Por Carlos Játiva
Como España hoy, hace unos años,
Ecuador era el país sudamericano que más parte de su presupuesto consagraba al
pago de su deuda soberana.
En 2005, Quito atribuyó el 40%
del presupuesto público al pago de los intereses de la deuda mientras los
gastos de sanidad y educación se reducían al 15%. Se satisfacía primero a los
acreedores extranjeros, en detrimento de las necesidades fundamentales de la
población. Un endeudamiento ilegítimo, una dependencia económica y financiera y
un aumento de las desigualdades constituían las principales características de
aquel Ecuador. Ante ese estado de hechos, en noviembre de 2006, a través de la
vía electoral, los ecuatorianos llevaron a Rafael Correa a la presidencia de la
República. Y con él todo cambió.
Al asumir el cargo en enero de
2007, Rafael Correa preconizó una “Revolución Ciudadana”, no violenta y
democrática, que favoreciera la integración, la solidaridad y la equidad. Para
alcanzar tales objetivos, era necesario asumir el poder a fin de transformarlo
en poder popular, para provocar cambios en las estructuras desiguales
existentes, puesto que el verdadero desarrollo sólo es posible a través de la
modificación de las relaciones en el seno de la sociedad.
Correa decidió optar por la vía
alternativa de dedicar los fondos estatales al gasto social y productivo,
reduciendo de forma significativa la proporción del presupuesto asignada al
pago de la deuda externa, y aumentando considerablemente la inversión humana.
La realización de esta política fue posible gracias, en gran medida, a los
resultados de la auditoría de la deuda externa y al rechazo de las deudas
consideradas ilegítimas. Para lograrlo, Ecuador tuvo que atravesar un camino plagado
de obstáculos.
En el periodo de 1982 a 2006, la
deuda externa en su totalidad (privada y pública) no hizo más que aumentar. Las
ligeras “correcciones” derivadas de las diferentes condonaciones y
renegociaciones nunca llegaron a frenar su vertiginoso ascenso, que pasó de 241
millones de dólares en 1970 a 17.000 millones de dólares en 2006. Representó
como media, en el conjunto del mismo periodo, casi el 61% del producto interior
bruto (PIB). Ecuador padecía entonces una verdadera hemorragia: si se calcula
la diferencia entre las sumas recibidas de los prestamistas extranjeros y las
sumas reembolsadas, se constata que la transferencia neta respecto a la deuda
era negativa.
En ese periodo, más de 13.500
millones de dólares salieron de Ecuador para reflotar a los diferentes
acreedores extranjeros. Así pues, esa lacra se fue transformando en un
instrumento de dominación y de expolio de los países deudores, concebido por y
para los países acreedores y las instituciones financieras internacionales.
Además, Quito transfirió más de mil millones de dólares a los organismos
multilaterales –Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco de
desarrollo de América Latina, Fondo Monetario Internacional– y, sin embargo, su
deuda aumentó.
Los intereses de la deuda
representaban, en 2004, el 145% de los ingresos fiscales petroleros y, en 2006,
el 200%… Si esta tendencia se hubiera mantenido, Ecuador hubiera agotado sus
reservas petroleras en 25 años sin haber invertido esa riqueza en apoyar su
desarrollo. Por otra parte, sólo el 14% de las sumas prestadas entre 1989 y
2006 se utilizaron para proyectos de desarrollo (agua potable, energía,
irrigación, transportes, telecomunicaciones, infraestructura social y apoyo a
las empresas). El 86% restante sirvió para devolver el capital y los intereses
de la deuda externa.
El presidente Rafael Correa se
comprometió a poner fin a semejante círculo vicioso del pago de la deuda y de
acuerdos para la refinanciación de todo tipo. Para ello, creó la “Comisión para
la Auditoría Integral del Crédito Público” (CAIC) el 7 de julio del año
siguiente. El Gobierno pretendía de ese modo impulsar la identificación de las
deudas ilegítimas, tanto con los acreedores multilaterales (BM, FMI, BID) como
con los acreedores bilaterales. En base a los resultados de la auditoría,
Ecuador renegociaría entonces el pago de la deuda externa. Decidió no pagar las
deudas que no hubieran beneficiado a la población o que se hubieran contraído
de forma fraudulenta, y emprender acciones jurídicas contra los responsables de
la situación de endeudamiento.
La posición de Correa fue clara:
la deuda externa se pagará en la medida en que no afecte a las prioridades del
desarrollo nacional. Posición que no excluye la opción de una moratoria si la
situación económica lo exige. El Gobierno se posicionó así como “país acreedor”
frente a una deuda ya ampliamente pagada y de la cual una buena parte era
ilegítima, lo que justificaba su no devolución.
Un ejemplo de deuda ilegítima fue
la decisión del Gobierno noruego de anular la deuda ecuatoriana. A finales de
los años 1970, la industria noruega de construcción naval se encontraba en mala
situación. Oslo decidió poner en marcha una “Campaña de exportación de navíos”
y se aprobaron numerosos préstamos sin considerar la realización efectiva de
los proyectos previstos ni la capacidad de reembolso de los países deudores. De
los 36 proyectos concluidos con 21 países, sólo dos consiguieron satisfacer su
deuda. Ecuador fue uno de los países que no llegó a hacerlo. Gracias a la
presión de activistas por la anulación de la deuda tanto en Noruega como en
Ecuador, el Parlamento y el Gobierno noruegos terminaron por tomar conciencia
de que tales actuaciones eran inadmisibles. El 2 de octubre de 2006, el
ministro noruego de Desarrollo Internacional anunció la anulación de la deuda
para los países que, como Ecuador, aún debían entonces 36 millones de dólares.
Las renegociaciones con los
acreedores internacionales habían empezado en 1983 cuando la deuda comercial de
las empresas privadas ecuatorianas pasó a ser responsabilidad del Estado, ya
que éstas no tenían recursos para cumplir con sus obligaciones económicas (como
pasa hoy en España con los bancos). El proceso de renegociación conoció
diversas peripecias, pero las cosas no cambiaron realmente hasta que, en 2007,
siete meses después de su elección, el presidente Correa decidió crear la CAIC.
Las conclusiones mostraron que numerosos préstamos habían sido concedidos
violando reglas elementales del derecho internacional.
Como ocurre hoy en Grecia, en
Portugal o en España, esas condiciones de crédito aceptadas obligaron a Ecuador
a iniciar reformas estructurales que garantizaran modelos de pago de la deuda,
en detrimento del crecimiento económico y de los derechos sociales de la
población.
Se llegó así a la sexta
renegociación, en noviembre de 2008. Quito decidió suspender el pago de títulos
de deuda con fecha de vencimiento, algunos para 2012, y otros para 2030. Rafael
Correa propuso una reestructuración de la deuda, no por falta de dinero, sino
porque existían indicios de ilegitimidad y de ilegalidad de la deuda. El
Presidente Correa señaló que la renegociación debía tener en cuenta, no sólo
las exigencias de los acreedores, sino también las demandas del Gobierno,
tomando ante todo en consideración las posibilidades de pago del país,
únicamente después de haber satisfecho las necesidades sociales del pueblo.
En junio de 2009, Ecuador
consiguió readquirir títulos de deuda por valor de 3.200 millones de dólares
por sólo 900 millones de dólares, es decir, con una reducción de entre un 65% y
un 70% de su valor. Si tenemos en cuenta los intereses que Ecuador ya no tendrá
que pagar, puesto que ha comprado títulos que vencen en 2012 y en 2030, el
Tesoro Público ahorró en torno a 7 280 millones de dólares para los próximos 21
años. Esto ha permitido encontrar nuevos medios financieros y aumentar el gasto
social en la sanidad, la educación, la ayuda social y el desarrollo de
infraestructuras de la comunicación.
Como consecuencia, la deuda de
Ecuador descendió de 17.475 millones de dólares en 2008 a 13.686 millones en
mayo de 2011, lo que representa una reducción de 3.789 millones de dólares. El
saldo de la deuda externa pública fue restablecido a 8.705 millones, mientras
que el de la deuda privada quedó en 4.981 millones.
Esta actitud original y soberana
del Gobierno responde a preceptos precisos inscritos en la nueva Constitución
ecuatoriana aprobada por sufragio universal en septiembre de 2008. En especial,
el artículo 290 somete todo endeudamiento futuro a las siguientes reglas:
1. Se recurrirá al endeudamiento
público sólo cuando los ingresos fiscales y los recursos provenientes de la
cooperación internacional sean insuficientes.
2. Se velará para que el endeudamiento público no afecte a la soberanía, los derechos, el buen vivir y la preservación de la naturaleza.
3. Con endeudamiento público se financiarán exclusivamente programas y proyectos de inversión para infraestructuras, o que tengan capacidad financiera de pago. Sólo se podrá refinanciar deuda pública externa, siempre que las nuevas condiciones sean más beneficiosas para Ecuador.
2. Se velará para que el endeudamiento público no afecte a la soberanía, los derechos, el buen vivir y la preservación de la naturaleza.
3. Con endeudamiento público se financiarán exclusivamente programas y proyectos de inversión para infraestructuras, o que tengan capacidad financiera de pago. Sólo se podrá refinanciar deuda pública externa, siempre que las nuevas condiciones sean más beneficiosas para Ecuador.
La no devolución de la deuda
decidida por Rafael Correa, le ha permitido a Ecuador ahorrar casi 7.000
millones de dólares (intereses incluidos), que se han reinvertido en el ámbito
social.
Por otra parte, entre 2006 y
2011, el porcentaje del presupuesto estatal dedicado a la devolución de la
deuda pasó del 24 al 7%, mientras que el relativo a los gastos sociales aumentó
del 12 al 25%. Además, el crecimiento del PIB alcanzó una media del 4% desde
2006 y de un 7,8% en 2011, lo que permitió financiar el aumento de los
salarios, las pensiones y la mejora general de las condiciones de vida.
En mayo de 2010, a raíz de un
encuentro con el ex primer ministro griego Yorgos Papandreu, Rafael Correa le
aconsejó, pero en vano, que Atenas dejase de pagar su deuda. Le explicó en
términos simples pero significativos: “Es la lógica financiera: te caíste, me
pagas más y más caro. Cuando la lógica del desarrollo tendría que ser: te
caíste, pues te levanto y después ya veremos cómo nos arreglamos”. Reiteró este
consejo el 8 de octubre de 2011 a los países europeos afectados por la “crisis
de la deuda”, que no es más que un pretexto para la implementación de políticas
austeritarias.
Si analizamos las medidas
regionales, coherentes con las políticas mencionadas, se puede destacar que en
marzo de 2007, siete países de UNASUR (Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador,
Paraguay, Brasil y Uruguay) decidieron restablecer márgenes de maniobra creando
el Banco del Sur, una institución financiera que dispondrá de una parte de las
inmensas reservas –entre 7.000 y 20.000 millones de dólares– para el desarrollo
del continente.
Y Ecuador añadió otros dos
pilares a la nueva arquitectura financiera regional con la Declaración de Quito
de mayo de 2007. Propone la creación de un fondo de estabilidad regional, el
Fondo del Sur, y una unidad de cuenta común que abra el camino a la futura
unión monetaria sudamericana. De ahí el SUCRE, o Sistema Unitario de
Compensación Regional de Pagos, boceto de una moneda común.
Tras cinco años de Revolución
Ciudadana, Ecuador ha logrado encontrarse por primera vez en una situación que
le permite realizar una distribución adecuada de la renta y la riqueza,
promover la producción nacional, la integración regional, el respeto a los
derechos de los trabajadores y la estabilidad económica.
Aunque todavía quedan objetivos por alcanzar, las cifras de la revolución productiva y económica son reveladoras de un cierto optimismo. El paro y los contratos precarios se han reducido, la pobreza ha disminuido. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Ecuador es el segundo país de la región que más ha reducido su índice de pobreza, que ha caído 9 puntos situándose en un 28,6%. En 2011, 650.000 personas salieron de la pobreza.
Gracias al crecimiento económico
y a la gestión responsable de las finanzas, la deuda pública en relación al PIB
ha descendido a su nivel más bajo en la historia. En octubre de 2011, se
situaba en un nivel del 22% (14% de deuda externa y 8% de deuda interna).
Ecuador ha conseguido imponerse a la deudocracia. Y ya no está en venta.
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