sábado, 31 de enero de 2015

NO AL 3+2

Por Álvaro Astray


De nuevo el Ministro de Educación, Juan Ignacio Wert, ha sacado adelante una reforma educativa que no satisface a nadie, ni a profesores, ni a alumnos, ni a los rectores, en general, no ha convencido a nadie de toda la comunidad educativa universitaria. 

Con esta reforma, se quiere cambiar el modelo actual de cuatro años de grado más uno de máster con objetivo de especializarse a un modelo de tres años de grado más dos de especialización.  A simple vista no parece que el cambio sea sustancial, puesto que son 5 años en total, pero desgranemos el problema de fondo.

Lo primero, supone una devaluación del grado. Al tener menos carga lectiva y menos créditos cursables, el valor del grado desciende. No valdrá igual que un grado de cuatro años o que una antigua licenciatura de cinco de cara a conseguir un puesto de trabajo. Por ello, obligará a los jóvenes estudiantes a superar el máster de especialización si quieren optar a algún puesto de trabajo en el injusto mercado laboral, producto de la sociedad capitalista en la que estamos inmersos.

El segundo problema viene derivado del primero. Los cursos de máster que los jóvenes tendrán que aprobar para la homologación, son muchos más caros que el mismo número de créditos en un grado, por lo que se encarecerá el precio final de los estudios. Wert dice que en la mayoría de Europa existe esta modalidad del 3+2, y es cierto, pero lo que no dice es que en esos países cuesta lo mismo un crédito de grado que de máster.

Todo este proceso es un proceso ideológico. Es una medida más para que los hijos de los poderosos sean los únicos que estudien a cierto nivel, con lo cual, puedan perpetuarse las élites económicas, para alejar a los hijos de las clases trabajadoras del conocimiento con el que poder labrarse un futuro u organizar resistencia al régimen demoliberal.

jueves, 29 de enero de 2015

MARXISMO COMO CAPITALISMO DE ESTADO


Por René Binet


Según Marx: "El proletario sólo tiene una tarea que ejecutar. Liberar a los elementos de la nueva sociedad que se hallan en germen en la sociedad burguesa".

La confesión es importante. No hay, para él, ruptura entre la sociedad que él preconiza y la sociedad burguesa que analiza, sino un entronque real. El proletariado, por la "revolución" marxista, debe solamente alumbrar a la burguesía y la sociedad marxista no es más que la heredera directa de la sociedad burguesa. Para ellos se trata, en realidad, no modificar profundamente las bases de la sociedad, sino tan sólo de tomar su dirección, de substituir en una sociedad idéntica a ella misma, una clase por otra, y de sustituirla en la dirección de un mismo Estado.

El proletariado no tiene más que apoderarse del Estado que le ha legado la burguesía y, al hacerlo, tratar de explotarlo en su provecho. Lenin, al explicar que el Estado no es más que un instrumento de dominación de una clase sobre otra clase, no indica que sea necesario modificar la estructura de ese Estado. Para él, solamente se trata de apoderarse del Estado y cambiar al personal.

No se trata, en tal caso, más que de una trasposición de valores parecidos. Oponen la "socialización de la propiedad privada" pero de hecho, sólo el propietario y detentor de las riquezas ha sido invertido. La estructura política y los valores determinantes de la vida continúan después como antes, siendo económicos. El detentor del capital ha cambiado, pero toda la estructura sigue siendo la del capitalismo.

Así pues, la dictadura del proletariado no tenía para ellos otro objetivo que la realización del programa político de la burguesía democrática. El único hecho nuevo que el marxismo ha aportado ha sido adaptar al nivel del desarrollo técnico de nuestra sociedad actual, la estructura del Estado capitalista. La conclusión lógica de todo esto es la siguiente: el marxismo es la adaptación del capitalismo al desarrollo técnico de nuestra época. Escuetamente, la sociedad marxista es el tipo de sociedad capitalista del siglo XX.

Esta es la razón por la cual el fatalismo marxista no ha conseguido librar de sus cadenas a Espartaco, solamente las ha forjado de otro metal.

Extraído de su obra Socialismo Nacional contra Marxismo

LOS RESULTADOS DEL GOBIERNO DE HUGO CHÁVEZ



Una campaña multimillonaria montada en los medios de comunicación locales e internacionales pretende desvirtuar la gestión del gobierno de Hugo Chávez. Sin embargo, los hechos hablan por si solos y aquí damos cuenta de algunos a manera de ejemplo.

Según el último informe del Programa Naciones Unidas para el Desarrollo, Venezuela logró en 1999 —primer año de la revolución— frenar el crecimiento de la pobreza que en las últimas décadas fue descomunal. En 1999 se logró frenar su crecimiento y en el 2000 se comenzó a descender la pobreza extrema que llegó a niveles escandalosos.

En la educación se ha duplicado el presupuesto. Era de 3% del Producto Interno Bruto y ahora es de 6%. Actualmente se ha lanzado un programa de escuelas bolivarianas, donde los niños en la mañana lo primero que hacen es desayunar. También se ha reducido la mortalidad infantil en un 10%. Y la mortalidad infantil que estaba en 21 por 1000 nacidos vivos antes de cumplir un año, bajo a 17 por 1.000. Para ello, entre muchas otras cosas, se ha hecho, por primera vez en la historia de Venezuela, una vacunación masiva contra la Hepatitis B.

A los niños de los pobres no los vacunaban y muchos se morían; muchos de los niños de los pobres, que son la mayoría en Venezuela, iban a la escuela mal alimentados, desnutridos.

El proceso social ha comenzado a dar sus primeros resultados. El desempleo estaba en 18% y ha bajado a 12.5%.

En lo económico, después de que la economía venezolana estaba en bancarrota y totalmente desequilibrada hace tres años atrás, hoy ciertamente nuestra economía es una de las más sólidas del continente. Un crecimiento en el primer semestre del 2001 de 3.5%, especialmente en la construcción que creció 19%, en la minería con un crecimiento de 15%, la manufactura con 6%, telecomunicaciones con un 14%.

El déficit fiscal se ha reducido a unos 3 puntos, perfectamente manejables. Las reservas internacionales están en su nivel más alto de la historia: 20.000 mil millones de dólares, aproximadamente y parte del ingreso petrolero está en un Fondo de Estabilización Macroeconómica, el cual ya cuenta con 7.000 millones de dólares, con una ley bien estricta al respecto.

Las inversiones de Francia en Venezuela en los últimos 2 años se han triplicado, de 500 millones de dólares a 1.500 millones de dólares y está por incrementarse en unos 4.000 millones de dólares más durante los próximos 3 años.

Se incrementan las inversiones productivas y las reservas internacionales, la inflación que estaba por sobre 30%fue llevada, progresivamente hacia abajo y está por cerca de 12%.

A principios de 2001 una institución francesa de evaluación económica para inversionistas, determinó que en todo el continente americano, hay 4 países que no tiene riesgo alguno: ni político, ni económico, ni social, uno de ellos Venezuela.


Extraído de Socialismo Latinoamericano - Izquierda Nacional

domingo, 25 de enero de 2015

NUESTRO MEJOR HOMENAJE A ONÉSIMO REDONDO

Por Juantxo García


La decisión de demoler el monumento a Onésimo Redondo Ortega no podemos desencajarla del proceso de desmemoria histórica (e histérica) del pasado del país, a manos de una clase (casta) política nauseabunda que pretende hacernos creer que España vino al mundo de los vivos en 1976.

Es falso, empero, que estemos frente a un mero proceso de "desfranquistización", sino ante una operación de mucho mayor calado. El capitalismo y sus colaboradores necesarios (izquierda incluida) precisan de una masa que no se plantee interrogantes, que no apele a su historia en caso alguno y, sobre todo, que viva el día a día en el marco de un sistema lobotomizador en la línea de lo que Orwell retrata, poco más o menos, en su magistral distopía "1984". Quieren (y para ello se financian a través del saqueo el erario público) que creamos que "este mundo" es el "mejor de los mundos posibles".

Onésimo Redondo Ortega no fue ni pudo ser franquista por una simple cuestión de calendario. Sí fue un gran luchador en defensa de los remolacheros vallisoletanos, un sindicalista de una pieza y, por supuesto, un gran patriota que abogó siempre por la construcción de un Estado nacional frente a los enemigos de toda laya y condición, y todo ello envuelto en un discurso sin concesiones, un mensaje de justicia social radical, abiertamente enemigo de usureros de la banca y cuatreros de las finanzas internacionales.

Lo de laminar el monumento a Onésimo Redondo Ortega es la enésima canallada del poder burgués vendido al criminal-imperialismo norteamericano. Pero es una canallada, insisto, que tiene su urdimbre y su lógica. Mientras se trata de borrar de la memoria de los españoles a aquellos compatriotas que combatieron por una España mejor, los poderes oligárquicos, con su otra mano, ensalzan o toleran a auténticos engendros sociales.

Así, en Valencia, concretamente en el Forn d'Alcedo, tenemos, por ejemplo, una calle dedicada al hijo de un rabino gandul y gorrón (Carlos Marx), una plaza con una placa dedicada a un recaudador de la organización criminal ETA (Olof Palme) y un monumento, en el epicentro de la plaza de Cánovas del Castillo, dedicado a un capitalista y tratante de esclavos negros (Marqués de Campo). La lista, obviamente, podría ser más larga y me imagino que en la capital castellana sucederá tres cuartos de lo mismo. Llegados a este punto, alguien se puede preguntar por el qué hacer como respuesta. Desde luego, nada de ademanes histéricos. Es muy sencillo: reeditar sus obras completas y difundir su mensaje a través de internet, para que las generaciones nuevas tengan, al menos, la posibilidad de conocer a un español cuyo cerebro albergó ideas concretas para construir una España unida y libre.

Manos a la obra. 

EL ESTADO NACIONAL Y EL MUNDO MULTIPOLAR

Por Alexandr Dugin


Uno de los puntos más importantes de la Teoría de la multipolaridad se refiere al estado nacional. La soberanía de esta estructura ya fue desafiada durante el período de apoyo ideológico a los dos bloques (la “Guerra Fría”) y, en el período de la globalización, el asunto adquirió una relevancia más nítida.

Vemos a los teóricos de la globalización hablar también sobre la completa extenuación de los “estados nacionales” y sobre la necesidad de transferirlos al “Gobierno Mundial” (F. Fukuyama, antes), o sobre la creencia de que los Estados nacionales todavía no han cumplido su misión y deben seguir existiendo por más tiempo con el fin de preparar mejor a sus ciudadanos para la integración en la “Sociedad Global” (F. Fukuyama, después).

La Teoría de la multipolaridad demuestra que los estados nacionales son un fenómeno eurocéntrico, mecánico y, en una mayor dimensión, “globalista” en su etapa inicial (la idea de identidad individual normativa en forma de civismo prepara el terreno para la “sociedad civil” y, correspondientemente, para la “sociedad global”). Que todo el espacio mundial sea separado actualmente en territorios de estados nacionales es una consecuencia directa de la colonización, del imperialismo, y de la proyección del modelo occidental sobre toda la humanidad. Por lo tanto, un estado nacional no conlleva en sí mismo ningún valor autosuficiente para la Teoría de la multipolaridad. La tesis de la preservación de los estados nacionales desde la perspectiva de la construcción del orden mundial multipolar sólo es importante en el caso de que, de modo pragmático, eso impida la globalización (no contribuya a ella), y oculta en sí una realidad social más complicada y prominente – después de todo, muchas unidades políticas (especialmente en el Tercer Mundo) son estados nacionales simplemente de forma nominal, y representan virtualmente diversas formas de sociedades tradicionales con sistemas de identidad más complejos.

En este caso, la posición de los defensores del mundo multipolar es completamente opuesta a la de los globalistas: si un estado nacional efectúa la unificación de la sociedad y ayuda a la atomización de los ciudadanos, es decir, implementa una profunda y real modernización y occidentalización, tal estado nacional no tiene ninguna importancia, siendo apenas una suerte de instrumento de la globalización. Ese estado nacional no se está preservando dignamente, no tiene sentido alguno en la perspectiva multipolar.

Pero si un estado nacional sirve como soporte exterior de otro sistema social – una especial y original cultura, civilización, religión, etc.-, debería ser apoyado y preservado en cuanto actualiza su evolución hacia una estructura más armoniosa, dentro de los límites del pluralismo sociológico en el espíritu de la Teoría multipolar.

La posición de los globalistas es directamente opuesta en todas las cosas: ellos apelan a eliminar la idea de que los estados nacionales sirven como soporte exterior de una sociedad tradicional (tal como China, Rusia, Irán, etc.) y, contrariamente, a reforzar los estados nacionales con regímenes pro-occidentales – Corea del Sur, Georgia, o los países de Europa occidental.

(Traducción Página Transversal)
Fuente: Legio-Victrix

sábado, 24 de enero de 2015

¿QUÉ HAY QUE ENTENDER POR TRADICIÓN?

Por René Guénon


En lo que precede, hemos hablado a cada instante de tradición, de doctrinas o de concepciones tradicionales, y hasta de lenguas tradicionales, y no se puede hacer de otro modo cuando se quiere designar lo que constituye verdaderamente todo lo esencial del pensamiento oriental bajo sus diversos modos; pero ¿qué es, más precisamente, la tradición? Decimos desde luego, para evitar una confusión que podría producirse, que no tomamos esta palabra en el sentido restringido en que el pensamiento religioso del Occidente opone a veces “tradición” y “escritura”, entendiendo por el primero de estos dos términos, de una manera exclusiva, lo que ha sido objeto de una transmisión oral. Por el contrario, para nosotros, la tradición, en una acepción mucho más general, puede ser escrita lo mismo que oral, aunque habitualmente, si no siempre, haya debido ser antes que nada oral en su origen, como lo hemos explicado; pero, en el estado actual de las cosas, la parte escrita y la parte oral forman por doquiera dos ramas complementarias de una misma tradición, ya sea religiosa o de otra especie, y no vacilamos en hablar de “escrituras tradicionales”, lo que sería evidentemente contradictorio si diésemos a la palabra “tradición” sólo su significado más especial; por lo demás, etimológicamente, la tradición es simplemente “lo que se transmite” de una manera o de otra.

Además, es necesario comprender en la tradición a titulo de elementos secundarios y derivados, pero sin embargo importantes para tener de ella una noción completa, todo el conjunto de las instituciones de diferentes órdenes que tienen su principio en la misma doctrina tradicional.

Considerada así, la tradición puede parecer que se confunde con la misma civilización que es, según ciertos sociólogos, “el conjunto de las técnicas, de las instituciones y de las creencias comunes a un grupo de hombres durante un determinado tiempo” (1). Pero, ¿qué vale exactamente esta definición? No creemos, a decir verdad, que la civilización sea susceptible de caracterizarse generalmente en una fórmula de este género, que será siempre demasiado amplia o demasiado estrecha en ciertos aspectos exponiéndose a dejar fuera de ella elementos comunes a toda civilización, y a comprender en cambio otros elementos que sólo pertenecen propiamente a algunas civilizaciones particulares. Así pues, la definición precedente no tiene en cuenta lo que hay de esencialmente intelectual en toda civilización, porque esto es algo que no se podría hacer entrar en lo que se llama las “técnicas”, que se nos dice que son “conjuntos de prácticas especialmente destinadas a modificar el medio físico”; por otra parte, cuando se habla de “creencias”, agregando que esta palabra debe ser “tomada en su sentido habitual”, hay ahí algo que supone manifiestamente la presencia del elemento religioso lo cual es en realidad especial a ciertas civilizaciones y no se encuentra en otras. Para evitar cualquier inconveniente de este género nos hemos contentado, al principio, con decir simplemente que una civilización es el producto y la expresión de cierta mentalidad común a un grupo de hombres más o menos extenso, reservando para cada caso particular la determinación precisa de sus elementos constitutivos.

De todos modos, no es menos cierto que, en lo que se refiere al Oriente, la identificación de la tradición y de la civilización toda entera está justificada en el fondo: cualquier civilización oriental, tomada en su conjunto, se nos presenta como esencialmente tradicional, y esto resulta inmediatamente de las explicaciones que dimos en el capitulo precedente. En cuanto a la civilización occidental, dijimos que está por el contrario desprovista de todo carácter tradicional, con excepción de su elemento religioso, que es el único que ha conservado este carácter. Y es que las instituciones sociales, para que se las pueda Ilamar tradicionales, deben estar efectivamente unidas, como a su principio, a una doctrina de carácter tradicional también, ya sea esta doctrina metafísica, ya religiosa o de cualquier otra clase concebible. En otros términos, las instituciones tradicionales, que comunican este carácter a todo el conjunto de una civilización, son las que tienen .su razón de ser profunda en su dependencia más o menos directa, más o menos intencionada y consciente, con relación a una doctrina cuya naturaleza fundamental es, en todos los casos, de orden intelectual, pero la intelectualidad puede hallarse en ella en estado puro, y entonces se trata de una doctrina propiamente metafísica, o bien encontrarse mezclada a diversos elementos heterogéneos, lo que da nacimiento al modo religioso y a los otros modos de los que puede ser susceptible una doctrina tradicional.

En el Islam, lo hemos dicho, la. tradición presenta dos aspectos distintos, de los cuales uno es religioso, y es al que se adhiere directamente el conjunto de las instituciones sociales, mientras que el otro, el que es puramente oriental, es verdaderamente metafísico. En cierta medida, hubo algo de este género en la Europa de la Edad Media con la doctrina escolástica, en la que, por otra parte, se ejerció fuertemente la influencia árabe; pero es necesario agregar, para no llevar más lejos las analogías, que la metafísica jamás ha sido separada, tan nítidamente como debería serlo, de la teología, es decir, en suma, de su aplicación especial al pensamiento religioso, y que, por otra parte, lo que se encuentra en la teología de propiamente metafísico no es completo, permaneciendo sometido a ciertas limitaciones que parecen inherentes a toda la intelectualidad occidental; sin duda hay que ver en estas dos imperfecciones una consecuencia de la doble herencia de la mentalidad judaica y de la mentalidad griega.

En la India, se está en presencia de una tradición puramente metafísica en su esencia, a la cual vienen a agregarse, como otras tantas dependencias y prolongamientos, aplicaciones diversas, ya sea en ciertas ramas secundarias de la doctrina misma, como la que se refiere a la cosmología por ejemplo, o bien en el orden social, que está por lo demás determinado estrictamente por la correspondencia analógica que se establece entre las formas respectivas de la existencia cósmica y de la existencia humana. Lo que aparece aquí mucho más claramente que en la tradición islámica, sobre todo en razón de la ausencia del punto de vista religioso y de los elementos extra-intelectuales que él implica esencialmente, es la total subordinación de los diversos órdenes particulares con respecto a la metafísica, es decir al dominio de los principios universales.

En China, la separación muy clara de la que hemos hablado, nos muestra, por una parte, una tradición metafísica, y, por otra, una tradición social, que pueden parecer a primera vista no sólo distintas, como lo son en efecto, sino aun relativamente independientes una de otra, tanto más cuanto que la tradición metafísica ha sido siempre el patrimonio casi exclusivo de una “élite” intelectual, mientras que la tradición social, en razón de su naturaleza propia, se impone igualmente a todos y exige en el mismo grado su participación efectiva. Sólo que es necesario fijarse en que la tradición metafísica, tal como está constituida bajo la forma del “Taoísmo”, es el desarrollo de los principios de una tradición más primordial, contenida principalmente en el “Yi-King“, y que es de esta misma tradición primordial de donde fluye enteramente, aunque de manera menos inmediata y sólo como aplicación a un orden contingente, todo el conjunto de instituciones sociales que es habitualmente conocido bajo el nombre de “Confucianismo”. Así se encuentra restablecida, con el orden de sus relaciones reales, la continuidad esencial de los dos aspectos principales de la civilización extremo-oriental, continuidad que estaría uno expuesto a desconocer casi inevitablemente, si no supiese remontar hasta su fuente común, es decir hasta esta tradición primordial cuya expresión ideográfica, fijada desde la época de Fo-hi, se ha mantenido intacta a través de casi cincuenta siglos.

Debemos ahora, después de esta visión de conjunto, señalar de manera más precisa lo que constituye propiamente esta forma tradicional especial que denominamos la forma religiosa, luego lo que distingue el pensamiento metafísico puro del pensamiento teológico, es decir de las concepciones en modo religioso, y también, por otra parte, lo que lo distingue del pensamiento filosófico, en el sentido occidental de esta palabra. En estas distinciones profundas encontraremos verdaderamente, por oposición a los principales géneros de concepciones intelectuales, comunes al mundo occidental, los caracteres fundamentales, de Ios modos generales y esenciales de la intelectualidad oriental.

NOTA:

(1). E. DOUTTÉ, Magie et religion dans l’Afrique du Nord. Introducción, pág. 5.

 (Capítulo III de la 1ª parte de Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes)

LA RELACIÓN ORIENTE-OCCIDENTE EN FILOSOFÍA

Por Alberto Buela


Muchas veces nos han preguntado ¿qué relación existe entre la filosofía occidental y la oriental?; ¿es la filosofía o el pensamiento oriental superior al occidental?; ¿por qué ellos tienen santones o mojes y nosotros tenemos filósofos o profesores?; ¿cuál es el último fundamento de la diferencia entre ambas formas de pensar?. Estas y otras muchas preguntas se realizan a diario en torno a la relación de los dos pensamientos.

En general puede decirse que en Occidente se desconoce qué es lo que se piensa en Oriente y que en Oriente se ha simplificado mucho cuál sea el pensamiento de Occidente.

Vayan pruebas al canto de un lado y de otro: hoy la cultura norteamericana reduce la cultura árabe en su conjunto a la categoría de terrorista y, por su parte, el mundo musulmán, que obviamente no abarca toda la cultura árabe, reduce Occidente a los Estados Unidos y algunos países de Europa.

A este desconocimiento mutuo, cateris paribus, coadyuva el hecho cierto y verificable de que aquellos occidentales que se lanzan a conocer el pensamiento de Oriente y todas su variadas ramas y escuelas (el Tao-Te- King de Lao-Tsé-700 a.C. para China; el budismo para la India; el sintoísmo japonés o el Zen; el sufismo para el amplísimo y variado mundo musulmán, el judaísmo talmúdico, etc.) se transforman ipso facto, no en estudiosos, sino en apologetas de aquello que se pusieron a estudiar como novedad. Es decir, pierden todo espíritu crítico sobre aquello que originalmente pretendían estudiar.

Se produce así un desvirtuado y falaz acercamiento de Occidente a Oriente por vía de estos personajes, en su mayoría mediáticos, (los Beatles, Richard Gere, Madonna, etc.) que adoptan la pose de quien todo lo sabe.

Esta parodia del saber y conocer el pensamiento oriental ha hecho mucho daño porque ha venido ocultando desde hace más de medio siglo (en nuestro país la partida de nacimiento podría ser la fecha de encuentro entre Victoria Ocampo y Rabindranat Tagore (1861-1941) y termina con el enamoramiento entre Fernando Sánchez Sorondo y Sai Baba, que tiene o tienen el récord de haberse tragado nueve penes en un solo acto «místico»).Como vemos esta relación con Oriente es muy poco seria y deja mucho que desear, sobre todo en nuestro medio.

Recordemos, al pasar, que en el orden filosófico suramericano fue el liberal Vicente Fatone, embajador en la India de la «revolución libertadora» que derrocara a Perón en el 55, quien más contactos acumuló, y otro tanto ocurrió con el transandino Miguel Serrano, pero en el caso del chileno resultó ser un nazi convicto y confeso. Como vemos la relación con la India y sus pensadores dio tanto para un zurcido como para un fregado.

Si elevamos un poco la puntería, y saliendo del plano local, podemos afirmar que el primer filósofo stricto sensu, que se ocupó del pensamiento oriental en su versión hindú fue en el siglo XIX Arturo Schopenhauer (1788-1860): «Entre las cosas y nosotros se interpone un velo engañoso, el velo Maya del que habla la sabiduría india, a través del cual y casi por encantamiento, vemos las cosas como en sueño o como efecto de una ilusión óptica: apariencia vana y fugitiva» .

Nuestra actividad regeneradora del mundo y de la vida (el querer vivir), que para Schopenhauer, es caótica, irracional y mala, halla su fundamento en el principio de la Noluntas: negación de la voluntad de vivir, no querer. Así el hombre siguiendo este principio debe convencerse íntimamente de la necesidad de la redención por el dolor. Y convencido también de la justicia del dolor como pena inevitable de esa culpa que es el querer vivir.

Así Schopenhauer llega a la conclusión que sólo la aspiración a la Nada, la absorción del propio ser en la Nada es la Noluntas.

Qué cerca que llegó el Pesimista de Danzig al axioma capital del Buda relativo a que: el sentido de la vida se halla en la extinción del yo y la supresión de la realidad tal como se nos da. El mundo es en sí malo y la existencia del hombre se reduce al sufrir.

En cuanto a la noción de nada, no la entendió en sentido nihilista (ex nihilo, nihil fit: de la nada, nada sale) al modo occidental, sino vinculada a la idea de vacío, como ocurre con todo el pensamiento oriental sobre el tema del ser y la nada. Estamos tocando acá los últimos fundamentos de la diferencia en el pensar entre Oriente y Occidente. Las nociones de ser, nada, creación, persona son sustancialmente disímiles y su traducción se hace casi imposible.

Vemos como para el mundo oriental la realidad, las cosas y el hombre, para existir verdaderamente se tienen que convertir en el símbolo de lo que son. La magistral técnica espiritual de Oriente para extinguir la realidad y el sufrimiento nos es (merced al connubio entre el yoga y el dinero) prácticamente desconocida, y poco y nada ha influido sobre Occidente cuyos pueblos son históricamente hablando partidarios de un heroísmo activo que busca transformar el mundo y dominar la naturaleza.

Una segunda aproximación seria y responsable entre el pensamiento oriental y el occidental es la que se realiza entre miembros de la llamada Escuela de Kioto y el filósofo Martín Heidegger. En el año 1921 concurre a Friburgo a participar de un seminario Hajime Tanabe, uno de los pensadores más significativos del Japón, quien expuso invitado por E.Husserl, en la época titular de la cátedra, sobre la filosofía Nishida. A él siguieron, pasando los años, el barón Kuki, (el traductor de Ser y Tiempo al japonnés), Keiji Nishitani, Tomio Tezuka, Tsuhimura, H. Hisamatsu y Daisetz Teitaro Suzuki.

De este largo diálogo que duró desde 1921 hasta la muerte de Heidegger en 1976, se puede concluir que el filósofo de Friburgo es el más comprendido de los filósofos occidentales en Oriente. Que la idea del ser como aquello que hace ser al ente, corazón de la metafísica occidental, es traducida por el pensamiento (en este caso japonés) por la idea de vacío. Que es el nombre eminente del ser para ellos.

Heidegger en sus últimos años declaró que no tenía idea de qué era lo que encontraban sus amigos japoneses en su filosofía y no creía que su pensamiento fuera comprendido acabadamente en el ámbito oriental, pues le resultaba difícil creer a ciegas que sus ideas tuvieran el mismo significado en una lengua tan ajena a Occidente.

La profundidad y consistencia de este razonamiento en el atardecer de la vida del más significativo filósofo de Occidente del siglo XX, nos obvia todo comentario. Dejemos que el lector saque sus propias conclusiones.

viernes, 23 de enero de 2015

EL SECRETO DE LA DECADENCIA

Por Julius Evola


Cualquiera que haya rechazado el mito racionalista del «progreso» y de la interpretación de la historia como un desarrollo positivo ininterrumpido de la humanidad, se encontrará gradualmente conducido hacia una visión del mundo que era común a todas las grandes culturas tradicionales, y que tiene en su centro la memoria de un proceso de degeneración, de un lento oscurecimiento, o de la caída de un mundo anterior más elevado. Si penetramos más profundamente en el interior de esta nueva (y antigua) interpretación, nos volvemos a encontrar problemas variados, entre los cuales el principal es el secreto de la decadencia.

En su sentido literal, esta pregunta no supone de ninguna manera una novedad. Si se contemplan los magníficos vestigios de las culturas cuyo nombre mismo ni siquiera ha llegado a nosotros, pero que parecen hacer alcanzado, incluso en sus aspectos materiales, una grandeza y un poder más que terrestres, se pueden difícilmente evitar plantearse problemas sobre la muerte de las culturas, y sentir la insuficiencia de las razones que son habitualmente dadas como explicaciones.

Podemos agradecer al conde de Gobineau por la mejor exposición y la más de conocida, de este problema y también por una crítica magistral de las principales hipótesis que le afectan. Su solución sobre la base del pensamiento racial y de la pureza racial comporta también una gran parte de verdad, pero tiene necesidad de ser ampliado por algunas observaciones que conciernen a un orden de cosas más elevado. Pues han existido numerosos casos donde una cultura se ha hundido incluso cuando su raza ha permanecido pura, y esto es particularmente claro en algunos grupos que han sufrido una lenta, inexorable extinción, aunque hubieran permanecido racialmente asilados como islas. Estos pueblos están hoy en la misma forma racial que en la que estaban dos siglos antes, pero es difícil encontrar en el presente la heroica disposición y la conciencia racial que poseyeron en otro tiempo.

Otras grandes culturas parecen simplemente haberse quedado rígidas como momias: desde hacía mucho tiempo estaban interiormente muertas y bastaba el menor soplo para abatirlas. Tal fue el caso, por ejemplo, del antiguo Perú, este imperio solar gigantesco que fue aniquilado por algunos aventureros salidos de los bajos fondos de Europa.

Si consideramos el secreto de la degeneración desde un punto de vista exclusivamente tradicional, resulta más difícil todavía resolverlo completamente. Es entonces una cuestión de división de todas las culturas en dos tipos principales. De una parte, hay culturas tradicionales, cuyos principios son idénticos e invariables, al margen de todas las diferencias superficiales. El eje de estas culturas y la cúspide de su orden jerárquico consisten en poderes y acciones metafísicas, supra-individuales, que sirven para informar y justificar todo lo que es simplemente humano, temporal, sujeto al devenir y a la “historia”. Por otra parte, hay una «cultura moderna», que es verdaderamente la antitradición y que se agota en sí misma en una construcción de formas puramente humanas y terrestres y en el desarrollo total de estas, en la búsqueda de una vida enteramente desvinculada del “mundo de lo alto”.

Desde el punto de vista de esta última, la totalidad de la historia es degeneración, porque muestra el declive universal de las primeras culturas de tipo tradicional y el ascenso decisivo y violento de una nueva civilización universal de tipo “moderno”.

Entonces aparece una doble cuestión.

En primer lugar, ¿cómo fue posible que esto pudiera ocurrir? Existe un error lógico subyacente en toda la doctrina de la evolución: es imposible que lo más elevado pueda emerger de lo menos evolucionado y lo más grande de lo más pequeño. Pero ¿no existe una dificultad similar en la solución de la doctrina de la involución? Como es posible que lo más elevado pueda caer? Si pudiéramos razonar por simples analogías, sería fácil tratar esta cuestión. Un hombre en buena salud puede convertirse en un enfermo; un hombre virtuoso puede volver al vicio. Existe una ley natural que cualquier considerada como emanada de sí mismo: que cada ser viviente empieza con el nacimiento, el crecimiento y la fuerza, luego viene la vejez, el debilitamiento y la desintegración. Y así sucesivamente. Pero esto es precisamente realizar afirmaciones, no explicar, incluso si reconocemos que tales analogías están efectivamente relacionadas con la cuestión aquí planteada.

En segundo lugar, la cuestión no es solamente explicar la posibilidad de la degeneración de un mundo cultural particular, sino también la posibilidad de que la degeneración de un ciclo cultural pueda transmitirse a otros pueblos y los arrastre en su caída. Por ejemplo, no tenemos que explicar solamente como la antigua realidad occidental se hunde, sino también mostrar la razón por la cual fue posible para la cultura «moderna» conquistar prácticamente el mundo entero y, porqué posee el poder de desviar a pueblos de cualquier tipo de cultura y dominar incluso allí donde los Estados de forma tradicional parecían aún vivos (basta recordar el Oriente ario). A este respecto, no basta decir que esto solamente se refiere a una conquista puramente material y económica. Este punto de vista parece muy superficial, fundamentalmente por dos razones. En primer lugar, un país que es conquistado sobre el plano material sufre también, a largo plazo, influencias de un tipo más elevado, correspondientes al tipo cultural de su conquistador. Podemos afirmar, de hecho, que la conquista europea siembra casi por todas partes las semillas de la “europeización”, es decir la forma de pensamiento racionalista, hostil a la tradición. En segundo lugar, la concepción tradicional de la cultura y del Estado es jerárquica, no dualista. Sus alcances no pudieron jamás suscribirse, sin severas reservas, a los principios del «Dar al César lo que es del César» y del «Mi Reino no es de este mundo». Para nosotros, la «Tradición» es la presencia victoriosa y creativa en el mundo de lo que «no es de este mundo», es decir del Espíritu, comprendido como una potencia que es más potente que todo poder puramente humano o material.

Es la idea de base de la visión de la vida auténticamente tradicional, que nos permite hablar con desprecio de las conquistas puramente materiales. Por el contrario, la conquista material es el signo, sino de una victoria espiritual, al menos de una debilidad espiritual o de una especie de “retroceso” en las culturas que son conquistadas y que pierden su independencia. En todas partes donde el Espíritu se considera como la potencia más fuerte, está verdaderamente presente, los medios -visibles o invisibles- no faltaron nunca para resistir a la superioridad técnica y material de todos los adversarios. Pero esto no es lo que se ha producido. Se debe pues concluir que la degeneración era ocultada tras la fachada tradicional de todos los pueblos que el mundo “moderno” ha podido conquistar. Occidente debe pues haber sido la cultura en la cual una crisis que era ya universal todo su forma más aguda. Aquí la degeneración fue equivalente, por así decir, de un golpe, y cuando tuvo lugar, rompió con más o menos facilidad de otros pueblos en los que la involución no había ciertamente «progresado» tanto, pero donde la tradición había perdido ya su potencia original y por tanto estos pueblos no fueron capaces de protegerse de un asalto exterior.

Con estas consideraciones, el segundo aspecto de nuestro problema se une al primero. La cuestión es explicar sobre todo el significado y la posibilidad de la degeneración, sin hacer referencia a otras circunstancias.

Para esto debemos ser claros a propósito de una cosa: es un error presumir que la jerarquía del mundo tradicional está basada en una tiranía de las clases superiores. Esto es solamente una concepción «moderna», completamente ajena a la forma de pensar tradicional. La doctrina tradicional concebía de hecho la acción espiritual como una «acción sin actuar»; hablaba del «motor inmóvil»; en todas partes donde utilizada el simbolismo del «polo», el eje inalterable en torno al cual todos los movimientos ordenados toman plaza (y en otro lugar hemos mostrado que este es el significado de la esvástica, la “cruz gamada”); subrayan siempre la espiritualidad “olímpica” y la autoridad auténtica, así como su forma de actuar directamente sobre sus subordinados, no por la violencia sino por la «presencia»; finalmente utilizaba la imagen del amante, en la cual se encuentra la clave de esta cuestión, tal como vamos a ver.

Solamente hoy alguien podría imaginar que los auténticos portadores del Espíritu, de la Tradición, buscan las gentes para agruparlas y ponerlas en su lugar –es decir, que «dirigen» a las gentes-, o tienen un interés personal en establecer y mantener estas relaciones jerárquicas en virtud de las cuales pueden aparecer de manera visible como los dirigentes. Esto sería ridículo e insensato. Es antes bien, no es en el reconocimiento procedente de las clases bajas, lo que está en la base de toda la jerarquía tradicional. No es lo más elevado quien tiene necesidad de lo menos elevado, sino a la inversa. La esencia de la jerarquía es que existe algo viviente como una realidad en algunas personas, que en las otras está presente solamente bajo forma de un ideal, de una premonición, de un esfuerzo ininterrumpido. Así estas últimas son fatalmente atraídas por las primeras y su más baja condición es la de la subordinación, no tanto a algo ajeno, sino a su propio “Yo” verdadero. Aquí reside el secreto, en el mundo tradicional, de toda disponibilidad para el sacrificio, de toda lealtad; y por otra parte, de un prestigio, de una autoridad, y de una calma poderosa que el tirano más sólidamente armado jamás podrá poseer.

Con estas consideraciones, hemos llegado muy cerca de la solución no solamente al problema de la degeneración, sino también a la posibilidad de una caída particular. ¿No estaríamos fatigados de oir que el éxito de cada revolución indica la debilidad y la degeneración de las clases dirigentes anteriores? Una comprensión de esto tipo es muy parcial. Esto sería, en efecto el caso si perros feroces fueran atados y bruscamente soltados: sería la prueba de que las manos que los han asido primero y soldado después se han debilitado. Pero las cosas se presentan de forma muy diferente en la estructura de la jerarquía espiritual, de la que ya hemos explicado su base real. Esta jerarquía degenera y puede ser derribada en un caso solamente: cuando el individuo degenera, cuando utiliza su libertad fundamental para negar el Espíritu, para separar su vida de todo punto de referencia más elevada, y para existir “solamente para él mismo”. Cuando los contactos se interrumpen fatalmente, la tensión metafísica, a la que el organismo tradicional debe su unidad, se diluye, todas las formas vacilan en su camino y finalmente se resquebrajan. Las cumples, naturalmente, permanecen puras e inviolables en sus alturas, pero el resto de dependía de ellos, se convierte a partir de ahora en una avalancha, una masa que ha perdido su equilibrio y que cae, primero imperceptiblemente pero con un movimiento cada vez más acelerado, hacia las profundidades y los más bajos niveles del valle. Es el secreto de todas las degeneraciones y de todas las revoluciones. El europeo, primeramente ha matado la jerarquía en sí mismo extirpando sus propias posibilidades interiores, a las cuales corresponden las bases del orden que desearía, luego, destruir exteriormente.

Si la mitología cristiana atribuye la Caída del Hombre y la Rebelión de los Ángeles a la libertad de la voluntad, entonces esto remite poco más o menos al mismo significado. Esto afecta al sorprendente potencial que permanece en el ser humano, para utilizar la libertad para destruir espiritualmente y para borrar todo lo que podría asegurarse un valor supranatural. Es una decisión metafísica: el flujo que atraviera la historia bajo las formas más variadas de la anti-Tradición, del espíritu revolucionario, individualista y humanista o para resumir, el “espíritu moderno”. Esta decisión es la única causa positiva y decisiva en el secreto de la degeneración, la destrucción de la Tradición.

Si comprendemos esto, podemos quizás comprender el sentido de estas leyendas que hablan de misteriosos jefes que existen “siempre” y no han muerto jamás (la sombra del Emperador durmiente en el interior de la montaña del Kyffhaüser). Tales dirigentes pueden ser redescubiertos sollo si se alcanza a la realización espiritual y si se despierta una cualidad en sí mismo como un metal que bruscamente, siente “al amante”, encuentra al amante y se orienta irresistiblemente hacia él. Por el momento, debemos limitarnos a esta indicación. Una explicación comprensible de las leyendas de este tipo, que nos llevaría desde la antigua cuna de los arios, nos llevaría ahora demasiado lejos. En otra ocasión volveremos quizás al secreto de la degeneración, a la «magia» que es capaz de restablecer la masa caída, sobre las cumbres inalterables, solitarias e invisibles que están todavía allí, en las alturas.

miércoles, 21 de enero de 2015

JEAN-MARIE LE PEN: DE PARÍS A VLADIVOSTOK



Éste político de 86 años de edad, es toda una leyenda en Francia. Jean-Marie Le Pen es el fundador del partido Frente Nacional y miembro del Parlamento Europeo. Cuando era adolescente, participó en la Resistencia francesa. Luchó en las tropas aerotransportadas en Indochina y Argelia. Este anciano se levanta de su silla con dificultad y con educación alcanza mi mano. Su ojo izquierdo fue dañado en una pelea callejera, pero él ve a las mujeres perfectamente bien con su derecho. Un francés es un francés. “Una belleza, que vino a nosotros desde la fría Rusia“, me dice cortésmente. Esta es una adulación, por supuesto, pero ¿qué mujer no se derrite ante tales elogios?

Monsieur Le Pen, usted fue el primero en hacer la declaración, “Yo no soy Charlie.“ ¿Por qué?

Yo no soy Charlie Hebdo. Ese pasquín anarquista era un enemigo directo de nuestro partido, el Frente Nacional, y hace unos años sus periodistas estaban recogiendo firmas para una petición que exigiese nuestra disolución. Y todos estos políticos que asistieron a la manifestación: no son Charlie, sino Charlot! (Los cómicos o payasos en Francia.-N.d.T.) Pueden organizar un show potente y  mediático con un lema como “Yo soy Charlie,“ movilizar temporalmente a la nación, pero son incapaces de proteger al país de la afluencia de inmigrantes del sur. Me gustaría ser Charlie Martel. Martel, este brillante guerrero francés, detuvo la invasión árabe en Poitiers en 732.

¡Pero estamos en el 2015!

Sí, y hay de 15 a 20 millones de musulmanes que viven en Francia. Todos los gobiernos de Francia, tanto en la izquierda como en la derecha, permiten la inmigración e incluso la alentaron. Cada año se celebra la llegada de 300.000 personas, y no están buscando trabajo. En Francia de seis a ocho millones de personas están viviendo del estado, lo que sugiere que esta inmigración no se trata de trabajadores invitados y mano de obra, sino de conquista. Este es el resultado de la decadencia cristiana y europea en general. Europa prohibió las fronteras dentro de la UE. Y ahora, cientos de miles de personas entran en Francia desde el sur, que nadie defiende. Esto es lo que la traición interna europea significa.

Pero, en parte, la propia Francia tiene la culpa. Las personas escapan de la guerra y el caos. Después de todo, ¡fue Francia la que convirtió a Libia en ruinas!

Involucrarse en la guerra contra Libia fue una auténtica locura. Aviones franceses bombardearon los tanques de Gadafi en el momento en que se disponía a tomar Bengasi, que era el principal bastión de los salafistas (wahabitas). Hoy en día, la total anarquía reina en Libia. Desde allí, las armas se extendieron por todo el norte de África, y los líderes franceses como Sarkozy son directamente responsables de esto.

¿Qué opina sobre la crisis ucraniana que dividió a Europa y Rusia?

Fue la OTAN la que instigó la crisis de Ucrania en un intento de acercarse a las fronteras de Rusia. La posición de nuestro partido es la siguiente: el conflicto entre los rusos y los ucranianos es una disputa familiar. Después de todo, Rusia nació en Kiev. Ni los europeos, ni los estadounidenses deberían involucrarse en este drama familiar. Rusos y ucranianos se puede resolver esto por sí mismos. No hay duda de que los EE.UU. siguen considerando a Rusia como la antigua URSS e intenta golpear a vuestro gobierno por medio de Georgia y Ucrania.

Usted es miembro de la comisión del Parlamento Europeo que investiga el accidente MH17. ¿Qué opina sobre este crimen?

Estoy sorprendido por el hecho de que la investigación se lleva a cabo en un ambiente de gran secretismo. No soy un experto, pero está claro que la realización de este tipo de acto terrorista requiere profesionales militares del más alto calibre y armas de alta precisión, que la milicia [en Donetsk] simplemente no tenía. Y luego está la pregunta obvia: ¿por qué un avión civil volaba a través de una zona de guerra? ¿Quién permitió que esto sucediera?

Este año, se firmó el acuerdo de Asociación Transatlántica de comercio e inversión entre los EE.UU. y la Unión Europea. ¿Cómo va a beneficiar a Europa?

De ninguna manera. ¡Esto será una catástrofe! Nos vamos a convertir en colonia económica de Estados Unidos. La UE se está moviendo en la dirección equivocada, hacia el oeste, mientras que es necesario girar hacia el este, Rusia. Necesitamos una Europa unida desde el Atlántico hasta el Pacífico, pero ésta debe ser la Europa de las naciones soberanas. Rusia tiene problemas demográficos, y cada vez es más difícil mantener Siberia. Siberia, sin embargo, es una ubicación geoestratégica, y es absolutamente necesaria para la supervivencia de Europa en su totalidad. Necesitamos una fuerte alianza entre Europa con su tecnología y Rusia con sus recursos. Este es nuestro deber de proporciones históricas. Si no lo hacemos así, entonces nuestro continente con su depresión demográfica simplemente desaparecerá en el sentido cultural y económico.

Mire a Alemania: se trata de un ataúd de oro relleno de cadáveres. Los alemanes son una nación moribunda. ¿Cuántos niños nacen en Europa? En promedio, hay 1,3 hijos por mujer. Requerimos 2.5 con el fin de mantener el nivel de población apenas anterior. Ahora vamos a echar un vistazo al mundo que nos rodea. Hay 3 a 5 hijos por mujer en los países musulmanes y la India. Por no hablar de China. Si China cancelase por completo su política de un solo hijo, su población explotaría, sacudiendo todo el planeta. Pero Europa debe cuidarse por sí misma, sin depender de los burócratas de Bruselas. Francia debería retirarse de la UE, limitar la inmigración, y resolver nuestros problemas económicos por nuestra cuenta. Tenemos que lograr que los franceses entiendan que nuestra salvación está en la soberanía nacional.

Pero su partido, el Frente Nacional, ni siquiera fue invitado a la protesta pública contra el terrorismo!

Porque somos los defensores de la idea nacional. Deberíamos haber estado en la primera fila, ya que es el Frente Nacional el que ha estado hablando acerca de los problemas de la creciente inmigración durante muchos años! Y acerca del fundamentalismo islámico y el terrorismo.

De todas maneras, en el caso de Charlie Hebdo hay muchas cosas que no cuadran.

Así es. Estos pasaportes olvidados de los hermanos Kouachi me recuerdan el pasaporte que sobrevivió milagrosamente y pertenencia a un terrorista que cayó de un avión en llamas el 11 de septiembre de 2001. Nueva York estaba en llamas, pero el pasaporte estaba entero. Ahora se nos dice que los terroristas son idiotas, que por eso han dejado sus documentos en el coche. El tiroteo de Charlie Hebdo tiene el modus operandi de las operaciones especiales, pero no tenemos pruebas. No creo que el gobierno francés actuase como el organizador de este crimen, pero permitió que ese crimen tuviera lugar. Esta es sólo una suposición.

¿Por qué Charlie Hebdo constantemente ofende a los musulmanes y los cristianos, pero practicamente evitó meterse con los judíos?

Porque los judíos puede defenderse. Tome Femen, por ejemplo. Ellas pueden correr desnudas delante del Papa, quitarse la ropa en la catedral de Notre Dame, pero nunca se han atrevido a entrar en una sinagoga.

Europa lamenta los caricaturistas muertos, pero hace caso omiso de las muertes de periodistas rusos en el Donbass.

Porque éstos son los verdaderos periodistas en lugar de los trotskistas y anarquistas de Charlie. Incluso si sus colegas de otro periódico francés hubieran sido los asesinados, Charlie Hebdo habría disfrutado burlándose de las muertes de los demás.

Como resultado de esta tragedia, el presidente Hollande, previamente impopular, está ganando terreno rápidamente en Francia. ¿Qué previsiones tiene su hija, Marine Le Pen, para las próximas elecciones presidenciales?

Sí, ella podría ganar, pero me temo que en todo caso heredaría este país en ruinas. Económicamente, Francia se encamina inexorablemente hacia el abismo.

Traducción y extraído de Tribulaciones Metapolíticas

martes, 20 de enero de 2015

¿ES MUSULMÁN EL WAHABISMO?

por Jean-Michel Vernochet


Red Voltaire: El wahabismo se extiende hoy ampliamente en el seno del islam sunnita presente en Europa. Pero usted estima que el wahabismo no es sunnita y que ni siquiera es musulmán, en el sentido tradicional de ese término. Explíquenos, por favor, esa paradoja.

Jean-Michel Vernochet: Si nos tomamos el trabajo de consultar a los innumerables doctores del islam cuyos trabajos podemos encontrar en internet, notaremos que el wahabismo [1], que es la ideología de los degolladores de Daesh [2], constituye una verdadera ruptura epistemológica con la tradición islámica clásica, al igual que en relación con lo que podemos llamar el islam popular. Cuando hablé de eso, personalmente y cara a cara, con el erudito militante Sheikh Imran Hossein, este se mostró totalmente de acuerdo con esa definición de la doctrina wahabita. Estuvimos de acuerdo en que se trata de una herejía cismática que los sabios musulmanes, y también los intelectuales laicos árabes, designan con el término dajjál, ¡cuya traducción más exacta sería el anticristo! [3]

Al dar a conocer en mi trabajo los análisis de ulemas cuyo conocimiento del islam está más que comprobado, mi objetivo es proporcionar elementos indiscutibles que permiten mostrar la naturaleza fundamentalmente divergente del wahabismo en relación con el islam tradicional –algo que los occidentales desconocen por completo en la medida en que no saben prácticamente nada del islam, con excepción del resumen extremadamente sucinto que proporcionan algunos teólogos cristianos, desgraciadamente dogmaticos pero que creen saberlo todo a partir de lo que dicen sobre el tema la prensa escrita y audiovisual, prensa dirigida por personas cuyo primer objetivo es impedir que sepamos porque es para ellos la mejor manera de conducirnos, volens nolens, hacia el fuego de posibles guerras civiles.

El prejuicio más extendido es que el islam constituye un bloque monolítico, cuando es evidente que el islam es –en realidad– múltiple, empezando por sus diversas interpretaciones de la ley coránica en materia de jurisprudencia. Hay que subrayar que este triste desconocimiento del verdadero islam va incluso más allá de los no musulmanes. En la Unión Europea la mayoría de los jóvenes descendientes de inmigrantes tienen un conocimiento extremadamente limitado de su propia religión, lo cual facilita las posibilidades de influenciarlos predicándoles un islam supuestamente original, puro y “no falsificado”… como las leyes de la competencia liberal que debe dirigirse por todos los medios, incluyendo los medios coercitivos, a convertirse en «pura y perfecta» en el paraíso terrenal del hipercapitalismo.

Vemos aquí lo peligroso que puede resultar confundir todos los rostros del islam y sobre todo reducirlo a su caricatura, que es el takfirismo [4].

Si el islam se viese limitado a las diferentes expresiones del wahabismo, estaríamos cerca de la guerra total entre las civilizaciones. Estamos hablando de una guerra en que la que 1 000 millones de occidentales de cultura cristiana tendrían que enfrentarse a 1 500 millones de musulmanes. Salta a la vista el carácter loco y absurdo de esa perspectiva. Sin embargo, algunos –como los pensadores y simultáneamente agitadores que tenemos en Francia, los Jacques Attali, los Bernard-Henry Levy y tantos otros por el estilo, y sobre todo los tanques pensantes de Washington– presentan ese choque de civilizaciones como algo probable cuando no como inevitable. Y ya sabemos que la influencia de esos gurús puede conducir, como en el caso de Libia, al baño de sangre y el caos duradero.

Para responder a su pregunta con más precisión resaltaré que el wahabismo es un literalismo exacerbado. Y, como tal, se sale de la ley islámica tal y como esta última aparece revelada en el Corán. Como ilustración de ello quiero recordar que la prédica del jurista Abdul Wahhab (1703-1792) se desarrolla tomando estrictamente al pie de la letra cada palabra, cada frase de la Recitación. O sea, en su sentido literal más absoluto, al extremo de llegar a hacerle decir al Corán enormidades fenomenales. Como que Dios estaría concretamente sentado en un trono y que tendría una pierna en el infierno [5]. Cualquier musulmán sabe perfectamente que decir que Alá tiene un cuerpo material es algo particularmente absurdo… todos saben que ese tipo de representación es puramente metafórica. Es una imagen, no una descripción antropomórfica de Dios.

Pero eso no sería gran cosa si ese literalismo, esa lectura primaria, primitiva del Corán no llevara a los adeptos del wahabismo –con el pretexto de un regreso a los orígenes, o sea de una salafiya, de una imitación de la vida del profeta– a negar los principios mismos del Corán… o a reducir el Corán a una lectura jurídica restrictiva extremadamente manipulada en función de las necesidades de conquista política y de consolidación de un poder temporal… el de la familia reinante de Arabia o de las múltiples variantes de la Hermandad Musulmana, ¡como en Turquía con el régimen islamo-kemalista de Erdogan I!

Peor aún, los wahabitas han llegado incluso a inventar un 4º pilar de la fe islámica. Sería una obligación secreta que consistiría en convertir por la fuerza a los descreídos así como a los malos creyentes y los apóstatas… lo cual apunta contra todos los chiitas y las corrientes sufistas y también contra la mayor parte de los musulmanes sunnitas cuyas prácticas religiosas serían consideradas como corruptas por la influencia de los no creyentes. Para imponer esa idea, los wahabitas inventaron de la nada un deber de hacer la guerra santa. Eso es una interpretación tendenciosa del concepto de yihad que es ante todo –por mucho que le pese a los malintencionados de todos los bandos– un esfuerzo por alcanzar la perfección individual, una guerra interior de cada cual, guerra contra nuestras propias debilidades, contra nuestras pasiones y contra la tentación del Mal que vive en nosotros mismos y que se mantiene permanentemente al acecho. Al imponer la obligación de la yihad, los wahabitas han cometido lo que los doctores [del islam] designan con el término bid’a, que es una innovación perjudicial. Y la innovación está fundamentalmente prohibida en el islam, conforme al hadith [6]:

«El libro de Dios transmite el discurso más real. La mejor enseñanza es la de Mahoma. Las invenciones son la peor de las cosas. Toda invención es una innovación. Toda invención es una aberración y toda aberración conduce al infierno.» (An Nassi, Sunna, 3/188).

Así mismo, Hassan el-Banna (1906-1949), fundador de la Hermandad Musulmana, presenta la guerra santa como una obligación necesaria e inevitable y afirma que no cumplirla o rehuir el combate constituiría un pecado capital de los que merecen ser castigados con la gehenne, o sea el fuego del infierno. El-Banna incluso difundió una “carta” dedicada a ese tema y destinada a sus seguidores, carta en la que hace precisamente una “innovación” al agregar al nombre del profeta el título de «Señor de los muyahidines». ¡El-Banna designa además «el combate contra los infieles y la conquista» como la verdadera yihad, en oposición a la yihad «del alma», como habitualmente creen los musulmanes!

Red Voltaire: Históricamente los británicos utilizaron el wahabismo para luchar contra el Imperio Otomano, que había caído en manos de los donmeh revolucionarios más conocidos bajo la denominación de “Jóvenes Turcos”. Hoy en día, la Turquía que usted califica de islamo-kemalista apoya el califato wahabita, en este caso el Emirato Islámico, mientras que este último acaba de designar la monarquía wahabita saudita como su segundo enemigo, después del chiismo. ¿Cómo se explican esas contradicciones?

Jean-Michel Vernochet: Son muchas preguntas y poco fáciles.

Al principio, el objetivo de los británicos en el siglo 19 no era apoderarse del Imperio Otomano, ya por entonces más o menos moribundo y afectado por el ascenso de fuerzas irresistibles. Esas fuerzas que acabarían con él estaban representadas principalmente por los Jóvenes Turcos del Comité Unión y Progreso. Ese movimiento revolucionario, que se inspiraba en la Revolución Francesa y cuyas raíces se situaban en París, Ginebra, Roma y Londres, sería el actor principal de la debacle. El derrumbe del poder otomano y la toma del poder, en 1913, por el triunvirato de los Jóvenes Turcos dieron lugar al genocidio armenio y a la dictadura kemalista, régimen ateo que se establece a la sombra del patíbulo y que no habría surgido sin el activo respaldo de las logias masónicas inglesas, francesas e italianas… o sin el respaldo de Lenin y de la burocracia bolchevique. Se trata de un hecho poco documentado, poco conocido, pero auténtico.

Pero, volvamos al Imperio Británico. Durante el siglo 19 casi toda su política hacia la Sublime Puerta (Constantinopla) será guiada por una sola preocupación: garantizar la protección de la Ruta de Indias. Seguridad que implica el control geográfico total del Golfo Arábigo-Pérsico. Volvamos atrás por un momento para entender bien el contexto, tanto del derrumbe del Imperio Otomano y del consecutivo surgimiento de un reino wahabita del Hedjaz y del Nejd… Durante la guerra de Crimea (de 1853 a 1856), la Inglaterra aliada de Francia acude en ayuda de los osmanlíes contra Rusia. La interrogante que se plantea en aquella época se presenta bajo la forma de una alternativa: desmembrar el Imperio –pero, ¿cómo ponerse de acuerdo sobre la manera de repartirlo?– o mantenerlo en estado de coma para desestabilizar la región, teniendo siempre como trasfondo el eterno problema de Londres sobre la seguridad de las vías marítimas y terrestres hacia la India.

El destino del «Hombre Enfermo de Europa» [7] de hecho se mantiene en suspenso desde principios del siglo 19 por haberse establecido un statu quo explícito entre las potencias cristianas –Inglaterra, Alemania, Rusia, Francia, Grecia e Italia– que de cierta forma congelaba las ambiciones de todos. Nadie quería precipitar un derrumbe, en definitiva inevitable, pero que habría afectado o cuestionado el precario equilibrio de fuerzas en la región. Eso explica el carácter clemente del tratado de Andrinopla, firmado en 1929, al término de la guerra ruso-turca. El zar estimó que un Imperio Otomano decadente, exhausto debido a la deuda contraída con buitres de la finanza internacional era algo preferible al caos. Esta forma de sabiduría política ya no existe en nuestros tiempos…

Este largo recordatorio era necesario para demostrar que en estas cuestiones es el pragmatismo lo que predomina sobre cualquier otro tipo de consideraciones, empezando por las de orden religioso. Posteriormente, manipulando durante la Primera Guerra Mundial a las tribus wahabitas del Nejd contra la Sublime Puerta en momentos en que el Imperio ya estaba virtualmente muerto, Londres ya sólo quiere destruir el poderío otomano aliado al Reich alemán, y nada más. El aspecto religioso es aquí secundario, nada fundamental. La guerra mundial está en su apogeo y el triunvirato Jóvenes Turcos que ha tomado el poder en Constantinopla [8] en 1913 ha optado, en efecto, por asociar su destino al de Alemania, país que goza de una inmensa influencia económica en el Imperio… El triunvirato espera aprovechar la confusión de la guerra para aplicar a gran escala una política de limpieza étnica contra todas las comunidades cristianas del Imperio, seguramente con algún tipo de segunda intención mesiánica y un odio escatológico que muy pocos se atreven a mencionar, ni siquiera hoy en día. Se abre entonces un abismo en el que la mayoría de la nación armenia va a verse arrastrada entre 1915 y 1916.

Se trata de una política genocida que Kemal Pacha (Ataturk) proseguirá y completará por mucho tiempo después de la derrota de los Jóvenes Turcos y de la victoria aliada de 1918, en particular en 1924, en ocasión de los traslados masivos de pobladores cristianos de Anatolia previstos en el Tratado de Lausana, firmado el 24 de julio de 1923. Con ese tratado se cierra definitivamente la Gran Guerra en el frente oriental. Es importante señalar que al proseguir el etnocidio [9] iniciado por sus predecesores, el ateo fanático y compañero de ruta del Comité Unión y Progreso Kemal Pacha es solamente un precursor de la limpieza étnico-confesional que actualmente desarrollan, aunque a una escala mucho más reducida, los yihadistas salafo-wahabitas contra los católicos asirio-caldeos y los yazidíes en el norte de Irak.

Pero volvamos a los años de la Primera Guerra Mundial. Los aliados estiman que ha llegado el momento de desmembrar un imperio agonizante y cuyos nuevos amos donmeh han escogido una mala opción estratégica al optar por el Reich alemán. Mientras estallan rebeliones armadas en todas partes –en Afganistán, Irak, Siria, Palestina, Egipto–, Londres y París se reparten de antemano los despojos del Imperio, en 1916, con el acuerdo secreto Sykes-Picot. Y lo hacen burlándose de las promesas de independencia hechas a los árabes que habían combatido junto a británicos y franceses. Los ingleses, a partir de 1916, utilizarán el wahabismo por su dinámica, por su fuerza explosiva, como fanatismo e ideología de conquista, para consolidar su control en la Península Arábiga.

En cuanto a la situación actual, indudablemente no se trata más que de rivalidades entre poderes que compiten entre sí. Si miramos la historia regional, en particular en este último medio siglo, vemos una lucha perpetua por alcanzar el liderazgo. Así sucedió con Gamal Abdel Nasser, Hafez el-Assad, Muammar el-Kadhafi, Sadam Husein, sin entrar a mencionar el Estado hebreo, cuyo papel en la destrucción de sus vecinos y enemigos potenciales es un factor básico. Ahora son Teherán, Ankara y Riad quienes están compitiendo por el mismo objetivo, independientemente de sus identidades confesionales. Es por consiguiente en términos de competencia que yo interpreto las luchas, a menudo sangrientas, que enfrentan entre sí a las diferentes facciones salafo-wahabitas. Y entre ellas se encuentran los diferentes movimientos que luchan en Siria, con el Emirato Islámico en primera fila. Asimismo, la dimensión sectaria de las divergencias entre la Arabia wahabita, la Turquía islamista y Daesh [el Emirato Islámico], es a fin de cuentas secundaria en relación con las ambiciones hegemónicas, al menos de carácter regional, que los oponen entre sí… sobre todo teniendo en cuenta que todos comparten el fondo ideológico wahabita, y eso incluye a la Hermandad Musulmana aunque esta última no lo reconozca abiertamente.

Réseau Voltaire: Usted dice que la Hermandad Musulmana y el wahabismo tienen mucho en común. ¿Qué más puede decirnos al respecto?

Jean-Michel Vernochet: Aún sin ser “una sociedad secreta wahabita”, la Hermandad Musulmana no deja de ser una prolongación de la secta madre que tiene su sede en Riad. Habría que hacer un trabajo minucioso de comparación entre las doctrinas y programas. Pero insistimos en un punto ya mencionado: el wahabismo y la jamiat al-Ikhwan al-muslimin [La Hermandad Musulmana] son esencialmente ante todo herramientas ideológicas, o sea no religiosas, a pesar de toda su fachada de puritanismo. Son medios ideocráticos de conquista y nada más. Resulta evidente que el wahabismo no es la pura y simple expresión de una fe viviente sino su caricatura más exagerada. Y los musulmanes no se equivocan cuando lo denuncian como la caricatura que es.

Y no soy yo quien lo dice sino los doctores del islam. O sea, lo dicen todos aquellos cuya voz el «Occidente» perezoso no quiere oír porque es más fácil dedicarse a la sociología barata en los barrios populares de las metrópolis europeas con una fuerte tasa de población inmigrante que estudiar, con un poco de humildad, la dimensión teológica del fenómeno yihadista y del apoyo proactivo que le aporta ese otro puritanismo que es el calvinismo anglo-estadounidense cuando sirve de instrumento a un imperialismo carente de alma y de entrañas.

Hecho hoy olvidado, la Sociedad de los Hermanos Musulmanes creada por Hassan el-Banna en 1928 rápidamente acoge, después de su nacimiento, a miembros del Ikhwan que huyen del Nejd tratando de escapar a las represalias de Abdelaziz ibn Saud. Son esos los hombres que formarán el núcleo duro de la nueva cofradía egipcia. En 1954, cuando Nasser disuelve la cofradía, los cuadros de esta irán naturalmente al reencuentro de sus orígenes en Riad. Finalmente la cofradía dará lugar al nacimiento –en los años 1970– de la Yihad Islámica egipcia, antecesora de Daesh [el Emirato Islámico], que se planteaba como objetivo el restablecimiento del califato en Egipto. Y eso es lo que acaba de hacer el Emirato Islámico con la bendición de los “aliados hermanos enemigos” de Ankara, Londres, París, Riad, Doha, Washington, Amman y Tel Aviv.

Red Voltaire: Los británicos apoyaron el desarrollo del wahabismo y después lo hizo Estados Unidos. Actualmente, la Hermandad Musulmana incluso está representada en Washington, en el Consejo Nacional de Seguridad [de Estados Unidos]. ¿Puede decirse de la cofradía lo mismo que usted denuncia al referirse al wahabismo, o sea que esas formaciones serían en el mundo musulmán las vías y medios de lograr la destrucción del islam desde adentro?

Jean-Michel Vernochet: La contínua expansión del wahabismo durante el siglo pasado está estrechamente vinculada con la del modelo financiero, económico y societal anglo-estadounidense. La suerte de la Península Arábiga ha estado indisolublemente ligada, desde 1945 y hasta el sol de hoy, a la América-Mundo… la cual constituye una especie de hidra de varias cabezas pero cuyas cabezas fundamentales están en Manhattan, Chicago (donde se halla la bolsa mundial de materias primas), Washington con la Reserva Federal, en la City de Londres, en Bruselas con la OTAN, en Francfort con la sede del Banco Central Europeo y en Basilea, ciudad que alberga una súper empresa anónima en el sentido jurídico que funge como banco de los bancos centrales, o sea ¡el Banco de Pagos Internacionales!

Así que sería demasiado simple ver la ideología wahabita sólo como un instrumento de influencia o incluso de dominación regional. El mundo musulmán cuenta 1 000 millones y medio de personas. Controlarlo es una empresa gigantesca. Desde esa perspectiva, seguramente hay que ver en la ideología wahabita un claro intento de subvertir el islam. En otras palabras, la versión islámica, incluso “adaptada al islam”, de la nueva religión global que trata de imponerse en todas las naciones y a todos los pueblos, ya sean cristianos o musulmanes. Religión societal, religión de mutación civilizacional que antecede o acompaña la progresión de un mundialismo caníbal. Una religión destinada a reemplazar a todas las demás y que podríamos designar con toda razón como el “monoteísmo del mercado”.

Está comprobado que el wahabismo cohabita perfectamente con el anarco-capitalismo. Por muy sorprendente que pueda parecernos, eso está fuera de dudas. Ese puritanismo está destinado, quizás habría que decir predestinado, a sustituir el islam tradicional con su apego pasado de moda a valores morales tradicionales, esencialmente compasivos. A los puros, el wahabismo les justifica el asesinato de todo aquel que no se someta íntegramente a una misma e inexorable interpretación de la charia… exactamente igual que la democracia universal y supuestamente humanitaria que Estados Unidos pretende imponer por la fuerza de las armas en los cuatro puntos cardinales del planeta. La Gran América ve su Destino Manifiesto como un derecho ilimitado a matar a todos los que se muestran reticentes a entrar por voluntad propia en la matriz democrática judeo-protestante made in America.

En pocas palabras, si el wahabismo es un instrumento, es el instrumento de una destrucción interna y programada del islam… de la misma manera que el mesianismo marxista y posteriormente el freudo-marxismo liberal-libertario realizaron y prosiguen una obra análoga de liquidación en nuestras sociedades postcristianas.

Red Voltaire: Existen actualmente 3 Estados que tienen el wahabismo como religión oficial. Son Arabia Saudita, Qatar y Sharjah, uno de los Emiratos Árabes Unidos. Puede ser que [la región libia de Cirenaica] se una pronto a ellos [10]. Sin embargo, esos Estados están en guerra entre sí. ¿Cómo se explica eso y qué es lo que está en juego en ese enfrentamiento?

Jean-Michel Vernochet: A pregunta compleja, respuesta elemental. En otros tiempos, las tribus se atacaban entre sí. Hoy en día no se trata de bandas de saqueadores sino de Estados. Hemos pasado a una dimensión superior pero el principio sigue siendo el mismo. Los Estados occidentales comparten entre sí la misma idolatría por una democracia de apariencias, lo cual no les impide tratar de destruirse entre sí, aunque sólo sea a través de una cruel guerra económica. «Una guerra que no se declara como tal» pero que no deja de ser implacable, donde los contendientes no tienen amigos ni aliados. «Una guerra a muerte», decía el difunto [presidente de Francia] Mitterrand [11]. Finalmente, son guerras ideológicas y societales. Hay que mirar hacia Rusia y el Donbass, es una buena ilustración de lo que estoy diciendo.

Todo se aclara si comprendemos que los diferentes Estados wahabitas y las diversas variantes de la Hermandad Musulmana –entre ellas el Partido para la Justicia y el Desarrollo de Recep Tayyip Erdogan– no están interesados precisamente en que se cumpla la palabra de Dios en la tierra ni por ningún objetivo trascendente sino más bien en objetivos de poder puramente materiales. Sus ambiciones no son otras que las del poder. A partir de ahí, sus intereses, estrategias y alianzas no son exactamente los mismos. En la práctica, casi siempre están en desacuerdo y casi siempre rivalizan entre sí.

Esto puede parecer algo trivial, pero si queremos comprender el funcionamiento del mundo… basta con ver una película de Hollywood sobre las pandillas de mafiosos. ¡Eso explica todo! Todos se destripan entre sí por un territorio, por un mercado, por una posición dominante, por cuestiones de rango o de categoría formal. La única diferencia –si acaso existe alguna– entre esas guerras de clanes y las guerras de la diplomacia armada del hard y del soft power, reside en su envergadura pero no en su naturaleza.

Red Voltaire: Al-Qaeda se define como wahabita, pero uno de sus principales fundadores y actual jefe, Ayman al-Zawahiri, es un ex miembro de la Hermandad Musulmana. En realidad, si bien todos los líderes del terrorismo internacional se declaran wahabitas, la mayoría de ellos son ex miembros de la Hermandad Musulmana. ¿Piensa usted que la ideología actual de la yihad es wahabita o es que viene de esa sociedad secreta que es la Hermandad Musulmana?

Jean-Michel Vernochet: No me parece que, a estas alturas, la pregunta pertinente sea saber quién fue primero, ¿el huevo o la gallina?, en la medida en que ¡se trata de dos rostros de una misma ideología! Los dos se han desarrollado y consolidado con el apoyo del imperio británico: apoyo armado para el Tercer Reino Wahabita del Nejd y del Hedjaz y apoyo financiero para la Hermandad Musulmana en Egipto. De esa manera, wahabismo y cofradía son ya consustanciales puesto que ambos tienen en común los mismos padrinos en Londres, en Washington y últimamente en Riad. En cuanto a la yihad, ya hemos visto claramente que en Egipto la nueva Ikhwan [Cofradía] ha engendrado una organización de lucha armada, la Yihad Islámica, en aplicación de la doctrina wahabita que habla de la existencia de un sexto pilar del islam, el de la guerra santa, desconocido en el islam clásico, o sea la obligación de convertir a los demás, incluso por la fuerza, recurriendo al hierro y el fuego de ser necesario. En eso el wahabismo hace de la violencia una dimensión estructural que no puede suscitar en Occidente otra cosa que el rechazo más categórico. Estamos viviendo, en efecto, en una lógica de choque frontal entre culturas y civilizaciones.

Eso impone en nuestras sociedades oscuras perspectivas, sobre todo si los musulmanes integrados a ellas llegasen a verse algún día obligados a escoger un bando por la difusión extensiva de un falso islam.

Los años terribles que vivió Argelia en los años 1990 no serían seguramente nada en comparación con lo que tendrían que vivir las comunidades musulmanas europeas… porque, como podemos comprobarlo en todas partes, los primeros blancos y las primeras víctimas del wahabismo no son otros que los musulmanes.

NOTAS 

[1] El wahabismo es un movimiento creado por Mohammed ben Abdelwahhab en el siglo 18. Es la religión oficial de Arabia Saudita, de Qatar y del Emirato de Sharjah (miembro de los Emiratos Árabes Unidos).

[2] Daesh es el acrónimo árabe de la organización anteriormente conocida como EIIL (Emirato Islámico en Irak y el Levante) y hoy designada indistintamente como Emirato Islámico, Estado Islámico o, en inglés, y por razones de propaganda estadounidense, bajo las siglas ISIS. Nota de la Red Voltaire.

[3] La tradición islámica reconoce la llegada, cerca del momento del fin de los tiempos, de un hombre que engañará al mundo, llamado Al-Masih Ad-Dajjal, o sea el mesías impostor, o si se quiere el anticristo… Su ideología será puramente materialista, aunque se presentará bajo una apariencia mesiánica, y cuando sirve a los valores humanistas es únicamente con una perspectiva terrestre, negando el regreso de Dios y el Juicio Final. Es una civilización tuerta en la medida en que pretende organizarse independientemente de los mandamientos divinos.

[4] El takfirismo es un movimiento surgido de la Hermandad Musulmana. Fue creado en 1971 por el mesías egipcio Ahmed Mustafa Chukri. Según el takfirismo, todos los musulmanes que no son takfiristas son apóstatas y los verdaderos musulmanes están en la obligación de matarlos.

[5] «El primer punto fundador del dogma wahabita es el tachbih, o sea la asimilación de Dios a Sus criaturas (el antropomorfismo). Los wahabitas plantean como regla fundamental que en los que textos sagrados hay que entender en sentido recto todas las frases sobre el Creador que pueden prestarse a confusión, cuando en realidad esas frases tienen como objetivo expresar la majestuosidad, la piedad, la aceptación u otros atributos que dignifican a la divinidad. De esa manera, los wahabitas han llegado a decir que el Creador es un cuerpo sentado en un trono, con las manos del lado derecho, que se desplaza, se asombra, se ríe y que tiene un pie que mete en el infierno”. Cf. «Qui sont les wahhabites?».

[6] Los hadiths son libros sobre la vida del profeta compilados, más de 150 años después de su muerte, a partir de los testimonios de sus compañeros. Existen muchos de esos libros. Los hadiths permiten a los musulmanes entender mejor el Corán, pero ninguno de ellos goza del estatuto de revelación ni tampoco se le impone a los creyentes.

[7] Así se designaba al Imperio Otomano en el siglo 19.

[8] Surgida el 11 de mayo del año 330, Constantinopla pierde su condición de capital en 1923. En 1930 recibe oficialmente el nombre de Estambul en el marco de la política de turquización aplicada bajo la influencia de Mustafa Kemal Ataturk.

[9] 1914 es la fecha en la que se articulan, hace 100 años, el inicio de la Gran Guerra y el comienzo del genocidio final contra los cristianos del Imperio Otomano por parte de los Jóvenes Turcos donmeh que habían tomado el poder en Constantinopla en 1913. En cuanto a los asirios [cristianos siriacos], la cantidad de víctimas varía según los autores. Algunos presentan, además del millón y medio de armenios arrastrados a las infernales marchas de la muerte por las áridas estepas de Licaonia y de Siria, la cifra de 270 000 víctimas. Investigaciones más recientes elevan ese estimado mencionando entre 500 000 y 750 000 muertos en el periodo que va de 1914 hasta 1920, o sea alrededor del 70% de la población asiria de aquella época. Hay que recordar la Gran Guerra no se terminaría en el Oriente hasta julio de 1923 con el Tratado de Lausana, consecuencia de la derrota griega del 13 de septiembre de 1921. A pesar de todo, Kemal Pacha (Ataturk) proseguirá hasta su muerte –el 10 de noviembre de 1938– su política de purificación étnico-confesional. En 1937, Ataturk sellará su sangriento reinado con una última masacre contra los kurdos alevíes de Dersim, que dejó como mínimo 10 000 muertos. Sin embargo, para nuestros contemporáneos Ataturk siguió siendo aún por mucho tiempo el prototipo del héroe.

Ver G. W. Rendel, Mémoire Du Bureau des Affaires Étrangères sur les Massacres et les Persécutions commises par les Turcs sur les Minorités depuis l’Armistice, 20 de marzo de 1922. Según afirma Manus I. Mildrasky en The Killing Trap: Genocide in the Twentieth Century (2005), los estimados más serios fijan en 480 000 el número de griegos de Anatolia que terminaron sus días en los mataderos humanos. En todo caso, el Estado turco heredero de la dictadura kemalista seguirá negando la planificación de aquellos exterminios masivos y, posteriormente, la veracidad del genocidio perpetrado contra los cristianos del Imperio Otomano.

[10] Sería un error considerar el takfirismo wahabita como un fenómeno contemporáneo limitado únicamente a las zonas donde hoy se manifiesta. Si bien es cierto que el bum petrolero le garantizó un inesperado florecimiento, ya al principio del siglo XIX el takfirismo wahabita estaba activo en las Indias, donde Sayyed Ahmed, predicó el wahabismo –en la región de Punjab– hacia 1824, después de un peregrinaje a La Meca. Sayyed Ahmed aspira entonces a poner en práctica “la obligación ausente” de librar la guerra santa. En 1826, después de reunir un ejército en Peshawar, Sayyed Ahmed lanza un llamado a la yihad contra los sikhs y al año siguiente se proclama Comendador de los Creyentes, Amir al-muminn, título que también usará el mollah Omar antes de la caída del régimen de los talibanes en el otoño de 2001. En 1830, Sayyed Ahmed toma Peshawar. Pero muere en 1831 en la batalla de Balakot. No será hasta 1870, después de medio siglo de desórdenes, que los ulemas chiitas y sunnitas de la India condenarán los excesos de los wahabitas. Pero la influencia de estos se mantiene y, en 1927, se funda en la provincia de Mewat la “Sociedad para la Predicación” (Taglibhi Jamaat), cuyo papel proselitista es de sobra conocido. El takfirismo inspirará también los levantamientos senussi en Libia y la revuelta de los musulmanes de China (de 1855 a 1874). En cuanto a al-Qaeda, es particularmente emblemático el caso del miembro de la Hermandad Musulmana Abdullah Azzam. Antes de encontrar la muerte en la explosión de su automóvil, en 1989, este palestino fue el jefe espiritual de los voluntarios islamistas extranjeros. Pero Azzam había sido miembro de la Hermandad Musulmana y había enseñado en la universidad de Riad, en 1980, y posteriormente en Pakistán, en la Universidad Islámica Internacional de Islamabad. Eso fue antes de convertirse, en Peshawar, en principal organizador del reclutamiento y entrenamiento de los yihadistas que luchaban en Afganistán contra el gobierno comunista y las tropas soviéticas.

[11] «Francia no lo sabe pero estamos en guerra con Estados Unidos. Sí, es una guerra permanente, una guerra vital, una guerra económica… una guerra aparentemente sin muertos. Sí, los americanos [estadounidenses] son muy duros, son voraces, quieren un poder no compartido sobre el mundo. Es una guerra desconocida, una guerra permanente, aparentemente sin muertes y sin embargo es una guerra a muerte», François Mitterrand in Georges-Marc Benamou, Le dernier Mitterrand, 1997.

Extraído de VoltaireNet