Por Gustavo Bueno
Lo
cierto es que la Segunda Guerra Mundial, que Alemania había comenzado como
fase preparatoria de su proyecto europeo, terminó con la destrucción de la
Alemania nazi y, por tanto, de ese su proyecto europeo. Pero no por ello
terminó todo proyecto de unidad europea. Uno nuevo iba a conformarse
inmediatamente después de acabar la Segunda Guerra Universal. Sólo que este
proyecto, determinado en gran medida por la presencia de la Unión Soviética a
todo lo largo de la frontera Este europea (la que Churchill llamaría el «telón
de acero»), se desencadenó principalmente a consecuencia de una iniciativa de
los Estados Unidos de América.
Se
trataba, en efecto, de un proyecto europeo (o de un embrión de un proyecto
europeísta) que, hasta cierto punto, podría considerarse la contrafigura del
proyecto geopolítico nazi; por lo menos, la «Óptica aérea» de la OTAN
constituye una contrafigura de la «Óptica
terrestre y naval» de los geopolíticos nazis. En dos palabras, era preciso reconstruir estratégicamente a Europa
como una muralla imprescindible para frenar el «oleaje imperialista» impulsado
por el comunismo de la Unión Soviética. El punto de arranque fue,
en efecto, la conferencia que el General Marshall pronunció en Harvard el 5 de
julio de 1947: «no sería bueno que EE UU emprendiera la reconstrucción europea.
Debería hacerlo la propia Europa». Sin embargo, fue el llamado «Plan Marshall»
el que puso en marcha la «re-construcción». El plan de reconstrucción
implicaba, de hecho, una «globalización» de Europa -de la Europa dividida por
las Guerras Mundiales-, una «globalización» realizada desde el exterior
(también la globalización de Hispania había siclo realizada originariamente
por Roma). Una globalización «interiorizada» inmediatamente en el mismo proceso
de la administración, distribución y ejecución del plan de reconstrucción
europea.
Ahora
bien: que la UE haya nacido bajo la protección de EE UU frente a la URSS no
quiere decir que Europa no pueda comenzar a representar también el papel, no
sólo de un aliado, sino de un poder competidor suyo (sobre todo una vez
producida la crisis de la Unión Soviética). Un poder competidor que EEUU verá
con recelo creciente y que le moverá, en su momento, a apoyar a Rusia contra
Alemania, siempre que aquélla se mantenga dentro de ciertos límites [1]. En
cualquier caso, las conexiones de la UE (ante todo, de la Unión Europea
Occidental) con la Alianza Atlántica quedarían firmemente establecidas en
Maastricht. Las fórmulas utilizadas en la Declaración I son muy significativas,
entre otras cosas, por el recurso que ellas hacen a las Ideas de identidad y
de Solidaridad: «Los Estados miembros de la UEO coinciden en la
necesidad de desarrollar una genuina identidad europea de seguridad y defensa y
asumir una mayor responsabilidad europea en materia de defensa... la UEO
formará parte integrante del proceso de desarrollo de la Unión Europea e
incrementará su contribución a la solidaridad dentro de la Alianza Atlántica». Los
acontecimientos de Yugoslavia, durante el último año del siglo, dan la medida
de hasta qué punto son los intereses de los EEUU, a través de la OTAN, más que
los intereses de la Unión Europea, los que llevan al «control de la paz»,
después de excitado el polvorín, en el territorio europeo; es el sueño de EEUU,
el de poder desempeñar el papel de un país en paz y en prosperidad que se ve
obligado a intervenir para que los disturbios salvajes de la vieja Europa
puedan ser sofocados, dando salida de hecho a sus armas y a un futuro «plan
Marshall» de reconstrucción yugoslava. Es decir, sin perjuicio de la eventual
creación de una fuerza militar o ejército de «identidad europea» la conexión
con la OTAN queda garantizada en nombre de la «solidaridad». Pero
sobrentendemos que una solidaridad, en sentido pleno, sólo tiene realidad
cuando se establece frente a terceros; y estos terceros se sitúan
aproximadamente hacia la misma dirección en la que se situaban las potencias
enemigas cuando acabó la Guerra: son los «terceros asiáticos» (contados acaso a
partir de los Urales: China y Japón) y, por supuesto, los «terceros
musulmanes».
Nota de Pueblo Indómito:
[1] Gustavo
Bueno ya apuntaba en 1999 que EEUU fomentaría a la Rusia debilitada contra los
poderes europeos mientras esta se mantuviera en unos márgenes. Hoy en día, con
la reconstrucción nacional rusa y su refortalecimiento –una vez superada la
crisis de la disolución de la URSS-, EEUU está haciendo justo lo contrario,
apoyar a países que puedan debilitar los intereses rusos.
Extraído de su obra España frente a Europa (1999)
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