sábado, 28 de marzo de 2015

RECUPEREMOS EL ESPÍRITU DE OCTUBRE



Por Enrique Moreno



La Revolución Rusa de octubre de 1917 fue uno de los hechos históricos más importantes de principios de siglo. Supuso en la práctica que un régimen liberal no se pudiese consolidar en Rusia en contra de liberales, que querían perpetuarse en el poder que entonces tenían y en contra de los teóricos marxistas que afirmaban que era necesario un paso por la economía liberal para que después de llegase a la madurez de la situación y acceder al poder.

En octubre de 1934 en España ocurrieron varios sucesos revolucionarios. Separatistas burgueses de un lado y obreros radicalizados socialmente de otro ensayaron una abortada revolución. Desde nuestras posiciones los separatistas burgueses se subieron a un proceso revolucionario y como muchas otras veces intentando explotar una situación de debilidad del poder existente intentaron secesionarse.

Nada tenemos que elogiar de su actitud. La construcción de un pequeño Estado burgués aprovechando una determinada situación nada tiene para nosotros de positivo. Pero no podemos hacer afirmaciones similares para la revolución social que determinados sectores reclamaban. Las situaciones diversas que salieron a la luz en aquél momento. Asturias y los problemas de siempre de su industria. Campesinos y aparceros. Otros muchos. España necesita una profunda reforma social pendiente.

También fue un octubre donde un señorito español, hijo de un militar gobernante dictatorial inició un movimiento político que al consolidarse, hacia 1935 lanzaba desde otra posición proclamas sociales radicales, junto a proclamas nacionales profundas.

Pero octubre parece ser mal tiempo para los revolucionarios. De los hechos de 1917 nació una simple dictadura tildada de proletaria, pero ejercida por una camarilla política que logró con el tiempo convertir simplemente en un capitalismo de Estado, porque como Amadeo Bordiga, fundador del PCI afirmaba no se atrevió a hacer desaparecer elementos esenciales de las relaciones económicas que conducían de una manera u otra a no poder transformar las relaciones sociales.

La revolución de 1917 fue frustrada pero algunas de sus obras aunque imperfectas duraron un cierto tiempo.

A la disolución absoluta de las pocas cosas que quedaban del régimen nacido de la revolución de 1917 se han opuesto fuerzas muy diversas. Yeltsin, continuador de la labor de Gorbachov, y todavía más sumiso al amo yanqui, no ha dudado en utilizar todos los medios para liquidar políticamente (e incluso violentamente) a los que se le oponían. El decreto de disolución del Parlamento Ruso es un acto que sólo puede llamarse golpe de estado. La forma de acabar con los que se han opuesto a ese decreto. Y las medidas aplicadas después: prohibición de casi toda la prensa, disolución de partidos, toque de queda permanente, convocatoria de elecciones sin partidos de la oposición presentes, convocatoria de un referéndum constitucional sin constitución,... nos llevan a una sola conclusión: Yeltsin es el encargado de occidente de imponer un sistema de mercado y de destruir económicamente a Rusia para que sólo sea capaz de consumir sin producir. La democracia puede que llegue o no. Pero a falta de contramodelo el sistema económico ya no necesita democracia formal para imponerse.

Los hechos nacidos en estos octubres nos han dado momentos revolucionarios importantes en Rusia y España. Muchas veces se ha hablado de las similitudes y semejanzas. Ahora podemos añadir otra más: los impulsos revolucionarios nacidos en el mes de octubre también se frustran tanto en España como en Rusia.

Pero tanto en España como en Rusia las transformaciones siguen pendientes, las profundas transformaciones que buscaban los mineros asturianos de 1934, los bolcheviques de 1917, los falangistas en 1935, los miembros del parlamento ruso y sus partidarios nacional-bolcheviques del Frente de Salvación Nacional en la calle. Todas las transformaciones a las que aspiraban y aspiran todos ellos siguen pendientes.

Nosotros seguimos pensando que porque sigan pendientes no dejan de ser necesarias, no deja de ser obligatorio por parte de todos seguir luchando por ellas.

[Tribuna de Europa, 4, X-1993]

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