domingo, 31 de mayo de 2015

EL DESCUBRIMIENTO DEL NACIONAL-COMUNISMO

Por Jorge Verstrynge


Mis contradicciones personales aumentaron: defender el Imperio portugués mientras canturreaba a Brassens; ayudar en la campaña de Tixier Vignancour —extrema derecha— mientras mis compañeros de clase me asignaban cariñosamente el mote Le bolcho (el bolchevique) por mi aspecto y mi preocupación por lo social.

Caminos nuevos: mientras se iba gestando Mayo de 1968 —al lado de una novia franco-alemana, judía de religión, de maravillosos ojos verdes y rosadísima piel, llamada Vera, cuyos padres habían emigrado en 1939 de Checoslovaquia— yo me apasionaba, con la ayuda de los diccionarios, de mis pocas clases de alemán y de la propia Vera, por escritores alemanes como Schlageter, Lenz, Paetel y Niekisch: los fundadores del nacional-comunismo, para entendernos. Un camino bastante lógico, pues me permitía unir planteamientos sociales claramente de izquierdas y revolucionarios con la defensa de la identidad europea y cierto nacionalismo. De democracia, al menos como la entendemos ahora, poco aún: era el precio que debía pagarse por oscilar entre la revista Europe Action, claramente neofascista e intelectualizante, y L’Huma, el diario del PCF; entre Aragon y Drieu la Rochelle; entre Brasillach y Sartre; entre Marx y Pareto; entre Nietzsche y Lenin; entre Georges Politzer y Joseph Roth.

Lo del nacional-comunismo o lo del nacional-bolchevismo o euro-bolchevismo, basado en la ecuación liberación nacional (befreiungsnationalismus) + revolución socialista, con el pueblo —y no una sola clase— como actor, me marcó mucho, y todavía hoy me gusta releer aquellos textos, con sus deseables utopías y su premonición de que casi todo lo que la izquierda no gobernó (o gobernó mal) en el siglo XX se debió a su olvido de la cuestión nacional. Aún conservo amigos de las Juventudes Comunistas francesas de la época, y muchos otros que, procedentes del neo fascismo, terminaron reivindicando —como en su día lo hicieran Beppo, Römer, Bodo Uhse y otros fascistas enfrentados a Hitler que terminaron en el clandestino KPD —planteamientos nacional-bolcheviques que fueron parte minoritaria aunque esencial de la posterior Nouvelle Droite francesa. Por lo demás, mi conversión a la democracia tendría que esperar a acontecimientos posteriores.

Extraído de su libro Memorias de un maldito 


1 comentario:

  1. Gran personaje.
    Pudo ser un post-franquista de despacho y sueldo público y eligió seguir los dictámenes de su conciencia, eligió seguir por el camino de la revolución y la critica feroz al sistema.

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