sábado, 23 de mayo de 2015

LAS IDEAS NO SE MATAN

Por Thomas Sankara


Esta mañana, de manera modesta, hemos venido a inaugurar esta exposición que intenta delinear la vida y la obra de Che. Al mismo tiempo queremos decir hoy al mundo entero que para nosotros Che Guevara no está muerto. Pues por todo el mundo existen centros donde hay hombres que luchan por más libertad, más dignidad, más justicia, más felicidad. Por todo el mundo, los hombres luchan contra la opresión, la dominación, contra el colonialismo, contra el neocolonialismo y el imperialismo, contra la explotación de clase.

Queridos amigos, unimos nuestras voces a las de todos los que en el mundo recuerdan que un día un hombre llamado Che Guevara, con toda la fe en su corazón, se alistó en la lucha junto a otros hombres y logró así crear esta chispa que tanto ha inquietado a las fuerzas de ocupación en el mundo. Sencillamente queremos decir que una época nueva ha sonado en Burkina Faso, que una realidad nueva está en marcha en nuestro país. Uno puede ver así el llamado de Che Guevara, el mismo que quería encender fuegos de lucha por todas partes del mundo.

Che fue segado con balas, balas imperialistas, bajo el cielo de Bolivia. Y nosotros decimos que para nosotros Che Guevara no ha muerto.

Una de las bellas frases que evocan los revolucionarios, los grandes revolucionarios cubanos, es la que su amigo, su compañero de lucha, su camarada, su hermano, el propio Fidel Castro repitiera. Una frase que él captó un día de lucha de boca de un hombre de pueblo, un oficial de Batista, quien, a pesar de pertenecer a ese ejército reaccionario y represivo, supo hacer una alianza con las fuerzas que luchaban por la felicidad del pueblo cubano. Cuando los que habían intentado el asalto contra el cuartel Moneada acababan de fracasar, y debían padecer el suplicio por las armas del ejército de Batista –debían ser fusilados–, el oficial simplemente dijo: “No disparen, las ideas no se matan”.

Es verdad, las ideas no se matan. Las ideas no mueren. Por eso Che Guevara –quien era una esencia de ideas revolucionarias y de entrega personal– no ha muerto porque hoy han venido ustedes aquí [de Cuba] y porque nosotros nos inspiramos en ustedes.

Che Guevara, argentino según su pasaporte, devino cubano por adopción por la sangre y el sudor que derramó por el pueblo cubano. Y, sobre todo, devino ciudadano del mundo libre: el mundo libre que juntos estamos en vías de construir. Por eso decimos que Che Guevara es también africano y burkinabé.
Che Guevara llamaba a su gorra “la boina”. Por casi toda África hizo que se conocieran esa boina y esa estrella. De norte a sur, África recuerda a Che Guevara.

Una juventud intrépida –una juventud sedienta de dignidad, sedienta de valor, sedienta también de ideas y de esa vitalidad que Che simbolizaba en África– buscó al Che para beber de ese manantial, el manantial vivificante que representaba en el mundo ese capitán revolucionario. Y entre los pocos que tuvieron la oportunidad, que tuvieron el honor de estar cerca de Che, y que están todavía en vida, algunos están hoy aquí entre nosotros.

Che es burkinabé. Es burkinabé porque participa en nuestra lucha. Es burkinabé porque sus ideas nos inspiran y están inscritas en nuestro Discurso de Orientación Política. Es burkinabé porque su estrella está fija en nuestro emblema. Es burkinabé porque una parte de sus ideas vive en cada uno de nosotros en la lucha cotidiana que libramos.

Che es un hombre, pero un hombre que supo mostrarnos y educarnos en la idea de que podíamos atrevernos a tener confianza en nosotros mismos, confianza en nuestras capacidades. Che está entre nosotros.

Así que quisiera decir: ¿qué es el Che? Para nosotros Che es sobre todo convicción, convicción revolucionaria, la fe revolucionaria en lo que uno hace, la convicción de que la victoria es nuestra, de que la lucha es nuestro recurso.

Che es también humanismo. El humanismo: esa generosidad que se expresa, esa entrega que ha hecho de Che no solo un combatiente argentino, cubano, internacionalista, sino también un hombre, con todo el calor humano.

Che es también, y sobre todo, la exigencia. La exigencia de alguien que tuvo la suerte de nacer en una familia acomodada, pero que supo decir no a esas tentaciones, que supo darle la espalda a lo fácil y que, por el contrario, demostró ser un hombre que hacía causa común con el pueblo, un hombre que hacía causa común con la miseria de los demás. La exigencia de Che: he ahí algo que debe inspirarnos más que nada.

Porque son la convicción, el humanismo y la exigencia lo que hacen que sea Che. Y quienes saben juntar en ellos esas virtudes, quienes saben juntar en ellos esas cualidades, esa convicción, ese humanismo y esa exigencia, pueden decir que son como Che: hombres entre los hombres, pero sobre todo revolucionarios entre los revolucionarios.

Acabamos de ver esas fotografías que relatan lo mejor que pueden una parte de la vida de Che. A pesar de la fuerza de su expresión, esas imágenes quedan mudas ante la parte más determinante del hombre, la misma contra la que el imperialismo apuntaba. Las balas apuntaban mucho más hacia el espíritu de Che que hacia su imagen. Su foto está por todo el mundo. Su foto está en la mente de todos y su silueta es una de las más familiares. Entonces debemos procurar conocer mejor a Che.

Acerquémonos pues a Che. Acerquémonos a él no como lo haríamos con un dios, ni como lo haríamos con esta idea, esta imagen que está por encima de los hombres, sino hagámoslo con un sentimiento de que estamos ante a un hermano que nos habla y con quien asimismo podemos hablar. Procuremos que a los revolucionarios los inspire el espíritu de Che, para que ellos sean también internacionalistas, para que sepan también cómo construir junto a otros hombres la fe: fe en la lucha por la transformación, contra el imperialismo, contra el capitalismo.

En cuanto a ti, compañero Camilo Guevara, ciertamente no podemos permitirnos decir que eres un hijo huérfano. Che nos pertenece a todos. Nos pertenece como patrimonio de todos los revolucionarios. Así que no te puedes sentir solo y abandonado, puesto que vas a encontrar en cada uno de nosotros –esperamos– a los hermanos, las hermanas, los amigos y los camaradas. Junto a nosotros eres ciudadano de Burkina, porque has seguido de forma resuelta las huellas de Che, el Che de todos nosotros, el padre de todos nosotros.

Por último, recordemos a Che simplemente como ese romanticismo eterno, esa juventud tan fresca y tan vivificante, y al mismo tiempo esta lucidez, esta sabiduría, esa devoción que solo los hombres profundos, hombres de corazón, pueden tener. Che era la juventud de 17 años. Pero Che era igualmente la sabiduría de 77 años. Esta alianza juiciosa es la que debemos tener permanentemente. Che era el corazón que hablaba y era también el brazo vigoroso e intrépido que actuaba.

Camaradas, quisiera agradecer a nuestros amigos, a los compañeros cubanos, el esfuerzo que han hecho para venir a reunirse con nosotros. Quiero agradecer a todos aquellos que han franqueado miles de kilómetros, que han cruzado los mares para encontrarse aquí en Burkina Faso para recordar a Che.

Igualmente quiero agradecer a todos aquellos que, por sus contribuciones personales, procurarán que este día no sea simplemente una fecha en el calendario, sino sobre todo que sean días, muchos días del año, muchos días a través de los años y los siglos, para que viva eternamente el espíritu de Che.

Compañeros, por último quisiera expresar mi regocijo porque hemos inmortalizado las ideas de Che aquí en Uagadugu con esta calle que hemos bautizado Che Guevara.

Pero cada vez que pensemos en Che, tratemos de ser como él y de hacer que reviva el hombre, el combatiente. Y, sobre todo, cada vez que tengamos la idea de actuar como él, en la abnegación, al rechazar los bienes burgueses que pretenden enajenarnos, al rechazar también lo fácil, pero también en la educación y la disciplina rigurosa de la ética revolucionaria: cada vez que tratemos de actuar así, vamos a servir mejor las ideas de Che, las difundiremos mejor.

¡Patria o muerte, venceremos!

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