Por Enrique Moreno
La Revolución
Rusa de octubre de 1917 fue uno de los hechos históricos más importantes de
principios de siglo. Supuso en la práctica que un régimen liberal no se pudiese
consolidar en Rusia en contra de liberales, que querían perpetuarse en el poder
que entonces tenían y en contra de los teóricos marxistas que afirmaban que era
necesario un paso por la economía liberal para que después de llegase a la
madurez de la situación y acceder al poder.
En octubre de
1934 en España ocurrieron varios sucesos revolucionarios. Separatistas
burgueses de un lado y obreros radicalizados socialmente de otro ensayaron una
abortada revolución. Desde nuestras posiciones los separatistas burgueses se
subieron a un proceso revolucionario y como muchas otras veces intentando explotar
una situación de debilidad del poder existente intentaron secesionarse.
Nada tenemos que
elogiar de su actitud. La construcción de un pequeño Estado burgués
aprovechando una determinada situación nada tiene para nosotros de positivo. Pero
no podemos hacer afirmaciones similares para la revolución social que
determinados sectores reclamaban. Las situaciones diversas que salieron a la
luz en aquél momento. Asturias y los problemas de siempre de su industria.
Campesinos y aparceros. Otros muchos. España necesita una profunda reforma social
pendiente.
También fue un
octubre donde un señorito español, hijo de un militar gobernante dictatorial
inició un movimiento político que al consolidarse, hacia 1935 lanzaba desde
otra posición proclamas sociales radicales, junto a proclamas nacionales
profundas.
Pero octubre
parece ser mal tiempo para los revolucionarios. De los hechos de 1917 nació una
simple dictadura tildada de proletaria, pero ejercida por una camarilla
política que logró con el tiempo convertir simplemente en un capitalismo de
Estado, porque como Amadeo Bordiga, fundador del PCI afirmaba no se atrevió a
hacer desaparecer elementos esenciales de las relaciones económicas que
conducían de una manera u otra a no poder transformar las relaciones sociales.
La revolución de
1917 fue frustrada pero algunas de sus obras aunque imperfectas duraron un
cierto tiempo.
A la disolución
absoluta de las pocas cosas que quedaban del régimen nacido de la revolución de
1917 se han opuesto fuerzas muy diversas. Yeltsin, continuador de la labor de Gorbachov,
y todavía más sumiso al amo yanqui, no ha dudado en utilizar todos los medios
para liquidar políticamente (e incluso violentamente) a los que se le oponían.
El decreto de disolución del Parlamento Ruso es un acto que sólo puede llamarse
golpe de estado. La forma de acabar con los que se han opuesto a ese decreto. Y
las medidas aplicadas después: prohibición de casi toda la prensa, disolución
de partidos, toque de queda permanente, convocatoria de elecciones sin partidos
de la oposición presentes, convocatoria de un referéndum constitucional sin
constitución,... nos llevan a una sola conclusión: Yeltsin es el encargado de occidente
de imponer un sistema de mercado y de destruir económicamente a Rusia para que
sólo sea capaz de consumir sin producir. La democracia puede que llegue o no.
Pero a falta de contramodelo el sistema económico ya no necesita democracia
formal para imponerse.
Los hechos
nacidos en estos octubres nos han dado momentos revolucionarios importantes en
Rusia y España. Muchas veces se ha hablado de las similitudes y semejanzas.
Ahora podemos añadir otra más: los impulsos revolucionarios nacidos en el mes
de octubre también se frustran tanto en España como en Rusia.
Pero tanto en
España como en Rusia las transformaciones siguen pendientes, las profundas transformaciones
que buscaban los mineros asturianos de 1934, los bolcheviques de 1917, los
falangistas en 1935, los miembros del parlamento ruso y sus partidarios
nacional-bolcheviques del Frente de Salvación Nacional en la calle. Todas las
transformaciones a las que aspiraban y aspiran todos ellos siguen pendientes.
Nosotros
seguimos pensando que porque sigan pendientes no dejan de ser necesarias, no
deja de ser obligatorio por parte de todos seguir luchando por ellas.
[Tribuna de Europa, 4, X-1993]
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