Por Orazio Maria Gnerre
Desde hace años, en determinados círculos, ha sido
impulsado el presupuesto de la necesaria superación de las categorías políticas
pre-existentes en favor de una nueva definición. En cuanto necesidad histórica
es fundamental comprender su naturaleza estructural, para tomar conciencia del
nuevo contexto político en el que tendremos que posicionarnos, elegir el campo
y determinar el alcance de la batalla.
Tal presupuesto identifica en la época de la política
posmoderna, la actual fase posdemocrática, el agotamiento terminológico y
narrativo de las categorías de posicionamiento tales como derecha e izquierda,
y la oportunidad de formular un paradigma político actual, que sepa proponer
una línea teórica además de trazar un recorrido estratégico por uno de los dos
polos del nuevo antagonismo político.
Los acontecimientos del Euromaidán, la anexión de
Crimea al territorio de la Federación Rusa y la declaración de independencia
del Donbass, seguida por la fundación de la entidad estatal en formación de la
Nueva Rusia, han puesto de manifiesto esta necesidad, en particular gracias a
la vacía charla de ciertos representantes culturales de las más dispares
filiaciones políticas, los cuales rápidamente han demostrado cómo sus tesis
estaban privadas de fundamento, vaciándolas incluso de sus propios principios
en función de la estéril conservación de formas políticas y estratégicas
obsoletas.
Es oportuno señalar cómo nuestra batalla, en función
de la constitución de un nuevo paradigma político, inserto dentro de una nueva
polarización, es eminente narrativa. Nuestra guerra se libra en el frente del
significado. Nuestra tarea será levantar los antiguos estandartes arrugados y
dejados en el pudridero del barro del campo de batalla ya abandonado, para
darles nuevo lustre y renovado vigor.
Hacia un nuevo horizonte de conflicto
Ponemos el agotamiento de la polarización
derecha-izquierda en función de la bien fundada, y contextualmente evidente
oposición entre tendencias comunitarias y (neo) liberales, como el punto de
partida de nuestra discusión. Este es el reconocimiento principal para entender
el tiempo presente y formular una teoría política coherente que lleve adelante
históricamente los principios políticos de todo sujeto que esté interesado en
participar en el nuevo conflicto político.
Es dentro de este sistema de oposición donde deben ser
colocadas las viejas narraciones políticas, con especial atención a los
principios que las fundaron. Es importante establecer cómo en el sector
comunitario, y también en el liberal, convergen cada día diferentes identidades
políticas, caracterizadas a menudo por historias profundamente diferentes, por
luchas (teóricas o materiales) por el control exclusivo de ciertos sectores
estratégicos (narrativos o físicos).
El principal problema para los que se identifican con
el ámbito comunitarista es la falta de aquella cohesión que, por el contrario,
es típica del campo liberal, el cual, gracias también a su propia concepción
fundante del mundo basada en el predominio del concepto de valor en su
manifestación tangible de forma-mercancía, logra garantizarse una reformulación
más rápida de la propia identidad en función del puro interés. Por contra, el
ámbito comunitarista todavía no se reconoce a sí mismo como tal. La búsqueda de
visiones del mundo, si no análogas seguramente compatibles, no ha llevado a
todos aquellos representantes de las diferentes narrativas que deberían, con
conocimiento de causa, encontrarse en el terreno común del comunitarismo, al
reconocimiento del nuevo horizonte político. En el mejor de los casos,
determinados grupos que forman parte de estos sectores han emprendido un
necesario camino de vanguardia teórica dirigido al reconocimiento de la
necesidad histórica, por desgracia viajando de forma paralela hacia los mismos
objetivos. En estas condiciones la batalla estratégica se podría perder, y el
riesgo es el logro histórico del Absoluto neoliberal. No podemos permitir que
esto suceda.
Es en este sentido que la formulación de un nuevo
paradigma político se hace necesaria para el polo comunitarista, en tanto en
cuanto el neoliberalismo ha encontrado su propia identificación en la
proposición de la realización del Capitalismo Absoluto. Esta teoría política
debe, sobre todo, permitir identificarse con ella a todos los que pertenezcan a
una identidad política sustancialmente comunitaria. La tarea de la nueva teoría
política es por lo tanto sustancialmente inclusiva, permitiendo la realización
de múltiples narraciones sustancialmente comunitarias en un único absoluto.
Para ello, es necesario declarar una guerra abierta al lenguaje, prisión del
sentido, a través de su reformulación y de la demostración experiencial
estética. El Capitalismo Absoluto es quien primero ha reformulado el lenguaje
en sentido consumista y mercantilizante, después de haberse impuesto
experiencialmente gracias al salvajismo desatado en el perfil antropológico del
hombre-consumidor. Aunque el Capitalismo Absoluto esté por delante respecto al
frente comunitario, en relación al encuadramiento de la necesidad histórica y
de la conquista de las almas a través de la demostración experiencial de la
propia magnificencia, y de la colonización del imaginario colectivo a través de
la creación/manipulación del lenguaje, también ha descendido varios peldaños
hacia su tumba, avanzando hacia su agotamiento histórico.
Al pragmatismo absoluto de los intereses neoliberales,
manifestado hoy en la forma del Capitalismo Absoluto, el Capital en su fase
virtual e ideal, es necesario contraponer por lo tanto la consustanciación de
las narraciones históricas comunitarias dentro del nuevo paradigma político. El
terreno común en este caso debe encontrarse en todas aquellas narraciones que
afirman la injusticia del presente estado de cosas, la necesidad de su
derrocamiento, la reintegración total del hombre en su plenitud y el fin de su
alienación histórica. En definitiva, la base de la fundación de la nueva teoría
política debe descansar en la comprensión de que el polo comunitario está
efectivamente fundado sobre los excluidos de la sociedad, de la visión del
mundo o del modo de producción liberal-capitalista, o a partir de los que están
descontentos, y que el filósofo italiano Constanzo Preve definió como los
poseedores de la “conciencia infeliz”. Al considerar nuestra era como la de la
victoria del capital (convertido por lo tanto en “absoluto” al menos
nominalmente, y casi omnipresente), se hace evidente cómo todo marginado
(económica, ideológica y existencialmente) del peor de los mundos posibles se
convierte en un potencial interlocutor y aliado de la nueva teoría política
dentro del polo comunitario.
Por otra parte, la nueva teoría, según ha dicho
Aleksandr Dugin, debe proponer como objetivos fundamentales la garantía de los
derechos de los pueblos entendidos como comunidades de destino, y un enfoque
policéntrico omnidireccional basado en la coexistencia de estos pueblos, de los
caminos de civilización, de las culturas, de las narraciones históricas y de las
visiones del mundo, de los polos geopolíticos, garantizando, en definitiva, el
derecho a la diferencia.
Ucrania 2014: casus belli ideologicus
Como ya se ha dicho en la introducción, es en la
trágica crisis de Ucrania de 2014, ahora en su fase más dramática, donde
encontramos la prueba de fuego de nuestra tesis. El hecho de por sí ha revuelto
el punto de vista político de la mayoría de los sectores políticos europeos
“antisistema”, seguramente los de menor visión de futuro. Ha bastado una
regusto de la técnica de la guerra de cuarta generación para confundir las
ideas de los herederos de las, sin embargo, nobles historias políticas.
Este es el caso, en particular, de la derecha y de la
izquierda radicales europeas que, bien lejos en todo caso de ser dos bloques
monolíticos de intereses contrapuestos, en realidad son entidades puramente
nominales, constituidas por identidades y estrategias muy diferentes. Más bien,
se dividen en varios grupos poco incisivos y a menudo auto-referenciales que
dan testimonio, en última instancia, de la progresiva despolitización de estos
ambientes políticos, transformados en “áreas” de pertenencia identitaria,verdaderas
y propias comunidades paródicas que navegan en la turbulencia de la modernidad
líquida.
En el marasmo interpretativo y en bancarrota, que tuvo
un digno antecedente durante las revueltas árabes, la tesis principal sostenida
por ambas partes generalmente fue la definición del conflicto de Ucrania en
términos de conflicto inter-imperialista, como la confrontación entre el
imperialismo estadounidense y el ruso: el choque de los relativos intereses
opuestos tal y como en la época de los egoísmos nacionales.
Que la tesis haya sido compartida tanto por la derecha
como por la izquierda radicales demuestra un elemento incontestable: la tesis
ha sido expresada no en virtud de las ideologías políticas profesadas y de las
respectivas narraciones, sino como vestigio de una época iniciada hacia finales
del siglo XIX y conluida con el fin de la Segunda Guerra mundial, la época de
los imperialismos.
En el mismo paradigma interpretativo, en el caso
ucraniano, cual la oposición entre dos imperialismos distintos, izquierda
radical y derecha radical han respondido al mismo tiempo de acuerdo a la propia
orientación ideológica: en el menor de los casos se han abstenido de tomar
posición en contra de un choque entre dos imperialismos, en el peor de los
casos, han tomado posición a favor de los peones que trabajan más o menos
conscientemente a favor de los intereses estadounidenses.
Es, en cambio, en la propuesta de la nueva teoría
política (la cuarta después de la afirmación del liberalismo histórico, de su
antítesis social-comunista y de la síntesis fascista) donde encontramos
claridad en el análisis en relación con las intenciones eminentemente
comunitarias a seguir.
Encuadrada en el contexto de la transición del mundo
unipolar liderado por los EEUU, que representa geopolíticamente la realización
formal de los intereses del Capitalismo Absoluto en su forma financiera y
apátrida, al mundo multipolar, o dividido en grandes espacios de integración
regional predominantemente autónomos que coincidan con las áreas de
civilización histórica y en igualdad de condiciones en un equilibrio estable de
poder, el interés del polo comunitarista debe estar realmente a favor de un acuerdo
global multipolar. Habiendo tomado nota de la eficacia de la globalización en
la aplicación de la técnica (penúltima forma de fuerza nihilista antes de la
economía), la alternativa consciente al monopolio de la fuerza del capital; a
la destrucción de la especificidad local como la etnia, la religión y la
sociedad; a la deshumanización antropológica puesta en práctica en el proceso
de cumplimiento de la hybris liberal; a la realización
definitiva del mercado global, es únicamente la alternativa multipolar. La
realización de grandes espacios geopolíticos, deseada ya por los profetas de la
escuela geopolítica alemana, representará el colapso de la hegemonía global de
la ideología liberal, mutilada ahora de su fuente de sustentación, el mercado
global, y de su fuerza estratégica, el control estadounidense sobre el destino
del mundo. Es evidente que de la realización de la alternativa multipolar
dependerá la afirmación del polo comunitarista: ella determinará el fin del
predominio del capital financiero, un sensible paso adelante hacia la
realización de la sociedad del trabajo, y la afirmación de la alteridad
cultural, que reconstruirá diferencias y tradiciones.
Puesto que el camino que conduce a los pueblos a la
afirmación de un equilibrio mundial fundado sobre la coexistencia y el diálogo
entre las civilizaciones, debe ser el punto de partida en el interés del polo
comunitario, la crítica debe por lo tanto dirigirse contra la concepción
pasadista que todavía ve oponerse sobre el tablero internacional distintos imperios
nacionales. El hecho es que la época de los imperialismos fue reemplazada
rápidamente desde Yalta por la época de la contraposición bipolar y, aún más
rápidamente, desde el ascenso del único imperante imperialismo estadounidense
al inicio de los años 90, con el colapso del bloque soviético. Hablar de
conflicto inter-imperialista – retomando la fórmula leninista válida
ciertamente para el primer conflicto mundial – en la era de la realización del
imperialismo mundial, significa utilizar esquemas anteriormente válidos pero
ahora obsoletos. Hoy sólo veremos sobre la zona de operaciones al imperialismo
hegemónico, a los sub-imperialismos de determinados países, y la oposición
contra hegemónica representada por los BRICS y los países no alineados.
Quién dice querer defender los intereses de los
trabajadores o las tradiciones de los pueblos debe tener todo esto en cuenta.
No hay alternativa para los trabajadores dentro de la mecánica del capitalismo
financiero promovido dentro del sector de seguridad euroatlántico, entre
precariedad, desindustrialización, deslocalización. Tampoco existe una
alternativa para las tradiciones y las identidades sino en el seno de un mundo
multipolar, donde pueblos y naciones sean protegidas dentro de las grandes
integraciones regionales de los grandes espacios geopolíticos.
La batalla por Ucrania, hoy, no representa únicamente
una batalla de Rusia. La batalla por Ucrania en el sentido más absoluto es una
batalla por el mundo multipolar. Los principios más profundos de las formas
políticas históricas del trabajo y de la autodeterminación de los pueblos son
llevados a cabo hoy por la resistencia del Donbass. Confundir a los militantes
del Sector Derecho con los representantes de la identidad nacional, es tan
grave como no entender la necesidad para los trabajadores de alinearse con las
economías emergentes de los BRICS, con sus modelos económicos alternativos.
Hoy, los verdaderos patriotas comprenden que la batalla por Ucrania es también
su propia batalla contra el avance noratlántico hacia el corazón del
continente, así como los mineros del Donbass luchan y mueren ya por la
verdadera independencia respecto a un gobierno que prevé aplicar las peores
medidas de austeridad y la venta de la soberanía, siguiendo un modelo de
tecnocracia posdemocrática y antipopular que los europeos occidentales
conocemos muy bien ya.
La lucha en Ucrania es la lucha contra el Capitalismo
Absoluto, por un mundo multipolar. Para ganar, el enemigo ha utilizado en
primer lugar el arma de la confusión, usando nuestras palabras, nuestros
símbolos, nuestras ideas. Hemos visto demasiado. El imperativo para todos los
defensores de los principios comunitarios, orientados hacia una nueva
perspectiva política, es el de conocer la verdad para poder transformar el mundo.
Combatir desde el comunitarismo, o vivir como esclavos. La decisión es tuya.
Extraído de: La Cuarta Teoría Política
(Traducción Página Transversal)
Fuente: Millenivm y Legio
Victrix
No hay comentarios:
Publicar un comentario