Por Kim Jong Il
Antes no eran pocas las personas
que consideraban igual el socialismo en cada país. Sin embargo, al ver la
realidad de que aunque recientemente en Europa el socialismo se desmoronó, en
Asia y América Latina su bandera sigue desplegada, comenzaron a rectificar su
concepto. De modo particular, ante la gran superioridad y vitalidad que
manifiesta el socialismo de nuestro país, han llegado a tener un nuevo concepto
de lo que es el auténtico socialismo. Desde luego que toda sociedad socialista,
independientemente de qué país se trate, es una sociedad más avanzada
completamente diferente a la explotadora que ha
existido a lo largo de la historia de la humanidad, y como tal es superior
a la capitalista. Pero sus ventajas se manifiestan de manera diferente según la
idea rectora en que se apoya.
Antes, numerosos países que
construían el socialismo con el marxismo-leninismo como guía rectora, aplicaron
tales como eran las tesis que éste planteara hace muchos años y trasplantaron mecánicamente
las experiencias de la Unión Soviética. Podemos citar como ejemplo
representativo los países de Europa del Este, que estuvieron ocupados por la
Alemania fascista durante la Segunda Guerra Mundial y después de ser liberados por
el ejército soviético tomaron el camino del socialismo con el apoyo de la Unión
Soviética. Estos países, por haber considerado como acato del principio
revolucionario y el internacionalismo aceptar incondicionalmente las tesis
marxista-leninistas y las experiencias de la Unión Soviética, introdujeron el
socialismo de tipo soviético tal como era. Huelga decir que no es posible negar
las históricas proezas y las experiencias de ese país que en el mundo fue el
primero en construir el socialismo. Pero, sus experiencias fueron, en todo
caso, la expresión de las condiciones históricas de aquel entonces y de la
realidad concreta de la Unión Soviética. Las experiencias de ese país no podían
adaptarse plenamente a la realidad de otros países porque habían sido
acumuladas mientras construía el socialismo sola y por primera vez, bloqueada
por los imperialistas. En vista de que la época cambia y la realidad concreta
de cada país es diferente, si se absolutizan y aceptan de manera dogmática las
experiencias, no es posible construir debidamente el socialismo. Sin embargo,
los países de Europa del Este trasplantaron el socialismo de tipo soviético,
por eso éste no pudo manifestar su superioridad en la debida forma.
En un tiempo en nuestro país los
fraccionalistas antipartido y contrarrevolucionarios, contaminados por el
dogmatismo y el servilismo a la gran potencia, insistieron en establecer el
poder de tipo soviético y ejercer la democracia a la manera soviética. Este
planteamiento, está claro, no estaba acorde con las demandas de nuestro pueblo
y la realidad de nuestro país. Aquí, que era una atrasada sociedad colonial y
semifeudal, no era posible aceptar por entero las teorías marxistas presentadas
teniendo como premisas las condiciones socio-históricas de los países europeos
donde el capitalismo había avanzado, ni las teorías leninistas planteadas
teniendo como premisas las condiciones de Rusia con el capitalismo medianamente
desarrollado. De acuerdo con las condiciones socio-históricas en que se
encontraba nuestro país, tuvimos que pensar con nuestra propia cabeza y
resolver con nuestras propias fuerzas todos los problemas presentados en la
revolución. Nuestra realidad —después de liberado el país fue dividido en Norte
y Sur y emprendimos la construcción de una nueva sociedad enfrentados cara a
cara con los imperialistas norteamericanos—, demandaba apremiantemente que
resolviéramos todas las cuestiones en la revolución y la construcción
ateniéndonos a nuestras condiciones. Esta exigencia del desarrollo de la revolución
se realizó plenamente gracias a que el gran Líder planteó sobre la base de la
idea Juche la línea y la política originales acordes con las aspiraciones de
nuestro pueblo y la realidad de nuestro país.
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