jueves, 8 de enero de 2015

MUSSOLINI Y LA ESPADA DEL ISLAM

Por Claudio Mutti


En un ensayo sobre “el expansionismo islámico”, publicado en una revista católica integrista se decía lo siguiente: “Una mención especial merece la Mezquita de Roma, cuya solicitud de construcción llegó a Mussolini del entonces Shah de Persia. Se dice hoy que la respuesta de Mussolini habría sido que el permiso se concedería sólo una vez que se hubiese autorizado la construcción de una iglesia en La Meca. Pero una famosa foto de Mussolini, que lo muestra empuñando la espada del Islam hace aguas esta leyenda. Parece que el personaje no se había en absoluto opuesto a la construcción de una mezquita en Roma y que sólo la enérgica intervención de Pío XII, “consternado”  por la noticia, hubiera hecho naufragar tal veleidad.”

La información, tomada de un artículo del Turkish Daily News del 25 de octubre de 2000 (mencionado en las notas), coincide en lo esencial con lo que nos dijo en el año 1978 un funcionario del Centro Cultural Islámico de Italia, el príncipe afgano Hassan Amanullahi: El Duce le habría afirmado que estaba entusiasmado por la idea de erigir una mezquita en Roma, pero la presencia del poder clerical representaba un obstáculo insuperable. (El Príncipe Amanullahi resaltaba la postura pro-islámica de Mussolini en contraste a la de Almirante (Giorgio Almirante, 1914-1988, político neofascista italiano, N.d.T.), quien entonces (en los ´70) se opuso a la construcción de la mezquita de Monte Antenne, porque creía que se convertiría en una cueva de “extremistas palestinos”).

Según Franco Cardini, colaborador de un estudio de Enrico Galoppini sobre la relación del Fascismo con el Islam, el interés de Mussolini por el Islam podría tener “sus raíces más lejanas y auténticas en las célebres páginas de elogio al Islam escritas por Nietzsche “(1). La hipótesis de Cardini trae a la mente una carta del mismo Mussolini en el que se veía manifiesto su interés simultáneo en Nietzsche y en el Islam. En abril de 1913, de hecho, el editor de “Avanti!” (Mussolini, N.d.T.) respondió a una invitación de la escritora anarquista Leda Rafanelli, diciéndole que pronto la visitaría y que juntos leerían “Nietzsche y el Corán” (2). Leda Rafanelli (Pistoia 1880 – Génova, 1971), como también señaló Renzo De Felice, era una “escritora libertaria seguidora de la religión musulmana” (3), que se había convertido al Islam durante su estancia en Egipto, más o menos en el mismo periodo en el que operó en El Cairo otro ex anarquista convertido a su vez al Islam: Enrico Insabato, quien después sería asesor del gobierno Fascista en asuntos islámicos. Por consiguiente, era Rafanelli, como se desprende de las cartas que Mussolini le escribió publicadas por ella después de la guerra, la primera fuente de información fiable de la que Mussolini sacó sus conocimientos sobre el Islam. Otra mujer, con mucha más autoridad que Rafanelli, también discutiría veinte años más tarde del Islam con Mussolini. Sería la “Sharifa de Massawa,” Haleuia el-Morgani, descendiente del Imam Ali y maestra (Shaykha) de una confraternidad iniciática del Islam, la Tariqa Khatmiyya. Una vez recibida por el Duce junto a otros dignatarios musulmanes, la “Sheriffa de Massawa,” autoridad islámica prominente en el este de África, declararía públicamente: “Desde que Allah ha querido que el Duce asumiese la protección y la defensa del Islam, también la Tariqa ha asumido una mayor importancia en el contexto de la vida religiosa del Imperio. Nadie ha sido tan generoso y noble conmigo y con mi religión como lo fue el Duce. Dijo que estaba feliz y afortunado de conocer en mí a la Sharifa descendiente del Profeta Muhammad, que Allah le bendiga y le guarde. El Duce se encuentra en el corazón de los musulmanes de todo el mundo, porque es justo, valiente y decidido; y por defender su fe.”

Desde el principio de su política exterior, el gobierno fascista había expresado la intención de establecer o desarrollar las relaciones de Italia con los países musulmanes, y no sólo con los del Mediterráneo y el este de África. En octubre de 1923, el Duce quería enviar una misión a Afganistán liderada por Gastone Tanzi y Luigi Piperno (4), quienes debían estudiar un plan de asistencia mutua y al mismo tiempo tratar de atraer a la órbita fascista al Emir reformador Amanullah, reacio a recurrir a los expandidos vecinos británicos y soviéticos.

Sin embargo, hasta 1930 el gobierno fascista no era capaz de jugar una “política islámica” totalmente autónoma, por la sencilla razón de que la política exterior de Roma hacia los países musulmanes dependía del desempeño de las relaciones de Italia con Gran Bretaña. Además, la “reconquista” de Libia, en curso en esos años, dificultó el enfoque político de Italia hacia el mundo musulmán. Por último, la influencia de las tendencias conservadoras dificultaba una política exterior revolucionaria en la que estarían vivos los elementos fascistas más dinámicos.

Fue entre 1930 y 1936 que las políticas islámicas de Italia asumieron un perfil más independiente y un carácter más activo. En 1930 se inauguró la Feria del Levante en Bari. En 1933 y 1934 se llevaron a cabo en Roma, bajo el patrocinio del GUF (Gruppo Universitario Fascista, N.d.T.), dos conferencias de los estudiantes asiáticos. En mayo de 1934, Radio Bari comenzó a transmitir en árabe. El 18 de marzo 1934 Mussolini había dicho: “Los objetivos históricos de Italia tienen dos nombres: Asia y África. Sur y Este son los puntos cardinales que deben despertar la voluntad y el interés de los italianos (…) Estos nuestros objetivos tienen su justificación en la geografía y en la historia. De todas las grandes potencias de Europa Occidental, la más cercana a África y a Asia es Italia. Que nadie malinterprete el alcance de la tarea secular que yo asigno a esta generación de italianos y a las generaciones futuras: No se trata de conquistas territoriales, que sea esto comprendido por todos, cercanos y lejanos, sino de una expansión natural, que debería traducirse en la colaboración entre Italia y las naciones del Oriente próximo (…) Italia podrá hacer esto. Su lugar en el mar Mediterráneo, que está reanudando su función histórica de vínculo entre el Este y el Oeste, le da este derecho y le impone este deber. No tenemos la intención de reclamar monopolios y privilegios, pero pedimos y deseamos que los apoltronados, los satisfechos, los conservadores, no se empecinen en frustrar desde todas partes la expansión espiritual, política y económica de la Italia fascista.”

En el marco de esta nueva política exterior se incluye la creación en El Cairo en junio de 1935  de la Agencia de Egipto y el Oriente, la cual, además de las funciones ordinarias de una agencia de prensa, desarrollaba actividades de penetración en el mundo de la información en árabe subvencionando periódicos y periodistas. También el nacimiento del Instituto de Oriente “forma parte del debate que atravesó aquellos sectores de la intelectualidad nacional  interesados ​​en los asuntos orientales o más precisamente coloniales” (5).

La siguiente fase de la política islámica del Fascismo comienza en 1937, año en el que Mussolini visita Libia, donde entra en mezquitas, rinde homenaje a la tumba del mujjahid Sidi Rafá, empuña la Espada del Islam (6), recibe los elogios de las autoridades islámicas (7) y en el discurso de la Piazza del Castello proclama su parte: “La Italia fascista se propone garantizar a las poblaciones musulmanas de Libia y Etiopía, la paz, la justicia, la prosperidad, el respeto a las leyes del Profeta y también quiere mostrar su simpatía hacia el Islam y los musulmanes de todo el mundo.” Sin embargo, incluso aún en esta etapa, de acuerdo con De Felice, “para Mussolini y Ciano la carta árabe continuó siendo considerada como moneda de cambio en el caso de que se hubiera abierto una brecha en las negociaciones efectivas para un acuerdo general sobre el Mediterráneo entre Roma y Londres, tanto es así que, a raíz de las esperanzas suscitadas por la conclusión de los “Acuerdos de Pascua”, Roma inmediatamente congeló la ayuda a los movimientos anti-británicos en Oriente Medio y moderó el tono en las transmisiones de radio de Bari “(8).

Después de entrar en guerra, la política islámica de Italia asumirá en la estrategia mussoliniana “un valor permanente y no meramente instrumental” (9), caracterizándose y localizándose esencialmente en relación con el Oriente Medio, al igual que en África del norte la conducta italiana será siempre, a pesar de las mejores intenciones del Fascismo, desaprobada por Hitler en su testamento político en los siguientes términos: “El aliado italiano (…) nos ha impedido llevar a cabo una política revolucionaria en África del Norte (…) porque nuestros amigos islámicos de repente vieron en nosotros a cómplices, voluntarios o involuntarios, de sus opresores “(10).

Por lo tanto, en el curso de los años treinta la relación entre el Fascismo y el Islam se consolida considerablemente. La propaganda fascista de aquellos años nos demuestra, de hecho, toda una serie de posiciones que van desde el filo-islamismo pragmático y determinado por razones geopolíticas hasta la afirmación de una afinidad doctrinal entre el Fascismo y el Islam. A tal propósito, junto a algunos hechos aislados pero significativos, como la aparición de un libro en el que Gustavo Pesenti (ex comandante del contingente italiano en Palestina) asigna a Italia una función mediterránea de “Potencia islámica” (11), son especialmente numerosas y continuas las intervenciones en la “Vita Italiana” (dirigida por Giovanni Preziosi) a favor de una estrecha solidaridad entre el Fascismo y el Islam. En la revista de Preziosi, Giovanni Tucci relanza la fórmula de Essad Bey, según la cual “el Fascismo puede, en cierto sentido, ser considerado el Islam del siglo XX” (12) y agrega: "el ofrecimiento de la espada del Islam al Duce es el documento más probatorio de que el Islam ve en el Fascismo algo parecido, un cierto punto común con sus propios puntos de vista. (…) El Fascismo ha orientado su propia política hacia una dirección de sana y atenta consciencia, respetando y protegiendo las creencias, las tradiciones, usos, costumbres. (…) Sensata política que poco a poco se ganó la simpatía y la atención de todo el mundo islámico (…)  El Islam es dirige hacia la luz de Roma convencido como está del poder y la sabiduría de la nueva Italia fascista por un deseo del alma, agradecido por la gran comprensión que es el respeto a las leyes del Profeta, la tradición de los antiguos" (13). Con “Fascismo e Islamismo”, publicado en Trípoli (Libia) en 1938, Gino Cerbella otra vez propone la misma tesis. Y en septiembre de 1938, en su mensaje dirigido a la “Internacional Fascista” de Erfurt, el Presidente de la CAUR Eugenio Coselschi está recordando entre otras cosas la “sabiduría del Corán” en contraposición a la “nefasta doctrina que propone el sometimiento de todas las Naciones y de todas las razas a la tiranía de una única raza sujeta a los requerimientos del Talmud” (14). Se hacen cada vez más frecuentes, durante la década de los años treinta, las referencias a una “constructiva colaboración entre dos fuerzas espirituales invaluables como el Fascismo y el Islamismo” (15)

Entre los que, en el lado italiano, trabajaron específicamente para el propósito de dicha colaboración, recordamos aquí sobre todo, dos personajes: Enrico Insabato y Carlo Arturo Enderle. El primero había sido Director de la revista italo-árabe “Il Convito” – “An-Nâdî”, salida en el Cairo a partir de 1904 a 1907, en la que habían aparecido escritos inspirado por el Sheij Abd er-Rahmân al-Illaysh Kabîr (16), el iniciador de René Guénon al sufismo. Fiel a su vocación como mediador entre Italia y el mundo musulmán, el Dr. Enrico Insabato continuará incluso durante los años de guerra mundial intentando conectar el Fascismo al Islam. En abril de 1940, un artículo en el nº 1 de la revista “Albania” concluye con estas palabras: “el Islam albanés (…) Por lo tanto debe ser considerado dentro de su justo valor, hoy que Italia (…) ha sabido que, con el atractivo de la figura titánica de Benito Mussolini, respira en todos los seguidores del Profeta confianza, esperanza y expectativa “. Una de sus obras, publicada en Roma en el año siguiente, lleva este significativo título: “L’Islam vivente nel nuovo ordine mondiale” (El Islam vivo en el Nuevo Orden Mundial)

El Prof. Carlo Arturo Enderle (Ali Ibn Giafar) nació en Roma en 1892 de padres rumanos y musulmanes. Profesor de psiquiatría en la Universidad real de Roma, neurólogo consultor de la ONB, ex oficial médico, “fue uno de los más eficientes contactos secretos italianos que trabajó con los representantes del nacionalismo árabe y del mundo islámico” (17). Las relaciones del gobierno fascista con los nacionalistas sirio-palestinos Shekib Arslan y Ihsân al-Giabri, con el Secretario General del Congreso Pan-Islámico Sayyid Ziyâ ed-Dîn Tabatabai y con el Muftí de Jerusalén Hâj Amîn Hussaynî, habían sido tratados inicialmente por el profesor Enderle y su cercano colaborador, el musulmán indio Iqbal Shedai.

La posición filoislámica de los intelectuales fascistas fue ampliamente correspondida por parte musulmana. El mayor poeta musulmán de la India y padre espiritual de Pakistán, Muhammad Iqbal (1877-1938), que en 1932, antes de presidir el Congreso Musulmán en Jerusalén, había sido recibido por el Duce y mantuvo un discurso en la Academia de Italia, ve en el Fascismo una fuerza de lucha contra a los enemigos del Islam y dedica un poema a Benito Mussolini, quien “sin piedad dejó al descubierto los secretos de la política europea”. Hablando de la regeneración de Italia bajo la bandera del Fascio Littorio, en 1935, Iqbal dice: “la nación heredera de Roma, las formas antiguas, se ha renovado y está renacida, joven. En el espíritu del Islam vibra hoy la misma ansiedad”. En 1938 canta la derrota definitiva del materialismo clasista “dentro de las antiguas murallas de la gran Roma” y celebra la reaparición del imperio: “en la estirpe de César reapareció el sueño Imperial de César”.

Pero la postura más autorizada a favor de la acción conjunta del Islam y el fascismo fue expresada constantemente por el gran muftí de Jerusalén, Hâj Amîn Hussaynî . La famosa fotografía de él visitando el “Covo” de Via Paolo da Cannobio, el 17 de abril de 1942, es el emblema de una actividad culminada con la proclamación de la yihàd y con el establecimiento de divisiones militares musulmanas que combatieron al lado de Italia y Alemania (18).

Notas:

1. F. Cardini, Introduzione a: E. Galoppini, Il Fascismo e l’Islam, Edizioni all’insegna del Veltro, Parma 2001, p. 5. Sulla presenza dell’Islam nell’opera di Nietzsche, cfr. C. Mutti, Avium voces, Edizioni all’insegna del Veltro, Parma 1998, pp. 43-66.

2. L. Ravanelli, Una donna e Mussolini, Rizzoli, Milano 1946, p. 24.

3. R. De Felice, Mussolini il rivoluzionario. 1883-1920, Einaudi, Torino 1965, p. 136 nota

4. La misión falló debido a un escándalo provocado por Piperno, que intentó seducir a una mujer afgana. Piperno fue asesinado a balazos cuando estaba en la terraza de la legación italiana en Kabul, mientras sobre el grupo de italianos se vertió la indignación popular.

5. M. Giro, L’Istituto per l’Oriente dalla fondazione alla seconda guerra mondiale, in “Storia contemporanea”, a. XVII, n. 6, dicembre 1986, p. 1139.

6. A la pregunta que algunos se han planteado sobre el destino de la Espada del Islam donada a Mussolini, la respuesta fue dada por Donna Rachele (la esposa del Duce, N.d.T.) en una entrevista publicada póstumamente hace tres años: la Espada del Islam, que il Duce conservaba en una caja de cristal en Rocca delle Caminate, fue democráticamente robada durante la ausencia de Mussolini, cuando la Rocca fue devastada por antifascistas. “Se llevaron todo (…) incluso la cuna de Romano  (Romano Mussolini, hijo del Duce – N.d.T)” (L. Romersa, Benito e Rachele Mussolini nella tragedia, in “Storia Verità”, a. III, n. 17, sett.-ott. 1994, pp. 2-8).

7. El Cadi de Apollonia dio este discurso: “Alabado sea Dios, que ha infundido el secreto del genio en los hombres de Su elección, que ellos desarrollan su grandeza, superior a cualquier concepción humana, y que a través de este evento podemos llegar a glorificar la Divinidad. Oh Duce, tu fama ha logrado todo y todo el mundo y sus virtudes son cantadas por los vecinos y por los lejanos. Tu visita a la tumba del compañero del Profeta, con él las bendiciones y la paz, hacia la cual el injerto en lugar de veneración de los corazones de todos los musulmanes, duplica nuestra gratitud para tí y revela otra cara de tu grandeza, que conecta con los espíritus de los grandes de todas las épocas. El gran Creador que ha revelado el secreto de Italia en el camino que conduce al poder y la gloria y que inspira sentimientos de afecto y bien para los musulmanes, así como la observancia de sus tradiciones religiosas, convertir nuestras oraciones en humilde recuerdo de aquellos que sienten su poder y que cree fervientemente en su infinita misericordia porque te proteja, te preserve, y te dan para explicar a el mundo entero el nivel de paz y amistad” Y el Cadi de Bengazi: "Bienvenido, oh Duce, en esta ciudad fiel y en este antiguo templo. Los musulmanes de este país, que han seguido con profunda admiración la senda triunfal recorrida de la Italia fascista bajo su dirección y que servían a sus órdenes con lealtad y devoción, estamos sinceramente agradecidos por esta visita fausta que confirman su simpatía por los libios y el respeto a su religión. Me siento realmente orgulloso de renovar, en nombre de todos, en el umbral de este lugar sagrado, la promesa absoluta de fidelidad, invocando el Señor Todopoderoso y generoso porque asiste en la dirección de Italia en el camino de mayor grandeza. Te da a ver creado su voluntad de llevar al país a un nivel más alto en todos los campos, con el fin de ofrecer al mundo un ejemplo de cómo Italia puede hacer por el bien de los pueblos que recibe en su regazo en el marco del signo del Littorio, un símbolo de justicia y de humanidad"

8. R. De Felice, Il Fascismo e l’Oriente. Arabi, ebrei e indiani nella politica di Mussolini, Il Mulino, Bologna 1988, p. 21.

9. R. De Felice, Op. cit., ibidem.

10. Le testament politique de Hitler, a cura di H.R. Trevor-Roper, Paris 1959, p. 61. Cfr. C. Mutti, Il nazismo e l’Islam, Barbarossa, Saluzzo 1986 e S. Fabei, La politica maghrebina del Terzo Reich, Edizioni all’insegna del Veltro, Parma 1988.

11. G. Pesenti, In Palestina e in Siria durante e dopo la Grande Guerra, Milano 1932, p. 12.

12. Essad Bey, Maometto, Firenze 1935, p. V.

13. G. Tucci, Il Fascismo e l’Islam, in “La Vita Italiana”, maggio 1937, pp. 597-601.

14. R. De Felice, Op. cit., p. 20, nota 12. Sui CAUR e i congressi di Erfurt cfr. M. Ledeen, L’internazionale fascista, Laterza, Bari 1973 e I. Motza, Corrispondenza col Welt-Dienst, Edizioni all’insegna del Veltro, Parma 1996.

15. P. Balbis, rec. di G. Caniglia, La Tarica Katmia, in “Bibliografia fascista”, 1939, p. 194.

16. Biografia in: Michel Vâlsan, L’Islam e la funzione di René Guénon, Edizioni all’insegna del Veltro, Parma 1985, pp. 87-93.

17. L. Goglia, Il Mufti e Mussolini: alcuni documenti italiani sui rapporti tra nazionalismo palestinese e fascismo negli anni trenta, in “Storia contemporanea”, a. XVII, n. 6, dicembre 1986., p. 1237, nota 39.

18. Sull’impegno militante del Muftì, si vedano i nostri articoli: Una vita per la Terrasanta, in “Storia del XX secolo”, 7, nov. 1995 e Il sangue contro l’oro, ibidem, 10, febbraio 1996.


Extraído de: Tribulaciones Metapolíticas

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