Por Álvaro Astray
De nuevo el Ministro de Educación,
Juan Ignacio Wert, ha sacado adelante una reforma educativa que no satisface a
nadie, ni a profesores, ni a alumnos, ni a los rectores, en general, no ha
convencido a nadie de toda la comunidad educativa universitaria.
Con esta reforma, se quiere
cambiar el modelo actual de cuatro años de grado más uno de máster con objetivo
de especializarse a un modelo de tres años de grado más dos de
especialización. A simple vista no
parece que el cambio sea sustancial, puesto que son 5 años en total, pero
desgranemos el problema de fondo.
Lo primero, supone una
devaluación del grado. Al tener menos carga lectiva y menos créditos cursables,
el valor del grado desciende. No valdrá igual que un grado de cuatro años o que
una antigua licenciatura de cinco de cara a conseguir un puesto de trabajo. Por
ello, obligará a los jóvenes estudiantes a superar el máster de especialización
si quieren optar a algún puesto de trabajo en el injusto mercado laboral, producto de la sociedad capitalista en la que
estamos inmersos.
El segundo problema viene
derivado del primero. Los cursos de máster que los jóvenes tendrán que aprobar
para la homologación, son muchos más caros que el mismo número de créditos en
un grado, por lo que se encarecerá el precio final de los estudios. Wert dice
que en la mayoría de Europa existe esta modalidad del 3+2, y es cierto, pero lo
que no dice es que en esos países cuesta lo mismo un crédito de grado que de
máster.
Todo este proceso es un proceso ideológico.
Es una medida más para que los hijos de los poderosos sean los únicos que
estudien a cierto nivel, con lo cual, puedan perpetuarse las élites económicas,
para alejar a los hijos de las clases trabajadoras del conocimiento con el que
poder labrarse un futuro u organizar resistencia al régimen demoliberal.
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