Por Thomas Sankara
Esta mañana, de manera modesta, hemos venido a inaugurar esta
exposición que intenta delinear la vida y la obra de Che. Al mismo tiempo
queremos decir hoy al mundo entero que para nosotros Che Guevara no está
muerto. Pues por todo el mundo existen centros donde hay hombres que luchan por
más libertad, más dignidad, más justicia, más felicidad. Por todo el mundo, los
hombres luchan contra la opresión, la dominación, contra el colonialismo,
contra el neocolonialismo y el imperialismo, contra la explotación de clase.
Queridos
amigos, unimos nuestras voces a las de todos los que en el mundo recuerdan que
un día un hombre llamado Che Guevara, con toda la fe en su corazón, se alistó
en la lucha junto a otros hombres y logró así crear esta chispa que tanto ha
inquietado a las fuerzas de ocupación en el mundo. Sencillamente queremos decir
que una época nueva ha sonado en Burkina Faso, que una realidad nueva está en
marcha en nuestro país. Uno puede ver así el llamado de Che Guevara, el mismo
que quería encender fuegos de lucha por todas partes del mundo.
Che fue
segado con balas, balas imperialistas, bajo el cielo de Bolivia. Y nosotros
decimos que para nosotros Che Guevara no ha muerto.
Una de las
bellas frases que evocan los revolucionarios, los grandes revolucionarios
cubanos, es la que su amigo, su compañero de lucha, su camarada, su hermano, el
propio Fidel Castro repitiera. Una frase que él captó un día de lucha de boca
de un hombre de pueblo, un oficial de Batista, quien, a pesar de pertenecer a
ese ejército reaccionario y represivo, supo hacer una alianza con las fuerzas
que luchaban por la felicidad del pueblo cubano. Cuando los que habían
intentado el asalto contra el cuartel Moneada acababan de fracasar, y debían padecer
el suplicio por las armas del ejército de Batista –debían ser fusilados–, el
oficial simplemente dijo: “No disparen, las ideas no se matan”.
Es verdad,
las ideas no se matan. Las ideas no mueren. Por eso Che Guevara –quien era una
esencia de ideas revolucionarias y de entrega personal– no ha muerto porque hoy
han venido ustedes aquí [de Cuba] y porque nosotros nos inspiramos en ustedes.
Che Guevara,
argentino según su pasaporte, devino cubano por adopción por la sangre y el
sudor que derramó por el pueblo cubano. Y, sobre todo, devino ciudadano del
mundo libre: el mundo libre que juntos estamos en vías de construir. Por eso
decimos que Che Guevara es también africano y burkinabé.
Che Guevara
llamaba a su gorra “la boina”. Por casi toda África hizo que se conocieran esa
boina y esa estrella. De norte a sur, África recuerda a Che Guevara.
Una juventud
intrépida –una juventud sedienta de dignidad, sedienta de valor, sedienta
también de ideas y de esa vitalidad que Che simbolizaba en África– buscó al Che
para beber de ese manantial, el manantial vivificante que representaba en el
mundo ese capitán revolucionario. Y entre los pocos que tuvieron la
oportunidad, que tuvieron el honor de estar cerca de Che, y que están todavía
en vida, algunos están hoy aquí entre nosotros.
Che es burkinabé.
Es burkinabé porque participa en nuestra lucha. Es burkinabé porque sus ideas
nos inspiran y están inscritas en nuestro Discurso de Orientación Política. Es burkinabé
porque su estrella está fija en nuestro emblema. Es burkinabé porque una parte
de sus ideas vive en cada uno de nosotros en la lucha cotidiana que libramos.
Che es un
hombre, pero un hombre que supo mostrarnos y educarnos en la idea de que
podíamos atrevernos a tener confianza en nosotros mismos, confianza en nuestras
capacidades. Che está entre nosotros.
Así que
quisiera decir: ¿qué es el Che? Para nosotros Che es sobre todo convicción,
convicción revolucionaria, la fe revolucionaria en lo que uno hace, la
convicción de que la victoria es nuestra, de que la lucha es nuestro recurso.
Che es
también humanismo. El humanismo: esa generosidad que se expresa, esa entrega
que ha hecho de Che no solo un combatiente argentino, cubano,
internacionalista, sino también un hombre, con todo el calor humano.
Che es
también, y sobre todo, la exigencia. La exigencia de alguien que tuvo la suerte
de nacer en una familia acomodada, pero que supo decir no a esas tentaciones,
que supo darle la espalda a lo fácil y que, por el contrario, demostró ser un
hombre que hacía causa común con el pueblo, un hombre que hacía causa común con
la miseria de los demás. La exigencia de Che: he ahí algo que debe inspirarnos
más que nada.
Porque son
la convicción, el humanismo y la exigencia lo que hacen que sea Che. Y quienes
saben juntar en ellos esas virtudes, quienes saben juntar en ellos esas
cualidades, esa convicción, ese humanismo y esa exigencia, pueden decir que son
como Che: hombres entre los hombres, pero sobre todo revolucionarios entre los
revolucionarios.
Acabamos de
ver esas fotografías que relatan lo mejor que pueden una parte de la vida de
Che. A pesar de la fuerza de su expresión, esas imágenes quedan mudas ante la
parte más determinante del hombre, la misma contra la que el imperialismo
apuntaba. Las balas apuntaban mucho más hacia el espíritu de Che que hacia su
imagen. Su foto está por todo el mundo. Su foto está en la mente de todos y su
silueta es una de las más familiares. Entonces debemos procurar conocer mejor a
Che.
Acerquémonos
pues a Che. Acerquémonos a él no como lo haríamos con un dios, ni como lo
haríamos con esta idea, esta imagen que está por encima de los hombres, sino
hagámoslo con un sentimiento de que estamos ante a un hermano que nos habla y
con quien asimismo podemos hablar. Procuremos que a los revolucionarios los inspire
el espíritu de Che, para que ellos sean también internacionalistas, para que
sepan también cómo construir junto a otros hombres la fe: fe en la lucha por la
transformación, contra el imperialismo, contra el capitalismo.
En cuanto a
ti, compañero Camilo Guevara, ciertamente no podemos permitirnos decir que eres
un hijo huérfano. Che nos pertenece a todos. Nos pertenece como patrimonio de
todos los revolucionarios. Así que no te puedes sentir solo y abandonado,
puesto que vas a encontrar en cada uno de nosotros –esperamos– a los hermanos,
las hermanas, los amigos y los camaradas. Junto a nosotros eres ciudadano de
Burkina, porque has seguido de forma resuelta las huellas de Che, el Che de
todos nosotros, el padre de todos nosotros.
Por último,
recordemos a Che simplemente como ese romanticismo eterno, esa juventud tan
fresca y tan vivificante, y al mismo tiempo esta lucidez, esta sabiduría, esa
devoción que solo los hombres profundos, hombres de corazón, pueden tener. Che
era la juventud de 17 años. Pero Che era igualmente la sabiduría de 77 años.
Esta alianza juiciosa es la que debemos tener permanentemente. Che era el
corazón que hablaba y era también el brazo vigoroso e intrépido que actuaba.
Camaradas,
quisiera agradecer a nuestros amigos, a los compañeros cubanos, el esfuerzo que
han hecho para venir a reunirse con nosotros. Quiero agradecer a todos aquellos
que han franqueado miles de kilómetros, que han cruzado los mares para
encontrarse aquí en Burkina Faso para recordar a Che.
Igualmente
quiero agradecer a todos aquellos que, por sus contribuciones personales,
procurarán que este día no sea simplemente una fecha en el calendario, sino
sobre todo que sean días, muchos días del año, muchos días a través de los años
y los siglos, para que viva eternamente el espíritu de Che.
Compañeros,
por último quisiera expresar mi regocijo porque hemos inmortalizado las ideas
de Che aquí en Uagadugu con esta calle que hemos bautizado Che Guevara.
Pero cada
vez que pensemos en Che, tratemos de ser como él y de hacer que reviva el
hombre, el combatiente. Y, sobre todo, cada vez que tengamos la idea de actuar
como él, en la abnegación, al rechazar los bienes burgueses que pretenden
enajenarnos, al rechazar también lo fácil, pero también en la educación y la
disciplina rigurosa de la ética revolucionaria: cada vez que tratemos de actuar
así, vamos a servir mejor las ideas de Che, las difundiremos mejor.
¡Patria o
muerte, venceremos!
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