Por Alain de Benoist
En una de las más bellas
mansiones de Elbdeich, entre Schleswig y Hamburgo, rodeada por un bosquecillo
de abetos y decorada de blanco y verde, falleció el 9 de agosto de 1972 el
escritor Ernst von Salomon. Durante la vigilia, no dejó de mostrar su inquietud
ante una tormenta que parecía no tener fin.
"Nunca haber sido deshonrado, esto es no sufrir",
escribía Walter Rathenau en sus Reflexiones. Según esta máxima, Ernst
von Salomon no habría sufrido en su vida.
La obra de von Salomon es la historia de su vida y, al mismo
tiempo, la historia de Alemania. La una se confunde con la otra; no pueden
evocarse separadamente. Ambas comienzan en las postrimerías de la Primera
Guerra Mundial.
La escuela de cadetes
29 de octubre de 1918. Alemania del Norte. La Tercera Escuadra de
la Armada Imperial, anclada en el puerto de Kiel, entra en insurrección. Los
portavoces han formulado reivindicaciones revolucionarias y amenazan con
fusilar a los oficiales. Estamos ante una especie de Potemkin alemán,
espartaquista para más señas. Los insurrectos se apoderan de la ciudad. El 5 de
noviembre aparece un primer Consejo de Marinos y Soldados. El movimiento se
extiende, una detrás de otra, por las ciudades de la antigua Liga Hanseática:
Hamburgo "la roja", Lübeck, Wilhelmshafen, Bremen y, por fin, Berlín.
Guillermo II abdica el día 9. Esa misma tarde, el socialdemócrata
Scheidemann proclama la República, y pocas horas más tarde, el líder de los
espartaquistas, Karl Liebknecht, anuncia la creación de una "República
Alemana de los consejos", traducción más o menos aproximada de la
expresión rusa "república soviética" ("soviet" quiere decir
"asamblea" o "consejo"). Al día siguiente, una asamblea
repleta de obreros y soldados elige un Consejo de Comisarios del Pueblo.
"El 10 de noviembre –escribe Gilbert Badia–, el poder real, en toda Alemania, está en manos de los consejos de obreros y de soldados. Se crean más de 10.000 en todo el país. Pero estos consejos están compuestos por elementos muy dispares, generalmente dominados por los militares más activos y violentos. No puede afirmarse que hayan sido elegidos" (Historia de la Alemania contemporánea, 1962).
Un vago antimilitarismo inunda el país. Los oficiales son atacados en la calle. Von Salomon, que lleva desafiantemente su uniforme, recuerda en las primeras páginas de Los réprobos cómo él mismo fue molido a palos: "Me vi rodeado por medio centenar de personas, muchas de ellas mujeres. Un anciano con aspecto burgués, encasquetado en un sombrero gris de estilo americano, me golpeó en la cabeza con su paraguas. Se hechó a reír y muchos le imitaron. Al comprobar que le miraba fijamente a los ojos, con los puños apretados, el grupo guardó un silencio de muerte.
–Quítate ese uniforme, muchacho,
me dijo. Mi mirada podía taladrarlo hasta la nuca, mientras me mordía la
comisura de los labios. –Quítate ese uniforme, repitió marcando esta vez
lentamente todas las sílabas. De pronto, todo el grupo se abalanzó sobre mí.
Intenté sacar la bayoneta, pero ya fue tarde". Ernst von Salomon tenía entonces 16 años.
Había nacido en Kiel, el 25 de septiembre de 1902. Su familia
paterna era originaria de Francia; los ancestros de su madre eran italianos, de
Venecia. Un Louis-Frédéric de Salomon había participado en el complot de Pichegru
contra Napoleón. Su padre, nacido en Inglaterra, acababa de morir en el frente.
Su madre era rusa de nacimiento. Ambos eran prusianos por afinidad. "Si no
hubiese sido prusiano de nacimiento, habría sido prusiano de elección" (El
cuestionario).
Tras estudiar unos pocos años en una institución de Karlsruhe,
Ernst von Salomon entró a los 12 años en la Escuela de Cadetes del emperador,
un verdadero Pritaneo prusiano. Educación en la disciplina del acero, que sería
minuciosamente relatada en Los cadetes. Pero el desastre de 1918 hace
que su universo se derrumbe. La noticia de la firma del armisticio es recibida
en la academia como una puñalada trapera: todas las tradiciones de la Alemania
imperial acaban de sucumbir. Ernst, conmovido, permaneció seis días en la cama.
Poco después, de improviso, los soldados volvieron del frente.
Agotados, deprimidos, hambrientos, desfilan en desorden por las calles, mudos,
como fantasmas. "Eran soldados, eran hombres que obedecían a una llamada
interior, una llamada secreta de la sangre y del espíritu. De un modo o de
otro, eran voluntarios, hombres que habían elegido la ruda fraternidad de las
armas, que habían encontrado en la guerra una patria. Patria, pueblo, nación.
Son grandes palabras, pero cuando las pronunciábamos sonaban falsas. Porque la
patria estaba en ellos, y en ellos habitaba la patria".
Solamente subsistía la mística de la guerra, del heroísmo y de la
muerte. Y esta idea únicamente se encarnaba en los "réprobos" (Geächteten):
los proscritos de los cuerpos francos (Freikorps), de los que la
Alemania vencida tenía necesidad para mantener viva una cierta idea de la
patria. Ernst Von Salomon empaquetó sus escasas pertenencias en un petate,
cruzó a zancadas el patio de la academia y marchó a enrolarse voluntario.
Los cuerpos francos logran salvar la República
En una obra convertida en un clásico, Die deutsche Freikorps,
1918-23 (1936), F.W. von Oertzen explica que los cuerpos francos tenían un
doble origen. Por una parte, las tropas formadas en 1918-19 para hacer frente a
la agitación espartaquista; por la otra, las que, después de la guerra, fueron
enviadas a los países del Báltico.
Marine Droz, profesora de la universidad de la Sorbona, relata:
"En diciembre de 1918, el ejército regular, minado por la propaganda
espartaquista, fue incapaz de tomar Berlín. El gobierno, presidido por el nuevo
canciller Ebert, estaba, de facto, prisionero de los sublevados" (El
nacionalismo alemán, de 1871 a 1939, 1967).
En estas condiciones, el gobierno concluye un pacto secreto con el
estado mayor. El ejército se encargaría de sostener al gobierno
socialdemócrata, y éste de reprimir a los espartaquistas. Von Salomon, al principio de Los
réprobos, relata cómo el general Märker, apoyado por el ministro
socialdemócrata Noske, reagrupó en una misma formación a los voluntarios
encargados de restablecer el orden y de defender las fronteras.
La noche entre el 7 y el 8 de noviembre de 1918, en Munich, se
proclama la República. El rey Luis III huye al Tirol. Un gobierno socialista le
sucede, presidido por el agitador Kurt Eisner, fugado de la prisión un mes
antes. Bajo su autoridad, Baviera va a conocer unas semanas de locura. Pero el
27 de febrero de 1919, Eisner es asesinado por un joven monárquico, el conde de
Arco-Valley.
Un mes más tarde, Bela Kun instaura una dictadura comunista en
Hungría. El movimiento triunfa en Baviera y Austria. El 7 de abril de proclama
la Comuna de Munich. Un poeta neurótico Ernst Töller, toma el control de un
"Consejo de Comisarios del Pueblo", del cual también forman parte los
rusos Levien y Axelrod. La locura cede el paso al terror. Los presos comunes
son liberados, y los comunistas fusilan a todos los sospechosos en plena calle. Mientras tanto, el 2 de marzo, Lenin ha creado la Tercera
Internacional. El 29 de junio se firma el Tratado de Versalles, aceptado por la
república de Weimar.
Los primeros cuerpos francos aparecieron en Westfalia. A finales
de 1919 contaban con más de 300.000 hombres. Gracias a ellos el orden pudo ser
restablecido. Berlín es recuperado. Los sublevados comunistas se rinden en
Sajonia, Turingia y Hamburgo. En Weimar, la Asamblea Constituyente es escoltada
por los "cazadores" del general Märker.
En Munich, unos durísimos combates oponen los cuerpos francos del
coronel Ritter von Epp al ejército rojo de Rudolf Eglhofer. En la madrugada del
30 de abril, los rehenes, miembros la mayoría de la Sociedad Thule, son
masacrados y sus cadáveres, descuartizados, son esparcidos por las calles de la
ciudad. El 2 de mayo, la cervecería Mathöser, cuartel general de los
comunistas, es tomada al asalto. La ciudad es liberada. El 6 de mayo, los
cuerpos francos se retiran de Munich. En recompensa a los servicios prestados,
cada uno recibe, sin distinción de grado, diez marcos, dos salchichas y un pan.
Después del asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo (15 de
enero de 1919), los espartaquistas han perdido el control de los consejos
obreros. La socialdemocracia retoma el poder. La República de Weimar se instala
en una calma tensa.
Es un tiempo de contrastes. Von Salomon escribe: "Agotados y
hambrientos por la marcha, oíamos el son de las melodías negras que escapaba de
los bares y las salas de fiesta, donde las hijas de los burgueses se divertían
bailando danzas sensuales. A lo lejos, de cuando en cuando, el chasquido de un
fusil, disparado por alguno de los camaradas más alejados, rompía el cuadro de
esta escena". Más lejanos aún se encontraban los hombres del
"Baltikum", los deseperados de la patria.
El Baltikum
Al día siguiente del armisticio, Alemania había sido autorizada a
mantener sus tropas en los países bálticos: los aliados temían una expansión de
la Rusia soviética. El general Rüdiger von der Goltz, antiguo jefe de la Unión
de Sociedades Patrióticas de Alemania, tuvo entonces la idea de recuperar en el Este lo que su
país había perdido en el Oeste. Presentado en Letonia con poderes especiales,
retoma por su cuenta, modernizándola, la política de los caballeros teutónicos.
"Su plan fue rápidamente trazado –relata Dominique Venner:
atraer y asentar en Curlandia a todos los soldados desmovilizados que no
encontraban trabajo y transformar la región en una vasta colonia militar y
agrícola, en donde los soldados-campesinos, encuadrados por sus oficiales,
estarían prestos a tomar las armas en cualquier momento". Los soldados desmovilizados comienzan a afluir. "La patria
–escribe von Salomon– solamente continúa brillando en unos pocos cerebros
iluminados".
En febrero de 1919, von der Goltz dispone de 20.000 hombres. En
sus memorias, diría: "Tenía cuatro enemigos a combatir: el ejército
bolchevique, los consejos de soldados, el gobierno letón germanófobo y los
aliados. Siguiendo los preceptos de la escuela de guerra, tomé la resolución de
no combatir contra todos a la vez, sino uno detrás de otro, comenzando por los
bolcheviques" (Meine Sendung in Finnland und im Baltikum, 1920).
La ofensiva comienza el 1 de marzo. Libau, Mouravievo, Mitau son
ocupadas después de una serie de combates sangrientos. El 22 de mayo, los
cuerpos francos entran en Riga, donde liberan a unos 2.000 rehenes que los
bolcheviques utilizaban para extorsionar a sus familias.
Pero la aventura no tendrá continuación. En 1920 Francia y
Alemania deciden favorecer la constitución de un gobierno letón. Los aliados
exigen que los cuerpos francos del Baltikum sean repatriados.
La decisión es extremadamente mal recibida. Un buen número de
oficiales rechazan simple y llanamente obedecer. El cuerpo franco del
germano-lituano Gerhart Rossbach, que ha reconquistado a los polacos la ciudad
de Culmsee, en la Prusia Oriental, anuncia que "no tiene intención de
disolverse" (Rossbach transformará su unidad en una comunidad de trabajo,
en Pomerania). Otros voluntarios se hacen nacionalizar rusos y constituyen una
especie de ejército blanco, que continuará la guerra en la región de Riga.
Otros se instalan en los países bálticos. La mayor parte retornan a Alemania.
En el espacio de unos pocos meses, la cólera del joven von Salomon
y sus amigos se dirige hacia una República que ellos mismos habían salvado del
comunismo. El general von der Goltz, ante sus hombres, exclama: "No podía
adivinar que me entregaron un sable roto, ni que mi enemigo habría de ser mi
propio gobierno y mi propio pueblo".
Escribe Dominique Venner: "En el caos alemán, en medio de los
enfrentamientos entre las clases y los partidos, los cuerpos francos
aparecieron como la única encarnación del Estado. Eran los únicos que disponían
de la necesaria fuerza. Eran los únicos que se mostraban indiferentes a los
conflictos de interés. Eran reclamados por todos, pero no eran bienvenidos para
nadie. A su paso, el desorden terminaba, las ciudades quedaban pacificadas y la
República retomaba el control. Acostumbrados a vivir en condiciones extremas,
rechazaban las tentaciones del modo de vida burgués, su calma y su
confort".
A la repugnancia por el humanismo y las instituciones burguesas,
muchos añadían el gusto por la guerra y la nostalgia de la acción.
"Llevaban la guerra en la sangre. La guerra les poseía, la guerra les dominaba, la guerra no
les dejaba escapar".
Anota Marine Droz: "En los cuerpos francos se desarrolló una
mentalidad particular: mentalidad de gentes completamente desarraigadas y
desheredadas, que no querían para ellas más salud que la persistencia de las
hostilidades. Muchos de los voluntarios de los cuerpos francos habían
pertenecido al Movimiento de la Juventud (Jugendbewegung) o a las tropas
de choque. Tenían la convicción de que el ejército había sido traicionado y que
Alemania había recibido una puñalada por la espalda, que el ejército no era
responsable de la derrota. Muchos no conocían otra cosa que la guerra, y era
natural que no lograsen acomodarse ni quisieran vivir en un mundo en paz".
El rencor de los "soldados perdidos"
Para un soldado que ama su oficio, ser cazador es siempre
mejor que ser presa. Dice von Salomon: "No sabíamos lo que
queríamos, ni queríamos lo que sabíamos. Nos marchitábamos en la confusión,
pues teníamos la sensación de no saber qué hacer con nuestro tiempo" (Los
réprobos).
La ideología no contaba nada: "Hacer, hacer no importa qué,
no importa cómo, ser revoltoso por principio, expresar la propia energía por
todos los medios, por todas las audacias: la sangre jamás corre en
vano". Más tarde, el héroe de La aldea pronunciará una palabra decisiva: Como en todos los casos de "soldados perdidos", la
historia terminó en un "putsch". En marzo de 1920, el
"putsch" Kapp-Lütwitz corresponde al punto culminante del rencor de
los cuerpos francos.
Los aliados habían exigido la disolución de la brigada Ehrhardt.
Fundada por un capitán de corbeta, héroe de la Marina Imperial, este cuerpo,
que había representado un importante papel, era visto como un centro de
agitación nacionalista. Su jefe, Hermann Ehrardt, gozaba de una gran
popularidad, y sus hombres habían compuesto para sí un himno de rabia y de
cólera: Hakenkreuz am Stallhelm!
Amenazada en su existencia, la brigada Ehrhardt decidió
reaccionar. El 12 de marzo, los cuerpos francos marchan sobre Berlín. El
canciller Ebert es obligado a entregar la ciudad. Dos oficiales, Kapp y
Reichswehr, intentan hacer "bascular" la Reichswehr (el
ejército estatal). Pero los cuadros del ejército vacilan. La situación no tarde
en degradarse. Una huelga general, que paraliza la capital, pone fin a la
empresa.
Ernst von Salomon, que había participado en el "putsch",
describe el disgusto que provocaba en sus compañeros toda actividad política
"legalista". Para tratar con los traidores a la patria (Vaterlandsverräter),
decretaban, solamente valían los medios radicales.
Reducidos al "paro", algunos activistas se enrolaron en
el pequeño ejército de 100.000 hombres que los aliados habían autorizado en
Alemania. Otros entraron en los Einwohnerwehren, auxiliares de la Reichwehr
que constituían una especie de policía local, oficialmente disueltos en
1921. La mayoría de ellos se refugiaron en el seno de asociaciones de antiguos
combatientes, de clubes de tiro, de sociedades deportivas o culturales. En un clima que es difícil de imaginar hoy en día, aparecieron una
gran multitud de pequeños partidos, movimientos diminutos y grupúsculos,
legales y clandestinos: Wikingbund, Bund (liga) de los amigos del Edda, Bund de
Franconia, Bund de los lobos combatientes (Wehrwolf Bund), Bund
Arminius, Wandervogel Aryen, Nerothed Wandervogel, Partido de la
Encarnación de la Resistencia del Pueblo y la Nación, Partido Pangermano,
Asociación para el Resurgimiento de los Caballeros Teutones, Círculo de
Estudios del Rig Veda, etc., etc., etc. En agosto de 1920, unas 20 asociaciones secretas bávaras se
fusionaron y constituyeron la Organización Escherich, comúnmente conocida como
la "Orgesch". Allí pueden encontrase muchos antiguos miembros del Stahlhelm
(el "Casco de acero"), del Oberland Korps, de la Jungdeutscher
Order, de la Liga de los Lobos Combatientes, etc.
Poco después, aparece la Organización Cónsul (OC), implantada un
poco por todas partes por el capitán Ehrhardt y animada clandestinamente por el
jefe de la policía de Munich, Pöhner. Su palabra de orden: "No más
negociaciones". Escribe von Salomon: "La imagen que se tiene de la OC es que
su mano se extiende por todas partes. Pero lo que extraña e inquieta a la vez
es que a la ruidosa indignación haya de oponerse el susurro de una sociedad
secreta, y que la angustia apurada se acompañe de una satisfacción perversa.
Hay instantes en que, incluso en el corazón del más modesto y leal de los
funcionarios, los rumores fantásticos que corren sobre la OC hacen vibrar los
entusiasmos".
En 1921 surge una nueva aventura. Polonia, forzada por los aliados,
intenta apoderarse de una parte de la Alta Silesia. Por medio de un referéndum,
la población se pronuncia, el 4 de marzo, por la pertenencia a Alemania. Pero
Varsovia no acepta los resultados. Los civiles alemanes son encarcelados,
torturados y fusilados. El general Le Rond, presidente de la Comisión de
Control Interaliada, es favorable a los polacos. Reagrupados bajo las órdenes
del general Hofer, 15.000 hombres de los cuerpos francos se constituyen en
grupos de autodefensa (Selbstschutze), organizan la defensa de las
villas y la protección de sus habitantes. Weimar, sin embargo, los desaprueba. La frontera del Reich se
cierra detrás de ellos. El 24 de noviembre, el ministro del Interior ordena la
disolución de los Selbstschutze y el desarme de los voluntarios. Los
hechos del Baltikum se reproducen. Recuerda von Salomon: "Amenazaron a los polacos con la
aprobación universal y a nosotros con la prisión. Habíamos ofrecido al
gobierno, como un regalo, una victoria preciosa. Pero la dejaron caer por tierra,
para ser pisoteada". Gerhardt Rossbach, de regreso de la Alta Silesia, comienza a crear
sus propias células en el interior de la Reichwehr: las Reichwehrblock
Rossbach (RWBR). Los "réprobos" se dispersan una vez más.
Schlageter y Rathenau
Se les reencuentra en 1923, en el Ruhr, ocupado desde el mes de
enero por tropas francesas y belgas bajo el mando del general Degoutte. La
ocupación es extremadamente impopular, hasta conseguir la unanimidad de la
opinión contra ella, tanto de los obreros como de los jefes de fábrica. Los
cuerpos francos animan un movimiento de resistencia, en donde Leo Schlageter
habría de convertirse en un símbolo.
Schlageter, como von Salomon, había participado en el
"putsch" Kapp y en los combates de Silesia. Miembro del Korps
Havenstein, también era, desde 1922, militante del NSDAP (Nationalsozialistische
Deutsche Arbeiter Partei). El 1923 hizo saltar un puente del ferrocarril de
Calkum, paralizando el tráfico organizado por los ocupantes. Arrestado por los
franceses, sería fusilado el 26 de mayo después de un juicio sumarísimo, en
Golzheimer, al norte de Dusseldorf. Sus compañeros serían deportados a Cayena.
Diez años más tarde, Schlageter sería declarado héroe nacional,
levantándose por toda Alemania monumentos en su nombre. Su tumba se encuentra
en Schönau, su villa natal. Comenta Venner: "Incluso los comunistas celebraron la memoria
de Schlageter, presentándolo como un héroe perdido. La política exterior
soviética buscaba por esa época una alianza con Alemania contra Polonia,
Francia y el Oeste en general. La idea de una alianza entre las naciones
favorecía una posible revolución nacional-bolchevique en Alemania. El terreno
parecía propicio para un nuevo asalto comunista contra la República de
Weimar".
Paralelamente, los cuerpos francos crean una serie de tribunales
secretos, inspirándose en la Santa Vehme, misteriosa institución nacida en el
siglo XII, en Westfalia. En un capítulo de Los réprobos, precisamente
titulado "La Santa Vehme", von Salomon relata la ejecución (fallida)
de un espía.
Entre 1919 y 1922 se producen un total de 354 atentados políticos.
El 26 de enero de 1920, Matthias Erzberger, ministro de Hacienda y jefe del Zentrum
(el partido católico), que no ha dejado de reclamar la estricta aplicación
de las cláusulas del Tratado de Versalles, es asesinado por dos miembros de la
Organización Cónsul, los tenientes de marina Heinrich Tillessen y Heinrich
Schulz. Arrestados, los dos "réprobos" reivindican su acto con
fiereza.
El 24 de junio de 1922, Walther Rathenau, ministro de Asuntos
Exteriores en el segundo gabinete Wirth, abandona su villa de Grünewald en un
auto camino de Berlín. En un recodo, otro automóvil, que estaba aguardando, le
deja pasar y le sigue. Al poco, los tiradores de marina Kern y Fischer,
mientras adelantan de nuevo al vehículo de Rathenau, disparan sus revólveres y
arrojan dos granadas de mano. Rathenau, que intenta escapar a pie, es rematado
sobre el asfalto.
El germanista Edmond Vermell ha incluido a Rathenau entre los
doctrinarios de la revolución conservadora alemana, al lado de Thomas Mann,
Oswald Spengler y Keyserling. Adepto a la vez de Bergson y de Nietzsche, soñaba con un
"reino del alma" en donde el hombre mecanizado, el Zweckmensch (el
hombre que no persigue sino fines exteriores a su propia vida) sería
considerado una anormalidad. Subordinaba la "verdadera democracia" a
la instauración del Volkstaat (el Estado adaptado a la vida sustancial
del pueblo), y había construido toda una filosofía sobre la curiosa oposición
entre "una raza del miedo, morena e intelectual" y una "raza
rubia dominadora, valiente y sin espíritu".
"Hay que desconfiar –decía– de las ideas que se apoyan en
demostraciones, y no se dejan guiar por la voz interior que habla con severidad
y no dice sino la verdad" (¿Adónde se dirige el mundo?, 1920).
Rathenau era un cúmulo de contradicciones interiores. Atraído
tanto por el capitalismo como por el comunismo, soñaba con un mundo racional
fundado sobre la economía y con una era que pusiera fin a las patrias, mientras
no dejaba de asumir posiciones aparentemente opuestas. Para los nacionalistas alemanes,
Rathenau era, ante todo, el símbolo de la derrota y de sus consecuencias.
Miembro del partido socialdemócrata, había aceptado la dirección del ministerio
de Reparaciones. Después, siendo ya ministro de Asuntos Exteriores, había
firmado en Rapallo el acuerdo germano-soviético por el cual Alemania y la URSS
reanudaron sus relaciones diplomáticas, acuerdo que también inauguraba una
política de colaboración entre la Reichwehr y el Ejército Rojo.
Durante sus exequias, el canciller Wirth landó su célebre desafío:
"¡He aquí al enemigo que destila veneno por las arterias del pueblo! ¡Aquí
está ese enemigo! Y no hay duda, ¡está a la derecha!" Al día siguiente, la policía ofrece un millón de marcos a quien
facilite la captura de Kern y Fischer. Poco después la recompensa asciende a
cuatro millones y medio de marcos. Son finalmente localizados en un castillo
propiedad del escritor Hans Stein. El primero es abatido por los disparos, el
segundo se suicida.
Ernst von Salomon había comprado el coche con el cual los dos
oficiales habían cometido el atentado. Detenido después de la muerte de
Rathenau, fue condenado a cinco de reclusión por su "participación
activa" en el atentado. Después de tres años en la penitenciaría de Kiel,
sería amnistiado en 1928. En la cárcel escribió el boceto de su primer gran libro: Los
réprobos.
Los réprobos
La publicación de Los réprobos, en 1929, ejerció una verdadera
fascinación en el mundo intelectual de la época. Los militantes políticos de
todas las orillas descubren en la obra el eterno romanticismo de la acción.
Drieu la Rochelle, en sus Notas para comprender el siglo, evocará con
nostalgia "al combatiente de la Gran Guerra formado en los Sturntruppen,
más tarde alistado en los cuerpos francos, al terrorista asesino de
Rathenau, al boy-scout, al Wandervogel errante de casa de la juventud a
casa de la juventud, de un lado a otro de Europa, enamorado de los paisajes
desconocidos".
En los alrededores e 1960, los militantes y los golpistas de todo
género, réprobos y abandonados ellos también, releyeron con pasión estas
páginas en donde se describía el rostro fraternal de los grandes activistas del
pasado: "Éramos locos, pero conscientes de nuestras acciones. Sabíamos que
seríamos abatidos por la cólera de todas las gentes que se agitaban en torno a
nuestras cohortes temerarias. Pero si una locura fue alguna vez un método, esa
fue la nuestra. No nos resignábamos a una época que renunciaba a todo.
Escupíamos un "no" a la cara de la Alemania de nuestro tiempo,
comentando entre susurros como habría de sonar ese "sí" a la Alemania
que habría de venir. Nuestra locura era una orgullosa obstinación. Estábamos
preparados para soportar las consecuencias de nuestra obstinación. Un hombre no
puede hacer más".
Durante medio siglo von Salomon vivió a la sombra de Rathenau.
Pocos meses antes de su muerte, con ocasión del cincuentenario del atentado, en
una emisora de radio, Ernst Jünger le preguntó con su voz cadenciosa:
"¿Por qué no tiene el coraje de admitir que Rathenau fue muerto porque era
judío?" Von Salomon, como siempre, había respondido: "Porque no es
cierto".
En 1932, von Salomon se trasladó a Francia. Pasó seis meses en los
Pirineos atlánticos, en San Juan de Luz. Aquellos recuerdos
dieron luz a una nueva novela llena de ironía, titulada Boche in Frankreich ["boche"
es un término despectivo francés para señalar a los alemanes. NdT]: "Todos
los franceses que me escuchan hablar en francés sonríen compasivamente. Hablo
el francés como mi amigo el comisario de policía de San Juan de Luz, que pasó
dos años en un campo de prisioneros de guerra, habla el alemán. Juro que nunca
más abusaré de mis conocimientos de la lengua francesa con el objeto de hacerme
entender en esta tierra".
La República de Weimar disfruta la relativa clama de su plena
madurez. En Berlín, los cabarets están permanentemente abarrotados. Pero más de
seis millones de parados deambulan por las calles, mendigando y malviviendo. El
30 de enero de 1933, Adolf Hitler se convierte en el nuevo canciller.
De la autoridad a la totalidad
Muchos de los antiguos miembros de los cuerpos francos se
encuentran ahora en las filas del partido nacionalsocialista. Desde 1920,
precisa Uwe Lohalm (Völkischer Radikalismus, 1970), la Liga para la
Defensa y el Ataque (Schutz und Trutzbund) ha tendido una especie de
puente entre los cuerpos francos y el NSDAP. El programa de la Wikingbund, emanación
semilegal de la Organización Cónsul, está prácticamente calcado del presentado
por el movimiento hitleriano.
Reinhard Heydrich, el futuro jefe del Leibstandarte Adof Hitler
(la guardia personal de Hitler), había sido miembro del Schutz und
Trutzbund. Su superior inmediato, Himmler, había pertenecido al Einwohnerwehr
de Munich. Rudolf Hess había pasado por el cuerpo franco Regensburg. Martin
Bormann fue el tesorero de la comunidad de trabajo de Rossbasch, en 1922. Sepp
Dietrich, el organizador de la Gestapo, procedía del cuerpo farnco Oberland;
Constantin Hierl, jefe del Servicio de Trabajo después de 1933, del cuerpo
franco de Augsburgo. Pero sería un grave error no ver en los cuerpos francos más que
una simple "cantera" de nazis. Entre los voluntarios de 1919 y 1921
también se encuentran un gran número de oponentes (de derecha) al régimen
nacionalsocialista.
Desde su llegada al poder, Hitler había hecho arrestar al conde de
Arco-Valley miembro influyente de la Sociedad Thule, quien fuera el asesino de
Kurt Eisner. Durante la "noche de los cuchillos largos", el 30 de
junio de 1934, numerosos antiguos jefes de los cuerpos francos fueron ejecutados:
Karl Ernst, Edmund Heines, Oskar Stable, August Schneidhuber, Hans Peter von
Heydebreck, Hans Hayn, Fritz von Krausser –y también Werner von Fichte,
bisnieto del autor de los Discursos a la nación alemana, veterano del Baltikum
y de la Alta Silesia. Otros, como Wilhelm Canaris o Wolf Heindrich Helldorf,
figuran entre los conjurados del 20 de julio de 1944. El capitán Ehrardt rompió
con Hitler en 1923. Adversario declarado del nazismo, vivió refugiado en Suiza
durante la Segunda Guerra Mundial. Froedrich Wilhelm Heinz, antiguo miembro de
la OC, había preparado un atentado contra Hitler en 1938. Gerhardt Rossbach por
poco escapó a su ejecución.
Como una buena parte de los alemanes del norte, von Salomon tienen
cierta desconfianza ante los "bebedores de cerveza" de Baviera. Las
"catedrales de luz" de Nuremberg llaman su atención, pero sin hacerle
vibrar. Como Ernst Jünger y los adeptos al "socialismo prusiano",
prefiere guardar las distancias frente a un movimiento que le parece demasiado
plebeyo. Más que un nacionalismo revolucionario, profesa un aristocratismo
rígido. Más tarde diría:
"Consideraba una infame traición al verdadero objetivo el intento de
Hitler de desplazar el acento decisivo del Estado al pueblo, de la autoridad
a la totalidad".
Su hermano, Bruno von Salomon, habría de llegar más lejos. Después
de haber lanzado la revista Der Aufbruch, se uniría al partido comunista
en los últimos años de la República. Su estado espiritual correspondía al de un
cierto número de intelectuales alemanes que, hacia 1930, rompieron
violentamente con la burguesía y que consideraban que una guerra de revancha
contra Occidente solamente podría hacerse con el apoyo de la Unión Soviética.
Estos intelectuales (Ernst Niekisch, Karl-Otto Paetel) formaron parte de los
diversos grupos nacional-bolcheviques que abarcaban desde la "izquierda
nazi" de Strasser hasta el "ala nacional" del KPD (Partido
Comunista Alemán), en muchas ocasiones basculando una y otra vez entre estas
dos grandes formaciones políticas –las llamadas "células bistec"
(pardas por fuera y rojas por dentro) y "células ciruela" (rojas por
fuera, pero de hueso pardo).
A pesar de las ofertas que le son hechas, Ernst von Salomon
rechaza "tener un puesto" en el III Reich. Prefiere retirarse al
"exilio interior", trabajando como experto en manuscritos para la
editorial Rowohlt. "Exilio interior" en donde también se refugiaron
Hans Johst, Ernst Wiechert, Agnes Miegel, Hans Carossa, Emil Strauss, Ernst
Jünger y su hermano Fritz-Georg Jünger, Kolbenheyer y, sobre todo, Hans Grimm,
el autor de Volk ohne Raum ("Pueblo sin espacio").
El 9 de septiembre de 1935, Pierre Drieu La Rochelle llega a
Berlín. Desde allí, escribe a una amiga: "Ayer tarde pude conversar con el
escritor alemán que más admiro: Erns von Salomon, quien pasó varios años en
prisión por la muerte de Rathenau. Habla con mucha fuerza y franqueza. Es algo
bello ver a un hombre más allá de los sucesos. Lo dio todo para crear este
régimen y ha rechazado todos los honores: un verdadero aristócrata. Entre ambos
ha surgido algo así como un fluido cómplice; era fácil percatarse que nos
entendemos el uno al otro". Treinta años más tarde, el nacionalsocialismo permanecía en von
Salomon como un recuerdo indeciso. Poco antes de su muerte, durante una
conversación, celebraba los hechos de armas de las Waffen-SS. Pero subrayó:
"Esos hombres no tenían nada en común con el nazismo".
En El cuestionario, el antiguo cadete imperial se confesaba
incapaz de dar una opinión sobre el extraño "cabo de Bohemia" que fue
capaz de resumir en veinte años la historia de veinte siglos: la lucha por el
poder, el Imperium, el crepúsculo de los dioses: "Ese Führer venido de las
sombras que no encontrará par en la historia". Año 1945. Comienza la depuración. Ernst von Salomon es nuevamente
arrestado, esta vez por los norteamericanos. Se le acusa, por error, de
pertener al Werwolf, la guerrilla nazi que hostigaba al ocupante. Los aliados han creado no menos de 262 comisiones de
desnazificación. Para establecer las responsabilidades exactas de siete
millones de militantes del partido nazi, hacen distribuir doce millones de
ejemplares de un "cuestionario" compuesto por 125 preguntas
detalladas. No responder implica no acceder a la cartilla de racionamiento ni
al permiso de trabajo.
Von Salomon emplea cuatro meses en contestar cada pregunta de
forma extendida, dando forma a un nuevo libro: "El cuestionario". En
él retrata una vez más su pasado, con una tal franqueza que escandalizaría a
numerosos lectores, sobre todo entre las autoridades de ocupación. A su muerte,
el semanario Der Spiegel aun denunciaría su "rabia" y su
"insufrible falta de humildad".
1929: la revuelta campesina
Después de El cuestionario, von Salomon publica La
aldea, su única verdadera novela. El libro se sitúa en la región de Schleswig-Holstein, al norte del
Elba. Dunas, diques, praderas conquistadas al mar. Paisaje de
"polders", como en Frisia y los Países Bajos. País rural, en donde la
llanura (Geest) se opone a los Marschen.. Bajo la República de
Weimar, el pequeño campesinado, arruinado, trabaja únicamente para intentar
sobrevivir. Los precios de los productos industriales aumentan regularmente
cada año, mientras que los productos agrícolas, devaluados, no dejan de bajar.
A comienzos de 1929 estalla la revuelta. Un grupo de campesinos toma el control
de la protesta. El líder se llamaba Klauss Heim, "un hombre grueso, tan
fuerte como uno de sus bueyes con unos pocos cabellos grises asomando del
sombrero que jamás se quitaba".
"-¿Qué hemos de hacer?, preguntaban los campesinos a Klauss
Heim, primero entre los iguales. Y Heim contestaba una y otra vez: -Ayudarnos a
nosotros mismos".
Los nacionalsocialistas aprovechan el suceso para implantarse en
el Norte de Alemania, hasta ahora muy reticente a sus proyectos. El 7 de marzo
de 1929, en el pueblo de Wöhrden, los comunistas tienden una emboscada a un
grupo de "camisas pardas". Del choque resultan 2 muertos y 23
heridos. 6.000 personas acuden a los funerales, entre ellas el propio Hitler
acompañado por el jefe de las SA y el Gaulaiter Lohse. Ese mismo día 500
campesinos se afilian al NSDAP. En las elecciones de julio de 1932, los
nacionalsocialistas obtienen el 76% de los sufragios de la región.
Otro personaje de la novela, Hinnerk, es a la vez
nacionalsocialista y comunista. "Es necesario –dice– establecer como ley
suprema la única ley decente: la camaradería. Hay quien afirma que existe una
camaradería de derechas y otra de izquierdas, una nacionalista y otra
socialista. Yo le pongo etiquetas a las cosas importantes".
En 1960 aparece El destino de A.D. –relato verídico, afirma von
Salomon. A.D. nació en 1901. Oficial de la Reichwehr durante la Primera
Guerra Mundial, fue acusado, erróneamente, de simpatías comunistas. Arrestado y
encarcelado, fue transferido por los nazis a un campo de concentración. Pero en
1945 es nuevamente detenido por los norteamericanos, acusado erróneamente de
colaborar con el III Reich. Nueva condena y nuevo encarcelamiento, seguido de
nueva liberación. Así, durante toda su vida, A.D. no dejó de ser un peón en
actos que nunca había cometido, viviendo "a la sombra de la
historia".
Von Salomon relata la vida de A.D. de un modo frío en impasible,
que en nada recuerda al estilo ardiente de Los réprobos. Y es que, con
el tiempo, ha aprendido a observarse a sí mismo. "Creemos en el instante en que se decide toda una vida,
creemos en la felicidad de las decisiones rápidas", había escrito en Los
réprobos. De hecho, considerado por todos como un hombre de acción, von
Salomon había sido "un observador apasionadamente comprometido". A.D.
no había conocido ninguna de las aventuras en las que participó von Salomon.
Superar el pasado
Sin dejar de acusarse a sí mismo, y siempre a contratiempo, Ernst
von Salomon parece haber tenido una vida excepcional, en
cuanto su propia vida se confunde con los sucesos en los que participó.
Viviendo demasiado tarde o demasiado pronto, encarna perfectamente todas las
contradicciones de la vieja y muerta Alemania imperial. Su existencia fue el reflejo
de una época, y si su persona fue objeto de tantas polémicas es porque se
ha querido ver esa época a través de él.
En su Portaretratos de los aventureros (1965), Roger
Stéphane asocia a Ernst von Salomon con T.E. Lawrence y André Malraux. En él
reconocemos, junto a Ernst Jünger, al mayor escritor alemán del siglo XX.
Dice al final de El destino de A.D.: "Quienquiera que
encuentre hoy en día a A.D., tenga presente que se encuentra ante un hombre
que, durante veintisiete años, ha sido la víctima expiatoria de los pecados de
su tiempo: un hombre que, en medio de los problemas de nuestro pasado no
superado, no ha podido superar su propio pasado. Un hombre de una cierta edad,
discretamente vestido de gris, con un audífono en la oreja derecha, fijo sobre
la gruesa montura de sus gafas. Suele pasear con su perro, un perro de talla
media y de raza indefinible, deteniéndose pacientemente con él en cada esquina
de la calle".
En 1972, Ernst von Salomon había, por fin, superado su propio
pasado. Era un hombre mediado y corpulento, de ojos vivaces y con un eterno
"foulard" gris sobre su camisa.
"Soy un alemán sin Alemania
–decía–, un prusiano sin Prusia, un monárquico sin rey, un socialista sin
socialismo, y también sería un demócrata si tuviese una democracia. La guerra,
la revolución, el combate de las ideas, todo me lo he bebido como el
alcohol".
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