Por
Ángel Romero
El marino vasco, de familia
tradicionalmente marinera nació en Pasajes (Guipúzcoa) en febrero de 1689 y
murió en Cartagena de Indias (Nueva Granada, actual Colombia) en septiembre de
1741. Tras educarse en un colegio francés y salir en 1701 se enrola en la
Armada Española, por aquel entonces aliada de la francesa. De rápidos ascensos
por su valentía y arrojo en la batalla, hizo sus primeras intervenciones
importantes en la Guerra de Sucesión, que recordamos, se produjo entre los años
1700 y 1713. Dentro de esta contienda participó en la batalla naval que se
produjo en las costas de Vélez-Málaga en 1704, donde se enfrentaron naves
franco-españolas contra inglesas. En esta batalla Blas de Lezo perdió la pierna
izquierda de un cañonazo teniéndole que ser amputada, a la edad de quince años,
lo que junto a su valentía le valió para su ascenso a Alférez por Luis XIV.
Continuó sus servicios en diferentes buques
en los años posteriores, socorriendo las plazas de Peñíscola y Palermo o
atacando repetidas veces a enemigos ingleses, que se ven desbordados por un
marino del ingenio de Blas de Lezo. Destacado en la fortaleza de Santa Catalina
de Tolón, experimenta el combate desde tierra firme contra tropas del príncipe
Eugenio de Saboya, acción en la cual perderá el ojo izquierdo, a la edad de
diecisiete años. Es ascendido tiempo después a Teniente de Guardacostas en 1707
y en 1710 protagoniza una gran gesta, rindiendo diez naves enemigas armadas.
También tiene lugar en esta época su combate con el navío inglés Stanhope,
abordaje extraordinario y victoria española donde también fue herido, y que le
valió el ascenso a Capitán de Fragata, con veintiún años.
A partir de 1712 sirve a las órdenes del
almirante Andrés de Pes, que sorprendido gratamente de la valía y arrojo de
nuestro marino guipuzcoano, mueve hilos para que se produjera su ascenso a
Capitán de navío en 1713. En septiembre del año siguiente, 1714, participa en
el asedio de Barcelona, donde es alcanzado por un mosquete en el antebrazo
derecho, perdiendo su movilidad por completo. El año siguiente, en 1715, logra
la rendición de Mallorca.
Se desplaza a La Habana hasta 1720, año en
el cual lidera la misión de limpiar de piratas y corsarios las costas de Perú,
contando con una escuadra hispano-francesa. Retorna a España en 1730, año en el
cual es ascendido a Jefe de la Escuadra Naval del Mediterráneo. Debido a
conflictos de España con Génova se trasladó a este Estado italiano y con seis
naves a sus órdenes exigió, bajo amenaza de abrir fuego, el pago de dos
millones de pesos españoles que se hallaban retenidos y el homenaje a la
bandera española, lo cual consiguió. La fama cada vez mayor de Blas de Lezo y
sus servicios le valieron para el reconocimiento público del rey de España
Felipe V, que le concedió prestigiosas condecoraciones. Es digna de destacar la
gesta de Orán en 1732, derrotando a los argelinos en unos enfrentamientos donde
el marino de Pasajes volvió a mostrar un honor y valentía excepcionales.
En 1734 fue ascendido por el propio rey a
Teniente General de la Armada, regresando en 1737 a América como Comandante
General de Cartagena de Indias. En esta ciudad se producirá su gesta más
extraordinaria, en su defensa en 1741 del sitio inglés del almirante Vernon. El
precedente de este conflicto lo encontramos en el apresamiento tiempo antes de
un barco corsario inglés a las órdenes de Robert Jenkins, al cual el capitán
León Fandiño le cortó la oreja, advirtiendo de que al mismísimo rey de
Inglaterra le haría lo mismo si se atrevía a surcar el Caribe en acciones de
rapiña contra España. El corsario Jenkins denunció en el Parlamento inglés lo
sucedido oreja en mano, y se desencadenó el conflicto anglo-español. El
Almirante inglés Vernon, en superioridad numérica y de forma cobarde saqueó el
puerto español panameño de Portobelo, que junto a Cartagena de Indias, formaban
el corazón económico de la América española. Blas de Lezo respondió al
desplante inglés con una frase digna de reproducir, dirigida al infame Vernon:
“Si hubiera estado yo en Portobelo no hubiera su Merced insultado impunemente
las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me
hubiera sobrado para contener su cobardía.”
El siguiente, y más importante episodio del
conflicto es el de Cartagena de Indias en abril de 1741, que concluyó con la
derrota estrepitosa de un contingente inglés de ciento ochenta naves de guerra
(el doble de la que ellos denominaron despectivamente Armada Invencible) y casi
veinticinco mil hombres, frente a una victoria heroica de los españoles, con
una desproporción debido a que sólo contábamos con seis naves para defender la
plaza y ciento ochenta hombres.
Tal era la arrogancia inglesa que antes de
la batalla final mandaron un barco a Inglaterra con la noticia de la victoria
inglesa, victoria inglesa que las agallas españolas hicieron que nunca se produjera.
Se compuso el famoso “God save the Queen”
en esos días de euforia y se pusieron en circulación monedas y medallas en las
que se representaba a Blas de Lezo arrodillado ante el rey de Inglaterra, lo
cual nunca se produjo.
La victoria española alcanzó una heroicidad
tan tremenda que España se aseguró el dominio marítimo hasta la pérdida de
Trafalgar, lo cual la historiografía inglesa por complejo no reconoce. A modo
de curiosidad, destacar que según la tan ilustre y famosa Enciclopedia
Británica, nunca existió ningún hombre llamado Blas de Lezo. La humillación de
la arrogancia inglesa llegó a un punto que el rey de Inglaterra, Jorge II, prohibió
bajo pena de horca mencionar este episodio en suelo inglés.
Blas de Lezo contrajo la peste generada por
los cuerpos insepultos resultado de la batalla. El marino español murió en
Cartagena de Indias el 7 de septiembre del mismo 1741. Sirvan estas líneas para
recuperar parte de la mejor Historia de España, que más frecuentemente de lo
que se pudiera imaginar, margina el actual sistema condenándola al interés de
unos cuantos academicistas.
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