viernes, 9 de enero de 2015

LOS INICIOS DEL NACIONAL-SINDICALISMO

Por Ceferino Maestú


La maduración del movimiento obrero español, en manos de socialistas y anarquistas, desde 1917, su peso en la dictadura del General Primo de Rivera, su poder decisorio para la proclamación de la República, indudablemente debieron causar serio impacto en un hombre tan sensible a los movimientos populares como Ledesma Ramos.

Unos años antes de la República, Ramiro, que trabaja como funcionario de Correos y que sigue estudiando Ciencias y Filosofía, siente la íntima e inquietante llamada  de la política. Pero, como cuenta Santiago Montero Díaz, en el prólogo a los Escritos Filosóficos, sólo “...a fines del año 1930 se verifica la honda y decisiva transformación” del que habría de ser el fundador de las JONS. A partir de entonces “...impone un fuerte viraje a su vida y se lanza a la acción política”. “Al comenzar el año 1931 —sigue diciendo Montero Díaz— enarbola en  La Conquista del Estado la bandera inicial de un movimiento que, a final del año, habría de bautizar con una expresión de afortunada novedad: nacional-sindicalismo”.

En el libro ¿Fascismo en España?, que el propio Ramiro escribe con el seudónimo de Roberto Lanzas, en 1935, después de su separación de Falange, se cuenta: “Apenas proclamada la República, inició una oposición violentísima contra el Gobierno provisional, (se refiere a La Conquista del Estado), atacándole por su espíritu demoburgués, antimoderno, y por su indiferencia, por su insensibilidad ante los problemas históricos de signo nacional verdadero. A la vez, naturalmente, el periódico era anticomunista, si bien escrutando con toda fijeza las líneas que postulaban una salida social subversiva —por ejemplo, la CNT— en busca apasionada de coincidencias que le permitieses enlazar con alguien sus esfuerzos”.

La Conquista del Estado empezó a publicarse el 14 de marzo de 1931, la II República Española se proclama el 14 de abril del mismo año, es decir, un mes después.

En el verano de 1931 —sigue contando Ramiro—, la única fuerza disconforme en el Gobierno provisional, que podía representar para este un verdadero peligro, era la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT.

“Del 10 al 14 de junio de ese año, a los dos meses de proclamada la Repúbli ca, celebró la CNT, un Congreso extraordinario en Madrid, en el antiguo Teatro de la Princesa.  Muchos asignaban a ese Congreso trascendencia decisiva para la Revolución”. La verdad es que, efectivamente, la CNT representaba entonces y polarizaba la ascensión revolucionaria pero ese Congreso se realizó de un modo atropellado (comentado con Guillén Salaya este pasaje de Ramiro, añadió Guillén —que aquello fue un “congreso babélico”—, para dar a entender que nadie se entendía), y puso a la vez al desnudo —sigue diciendo Roberto Lanzas— la penuria táctica de ese formidable organismo,  La Conquista del Estado, cuyo norte social y nacional difería en absoluto de las directrices cenetistas, vio sin embargo, en la CNT, la palanca subversiva más eficaz de aquella hora, libre asimismo, de in flujos bolcheviques por la oposición anarco-sindicalista a la doctrina del marxismo.

“En muy variadas ocasiones, demostró el periódico su afán de ayudar de flanco a las luchas y las consignas diarias de los sindicalistas. Así, por ejemplo, dedicó planas enteras a las sesiones del Congreso, publica interviús con sus líderes más destacados, etc. El número de La Conquista del Estado aparecido el 13 de junio, en pleno Congreso sindical estaba dedicado, por mitad a la campaña anti-separatista, y a la difusión y comentario de aquella asamblea”.

“Los redactores del periódico tuvieron ese día la satisfacción de asistir desde uno de los pisos altos a la sesión, y ver en la mayor parte de las manos de los congresistas ejemplares de La Conquista del Estado, que se vendía a la entrada. Ese hecho —añade Ramiro— fue advertido por muchos y comentadísimo en Madrid”.

“El propósito táctico de enlazar con su flanco, de un modo transitorio, las luchas del grupo con las desarrolladas por la CNT, era pues —se sigue leyendo en el libro de ‘Roberto Lanzas’— una realidad... El incremento social del periódico era evidente, y esa evidencia llegaba también a la Dirección General de Seguridad, que forzó al mismo ritmo la acción gubernamental contra el semanario”.

Edificio de la Telefónica

“Entonces —sigue diciendo Ramiro—, primera semana de julio de (1931), tuvo lugar la famosa huelga de la Telefónica, primera acometida revolucionaria que se desencadenó contra el timorato Gobierno provisional. Pudo ser, en efecto el camino de la toma del Poder por los Sindicatos y el ensayo a fondo, de la revolución social española. La Conquista del Estado encontró en la huelga motivo de agitación contra el pulpo capitalista yanqui, aposentado en la Compañía Telefónica. De ahí que no ahorrase esfuerzo alguno en favorecer la huelga, aun sabiendo de sobra el director (del periódico) que tras de ella existía un propósito y un plan subversivos para derribar al Gobierno provisional.

Éste, tanto por miedo a las represalias del capitalismo estadounidense como por miedo a dicha subversión revolucionaria, se encontraba nerviosísimo ante el desarrollo de la huelga.

“Los sindicalistas que formaban el Comité encargado de dirigir el conflicto, tenían la seguridad de que su misión histórica era servirse de él como palanca revolucionaria. A estos efectos buscaban colaboraciones, armamentos, y recibían y aceptaban los ofrecimientos múltiples que se les hacían desde los más variados sectores, no era menor el de la misma Policía”.

“Pero la CNT no contaba con un equipo de diez o doce hombres con capacidad de conductores, ni de organizadores triunfales de la revolución, entonces ya casi madura, pues se daban las circunstancias favorables de un régimen sin constituir, ingenuo y con defensas fáciles de vulnerar por múltiples puntos. La CNT, no contaba más que con esa capacidad elemental y primitiva, muchas veces heroica de sus militantes, pero sus hombres, por vicio y defecto inexorable de la ideología anarco-sindicalista eran entonces, y lo han sido siempre, en absoluto incompatibles con una técnica revolucionaria eficiente.”

“El fracaso de la huelga de la telefónica marca el descenso o por lo menos, la paralización revolucionaria de la CNT en 1931. Muchos de sus dirigentes se convencieron entonces  de la impotencia cenetista para vencer al Gobierno provisional. Así lo confesaron, en la redacción del periódico, dos o tres de ellos. Para La Conquista del Estado, dicha huelga supuso, asimismo, un grave quebranto. No de lectores ni de eficacia, que en eso aumentó, sino económico y represivo. Económico, porque diversas acciones y actividades con motivo de la huelga y de la campaña contra la Telefónica, debilitaron la caja del periódico en unas cinco mil pesetas. Y represivo, porque, en vista de la violencia con que se efectuó esa campaña, enlazándola naturalmente con la traición del Gobierno, que favorecía de un modo lacayuno los intereses yanquis, se dispuso la Dirección de Seguridad a acabar con el semanario. Además del encarcelamiento de Ledesma, lo que es lógico supusiese grave contratiempo, se recogía el periódico de una manera sistemática llevándolo la misma Policía al fiscal. Cinco semanas seguidas fue procesado el director por diversos títulos, siempre relacionados con la Telefónica o con los separatistas.”

Efectivamente, las consecuencias para al incipiente movimiento fueron buenas y malas, como dice Ramiro. Malas porque aquella adhesión a la huelga revolucionaria representó persecución y quebranto económico, pero buenas, sin duda alguna, por que vinculó a los hombres de Ledesma Ramos al movimiento obrero más intransigentemente revolucionario, y a sus dirigentes, de lo que se deducirá la posterior incorporación militante a las JONS de hombres como Olalla, Sinforiano Moldes, Juan Orellana y Nicasio Álvarez de Sotomayor, que tan activo y destacado papel habían jugado antes en la CNT.

El 25 de julio, la policía intervino la edición de  La Conquista del Estado cuando ya iban 2.000 ejemplares, pero los camaradas saltaron la tapia por detrás del edificio, y se los llevaron. Se suspendió la salida del periódico y sólo pudo reanudarse el 3 de octubre de 1931.

Convencido Ramiro de la necesidad de promover algo más que un periódico político, el 10 de octubre de 1931 dio a conocer la fundación, con seis amigos y con los colaboradores que le quedaban del periódico, de un movimiento político que bautizó con el nombre de Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista.

El 30 de noviembre siguiente presentaron los estatutos jonsistas en la Dirección General de Seguridad, y se iniciaba así una nueva etapa. En la anterior, los sindicatos obreros se acercaron a las JONS y al grupo fundador; en ésta, serán los jonsistas los que abran camino propio y se apresten a la competencia revolucionaria. Al iniciar esta etapa, las JONS de Ramiro Ledesma contaban sólo con nueve militantes.

Del libro La Falange y los Sindicatos Obreros

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