Por Ramiro Ledesma Ramos
El izquierdismo español, que se
manifestó tan potente al efectuarse la proclamación de la República, no ha podido
cumplir en nuestros días misión histórica alguna. Ello es lógico. Su presencia
se ha retrasado, puede decirse que un siglo. El fracaso del izquierdismo
consiste en no haber podido desplegar sobre España, con ardor jacobino, una
bandera nacionalista, popular y exasperada. El siglo XIX ofreció varias
coyunturas favorables para esa tarea. Ahora bien, en 1931, al tomar en sus
manos el Poder, esa consigna nacionalista exasperada era ya de hallazgo muy
difícil. Pues en el izquierdismo actuaba una fuerza nueva -la doctrina clasista
e internacionalista de los proletarios-, que chocaría con una posible
derivación jacobina y nacionalista de la República, grata quizá, por ejemplo, a
un Azaña.
Influido, además, el izquierdismo por toda la acción sentimentalista de la postguerra, y acogido a la sombra de los proletarios rojos, repetimos que es ya, en nuestros días, una fuerza sin misión, perturbadora e infecunda. Desde luego, como se ha visto a su paso por el Gobierno, desprovista de capacidad para promover la resurrección española.
Nos estamos refiriendo,
naturalmente, al izquierdismo burgués. Pero lo que da vida a las izquierdas son
las zonas proletarias españolas. Los trabajadores están hoy, libremente, a
merced de las propagandas marxistas. No gravita sobre ellos ninguna otra
bandera revolucionaria como no sean los estandartes negros de la F.A.I.
Un movimiento fascista de
envergadura ambiciosa tiene, en la realidad del izquierdismo español, la mejor
y más clara indicación de cuál es su verdadero camino. Ha de interpretar
primeramente el nacionalismo exasperado que la pequeña burguesía republicana no
pudo recoger en abril de 1931. Ha de abrir brecha en el frente rojo de los
proletarios, arrebatando un sector de trabajadores y de militantes
revolucionarios al marxismo.
La doctrina y la táctica de las
izquierdas parecen estar cerradas a cal y canto a toda resonancia de carácter
fascista. Sobre este extremo, cuanto ocurre y viene ocurriendo en España ofrece
perfiles a la vez dramáticos y cómicos. Muchos identifican la ruta de las
derechas con el fascismo. Pero lo que puede observar cualquiera, examinando las
tácticas y los fundamentos doctrinales de izquierdas y derechas, es nada menos
que esto: En España las derechas son
aparentemente fascistas, y en muchos extremos, esencialmente antifascistas. Y
las izquierdas son aparentemente antifascistas, y en muchos aspectos y
pretensiones, esencialmente fascistas. Esto, si no tiene un cien por cien
de verdad, habrá que convenir que se acerca mucho a ella.
Ahora bien, el fascismo que puede
desarrollar la pequeña burguesía izquierdista, cuando está flanqueada por el
marxismo, como le acontece a la española, y cuando no dispone de una doctrina
nacional fervorosa, como también le ocurre aquí, ese fascismo, repito, tiene un
nombre poco envidiable: Méjico.
Extraído de su libro ¿Fascismo en España?, publicado con el seudónimo de Roberto Lanzas
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