hizo visible nombrando a
empresarios como jefes de los sindicatos nacionales, arrebatando de las manos
de la Organización Sindical las competencias en materia de reglamentación
laboral y suprimiendo todos los intentos de crear un Banco Sindical como fuente
de financiación.
Llegamos al punto en que Gerardo
Salvador Merino, para la plasmación de la realización del Estado Sindical,
busca hacerse con el Ministerio de la Gobernación y con la Secretaria general
de FET y de las JONS (razón por la que rechazó la cartera de Trabajo). Si lo
hubiera logrado, se habría convertido en el hombre más poderoso del Régimen,
después de Franco, concentrando bajo su único mando la dirección del partido y
la organización sindical con capacidad –como él buscaba- para organizar
económicamente el Estado.
Todo comienza a torcerse con el
nombramiento de Girón como Ministro de Trabajo y de Arrese como Secretario
General del Movimiento el 20 de mayo de 1941. Su anuncio en Junio de 1941, en
el II Consejo Sindical de FET y de las JONS de acometer una ofensiva contra los
privilegios de algunas entidades patronales, tanto industriales como agrarias,
que habían evitado hasta la fecha incorporarse a la OSE desde la aprobación de
la Ley de Unidad Sindical, le colocó como enemigo de esa patronal adversa al
falangismo.
Su relación con la Alemania
Nacional Socialista fue la espoleta que se utilizó para arbitrar una de las más
vergonzosas historias de defenestración política que se conocen en la España
del siglo XX.
En mayo de 1.941, Salvador Merino
viaja a Alemania para conocer la organización y logros del Frente Alemán del
Trabajo. Allí se reúne con Goebbels, Ley, Funk y Ribbentrop. La Historia nos habla
de una trama para introducir a España en la Segunda Guerra Mundial forzando la
toma de Gibraltar y provocando un cambio en la dirección suprema del Estado
Español donde Muñoz Grandes, Yagüe y Salvador Merino ocuparían los puestos más
señalados para que, en España, esa Revolución Social y Nacional pudiera
llevarse a cabo sin trabas.
No es difícil imaginar cómo se
desataron los acontecimientos ante esa visita a Alemania por parte de los
enemigos de Salvador Merino. Según un informe sin fecha, en julio de 1941 se
conocía que se había presentado una denuncia por el Teniente General Andrés
Saliquet contra Gerardo Salvador Merino por pertenencia a la masonería. Se le
abre un primer expediente el 23 de julio de 1941 y es apartado de su puesto y
cesado oficialmente el 13 de septiembre de ese mismo año. La condena no se hizo
esperar: 12 años de prisión, confinamiento en las Islas Baleares y expulsión de
FET y de las JONS con inhabilitación para cargos públicos. Aunque indultado
tiempo después, desapareció de la vida política y ocupó el cargo de Director
Gerente de Motor Ibérica hasta su muerte en 1971.
De aquél proceso por supuesta
pertenencia a la masonería nos queda el estudio que Francisco Sevillano realizó
sobre el caso. ¿A quién reforzó y convenía el proceso contra Salvador Merino?
Indudablemente, además de a sus enemigos (capital, Iglesia y facciones
anglófilas) a José Antonio Girón y a José Luis de Arrese que salieron
reforzados.
Mientras Salvador Merino
preparaba su boda con la catalana María Fermina Cordech de Sentmenant , en cuya
repatriación había intervenido el socialista francés Leon Blum, Franco le dijo
a José Luis de Arrese al comentarle la denuncia contra el Delegado Nacional de
Sindicatos: “Ahora no se
atreverá usted a defender a Gerardo Salvador”. El Consejo de
Ministros que tuvo lugar no fue menos lúgubre: Girón fue partidario de fusilar
a Salvador Merino, Franco le dijo a Serrano Suñer: “Mira que Merino es un tipo de cuidado, se le
ve el mandil”.
Salvador Merino, en esas fechas,
estaba de viaje de novios en Mallorca. El 5 de Agosto de 1941 se la hace
regresar en un Junker a Madrid. Se le leen los cargos y Salvador Merino pide
poder contestar a ellos por escrito. Niega toda pertenencia a la masonería y
pone al descubierto la estrategia desatada contra él en los siguientes
términos: “He aquí descubierto
ya el procedimiento según el cual para que cesen las personas cuya presencia en
determinados cargos molesta o perjudica a conocidos y ciertos enemigos se ha
encontrado felizmente que no permanecerá en el mismo más tiempo del preciso
para hacer una falsificación”.
De nada sirvió que esgrimiera su
afiliación a Falange desde comienzos de 1934, su trayectoria falangista durante
la guerra. El mismo denuncia y señala al enemigo: “Los viejos mantenedores de tinglados más o menos aparatosos en lo
económico-social y a los presidentes de los grandes Trusts industriales y
comerciales más conocidos e importantes. A todos ellos no les resultaba grata
la actuación de la Delegación Nacional de Sindicatos”.
Lo que estaba en juego no era la
pertenencia a la masonería de Gerardo Salvador Merino, sino la realización o no
del Estado Sindical y de la Revolución Social.
La voz de Gerardo Salvador Merino
se alza nuevamente: “Si una voz
enemiga y masónica lanza su baba traidora sobre cualquiera de vosotros en el
futuro, que por este camino que andamos puede ser próximo, ¿qué haríais
entonces? ¿Bastará para vuestro relevo al servicio de España que la infamia
llegue al Tribunal Especial? ¿Residirán en él, de aquí en adelante, poderes que
solo deben atribuirse al Jefe del Estado?”.
No es difícil determinar que ese
Tribunal Especial actuó como una suerte de Inquisición moderna contra todo tipo
de disidentes. Salvador Merino fue su presa más cobrada y codiciada.
El 23 de octubre de 1941 se
conoce la Sentencia. Se dijo que Salvador Merino había sido propuesto como
hermano masón por la Gran Logia Regional del Centro para ser iniciado en la
Logia Nomos de Madrid. Conclusión: 12 años de confinamiento, separación de
todos sus cargos e inhabilitación para pertenecer a cualquier puesto público.
Poco importó que todo fuese un
montaje urdido. La pieza a cobrar era Merino.
Lo que vino después ya lo
conocemos y ya lo anunció el mismo José Antonio desde la cárcel de Alicante
cuando predijo ese movimiento militar orlado, para mayor escarnio, con camisas
azules.
La Revolución quedó pendiente. El
II Congreso Sindical conto ya con la presencia del nuevo Secretario General José
Luis de Arrese y concluye con una amplia disminución del papel y competencias
de los Sindicatos. El enemigo interno y externo había logrado su objetivo.
“Lo que aquí se ventila no es un problema personal mío; ni tampoco un
problema de depuración de un mando político. Lo que aquí se ventila es nada
menos que la existencia y la virtualidad política de la Falange”
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