Por Georges Sorel
Una política social basada en la
cobardía burguesa, que consiste siempre en ceder ante la amenaza de violencias,
no puede menos que engendrar la idea de que la burguesía está condenada a
muerte, y de que su desaparición sólo es cuestión de tiempo. Cada conflicto que
da lugar a violencias resulta, pues, un choque de vanguardia, y nadie podría
prever que saldría de tales enfrentamientos; aunque se aplace el gran combate,
en realidad, cada vez que se llega a las manos, los huelguistas tienen la
esperanza de que comience la gran batalla
napoleónica (en la cual los vencidos quedan finalmente aplastados); y de
ese modo se engendra, mediante la práctica de las huelgas, la noción de una
revolución catastrófica.
Un buen observador del movimiento
obrero contemporáneo ha expresado las mismas ideas: a los revolucionarios
franceses “igual que a sus antepasados, les gusta la lucha, la conquista;
quieren llevar a cabo grandes obras por la fuerza. Pero las guerras de conquista
ya no les interesan. En lugar de soñar con el combate, ahora sueñan con la
huelga; en lugar de volcar su ideal en la batalla contra los ejércitos de
Europa, la vuelcan en la huelga general en la cual quedará aniquilado el
sistema capitalista.” [1]
La cobardía burguesa se asemeja
mucho a la del partido liberal inglés, que no cesa de proclamar su absoluta
confianza en el arbitraje entre las naciones: y este arbitraje casi siempre
acarrea unos desastrosos resultados para Inglaterra [2], pero esa buena gente prefiere pagar o incluso
comprometer el porvenir de su país, antes que afrontar los horrores de la
guerra. El partido liberal inglés, exactamente igual que nuestra burguesía,
siempre tiene en los labios la palabra justicia;
me parece que cabría preguntarse si la elevada moral de los grandes
pensadores contemporáneos no está basada por entero en una degradación del
sentimiento del honor.
Notas:
[1] Ch. Guieysse, La France et la paix armée, p. 125
[2] Summer Maine hacía observar,
hace ya tiempo, que a Inglaterra le cabe la suerte de los pleiteantes antipáticos.
(Le droit international, trad. francesa,
p. 279). Muchos ingleses creen que humillando a su país se volverán más
simpáticos; lo cual dista de estar demostrado.
Extraído por Pueblo Indómito de Reflexiones sobre la
violencia, Alianza Editorial, pp. 124-125 (Capítulo I: Lucha de clases y violencia)
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