Por Alexandr Dugin
El mundo de
hoy es unipolar, con el Occidente globalizado en su centro y con los Estados
Unidos como su núcleo.
Este tipo de
unipolaridad tiene aspectos geopolíticos e ideológicos. Geopolíticamente supone
la dominación estratégica de la Tierra por la hiperpotencia norteamericana, y
el esfuerzo de Washington por organizar el equilibrio de poder en el planeta,
de tal modo que pueda gobernar el mundo según sus propios intereses nacionales
(imperialistas). Esto es negativo porque priva a otros estados y naciones de su
soberanía real.
Cuando sólo
hay una instancia para decidir quién es bueno y quién es malo, y quién debe ser
castigado, entonces lo que tenemos es una especie de dictadura global. Estoy
convencido de que esto no es aceptable. Por lo tanto, debemos luchar contra
ello. Si alguien nos roba nuestra libertad, tenemos que reaccionar. Y
reaccionaremos. El imperio americano debe ser destruido. Y en algún momento
será destruido.
Ideológicamente, la unipolaridad se basa en valores
modernos y posmodernos, que son abiertamente anti-tradicionales. Comparto la
opinión de René Guénon y Julius Evola, que consideraban la modernidad y su base
ideológica (el individualismo, la democracia liberal, el capitalismo, el
conformismo, etc.), como las causas de la futura catástrofe de la humanidad, y
de otra parte, la dominación global de las actitudes occidentales como la razón
de la degradación final de la tierra. Occidente está llegando a su fin y no
debemos permitir que arrastre consigo hacia el abismo todo lo demás.
Espiritualmente,
la globalización es la creación de la Gran parodia, el Reino del Anticristo. Y
los Estados Unidos están en el centro de su expansión. Los valores
estadounidenses pretenden ser valores “universales”. Esta es una nueva forma de
agresión ideológica contra la multiplicidad de culturas y tradiciones que aún
existe en otras partes del mundo. Estoy decididamente en contra de los valores
occidentales que son esencialmente modernos y posmodernos, y que son promovidos
por los Estados Unidos mediante la fuerza y a través de la imposición
(Afganistán, Irak, ahora Libia, Siria e Irán mañana).
Por lo
tanto, todos los tradicionalistas deberían estar en contra de Occidente y de la
globalización, y en contra de la política imperialista de los Estados Unidos.
Esta es la única posición lógica y consecuente. Así, los tradicionalistas y los
partidarios de los principios y valores tradicionales deben oponerse a
Occidente y defender el mundo restante (si el mundo restante muestra signos de
conservar la Tradición, en parte o en su totalidad).
Puede haber,
y realmente hay hombres en el Oeste y en los Estados Unidos de América que no
aceptan el actual estado de cosas, que no aprueban la modernidad y la
posmodernidad, y que son defensores de la tradición espiritual del Occidente
pre-moderno. Ellos deberían estar con nosotros en nuestra lucha común. Deberían
participar en nuestra rebelión contra el mundo moderno y posmoderno. Y
lucharíamos juntos contra un enemigo común.
La otra
cuestión es la estructura de un posible frente anti-globalista y
anti-imperialista, y sus participantes. Creo que hay que incluir en él a todas
las fuerzas que luchan contra Occidente, los Estados Unidos, contra la
democracia liberal, y contra la modernidad y la posmodernidad. El enemigo común
es el elemento necesario para todo tipo de alianzas políticas. Los musulmanes,
los cristianos, los rusos y los chinos, los izquierdistas o los derechistas,
los hindúes o los judíos que desafían el actual estado de cosas, la globalización
y el imperialismo estadounidense son virtualmente amigos y aliados. Nuestros
ideales pueden ser diferentes, pero tenemos en común una cosa muy fuerte: la
realidad actual, que detestamos. Nuestras divergencias de ideales son
potenciales (in potentia). Pero el desafío al que
nos enfrentamos es actual (in actu).
Es por lo tanto la base para un nueva alianza. Todos los que comparten un
análisis negativo de la globalización, de la occidentalización y de la
posmodernización, deberán coordinar sus esfuerzos en la creación de una nueva
estrategia de resistencia a la omnipresencia del mal. Y podemos encontrar a
“los nuestros” en los Estados Unidos también, entre aquellos que optan por la
Tradición contra la decadencia actual.
Extraído de La Página Transversal
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