Por Evita Perón
Otra vez estamos aquí reunidos
los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los descamisados en
esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la respuesta al líder
del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo: "Quienes quieran
oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan". Aquí está la respuesta
mi general. Es el pueblo trabajador, es el pueblo humilde de la patria, que
aquí y en todo el país está de pie y lo seguirá a Perón, el líder del pueblo,
el líder de la humanidad, porque ha levantado la bandera de redención y de
justicia de las masas trabajadoras; lo seguirá contra la opresión de los
traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la noche quieren dejar
el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón, que es el alma y
el cuerpo de la patria. Pero no lo conseguirán como no han conseguido jamás la
envidia de los sapos acallar el canto de los ruiseñores, ni las víboras detener
el vuelo de los cóndores. No lo conseguirán, porque aquí estamos los hombres y
las mujeres del pueblo, mi general, para custodiar vuestros sueños y para vigilar
vuestra vida, porque es la vida de la patria, porque es la vida de las futuras
generaciones, que no nos perdonarían jamás que no hubiéramos cuidado a un
hombre de los quilates del general Perón, que acunó los sueños de todos los
argentinos, en especial del pueblo trabajador.
Yo le pido a Dios que no permita
a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese
día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres
del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie
ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar
aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han
explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar
jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las
metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma
tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias; porque nosotros
vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos
una causa que es la causa de la patria, es la causa del pueblo, es la causa de
los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años. Hoy,
gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres,
las mujeres nos sentimos más dignas, porque dentro de la debilidad de algunos y
de la fortaleza de otros está el espíritu y el corazón de los argentinos para
servir de escudo en defensa de la vida de Perón.
Yo, después de un largo tiempo
que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis
descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón que en las
horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre levanté
la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del
alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón. Yo
quiero hablar hoy, a pesar de que el general me pide que sea breve, porque
quiero que mi pueblo sepa que estamos dispuestos a morir por Perón y que sepan
los traidores que ya no vendremos aquí a decirle "presente" a Perón,
como el 28 de septiembre, sino que iremos a hacer justicia por nuestras propias
manos.
Hay mucho dolor que mitigar; hay
que restañar muchas heridas, porque todavía hay muchos enfermos y muchos que
sufren. Lo necesitamos, mi general, como el aire, como el sol, como la vida
misma. Lo necesitamos por nuestros hijos y por el país en estos momentos
inciertos de la humanidad en que los hombres se debaten entre dos
imperialismos; el de derecha y el de izquierda, que nos llevan hacia la muerte
y la destrucción. Y nosotros, un puñado de argentinos, luchamos junto con Perón
por una humanidad feliz dentro de la justicia, dentro de la dignificación de
ese pueblo, porque en eso reside la grandeza de Perón. No hay grandeza de la
Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo
trabajador.
Compañeras, compañeros: Otra vez
estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer, como hoy y como
mañana. Estoy con ustedes para ser un arco iris de amor entre el pueblo y
Perón; estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre
he tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores.
Estoy otra vez con ustedes, como
amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer felices a los
descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar
noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que
cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página brillante en
la historia de la Patria. Y así como este 1º de mayo glorioso, mi general,
quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro de muchos siglos, que vengan
las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida o en la vida de
su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted.
Antes de terminar, compañeros,
quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No perdona
jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté
trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los
vendepatrias de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en
acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y
yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria
misma.
Discurso del 1º de Mayo (Día del Trabajador) de 1952
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