Durante bastante tiempo, la gente
joven ha intentado encontrar salidas y soluciones tanto en la izquierda como en
la derecha más radical desde posiciones dogmáticas que obligaban a "tragar"
con todo lo que había en el sector elegido, incluso con todo lo que no es
positivo hoy porque tampoco lo fue ayer.
La insumisión ante esta situación
hace que diversas agrupaciones y colectivos de las más antagónicas procedencias
confluyan en un espacio geopolítico totalmente desertizado, el rechazo hacia
todos los esquemas vigentes y más todavía si son de carácter partidista, la
acuñación de una personalidad propia sin ser solución de continuidad de nada
preexistente, la aceptación, comprensión y aplicación de los diversos periodos
revolucionarios y de sus protagonistas, así como la condición social
trabajadora de los que formamos estos colectivos nos hace tomar una actitud
consciente de rebeldía que toda la juventud obrera militante practica de forma
inconsciente al servicio de los santones de la vieja política. Por eso nadie
debe leer estas páginas esperando encontrarse con un etiquetaje político
concreto y ajustado a su idea, pues de todos asumimos y rechazamos algo, en
cuanto al término socialista profusamente empleado en esta editorial nada tiene
que ver con el significado habitual que se le da y sí mucho con un estado de
ánimo totalmente nuevo, joven y distinto.
Barricada de Octubre es así el
inicio de una era de redefiniciones en cuanto a teorías, organizaciones y trabajo
a las que en mayor o menor medida, no escapa formación alguna, pues las
posiciones de un partido o fracción implican las de otros en cuanto como
adversarios, referentes o aliados potenciales. De esta manera intentamos
reconstruir el valor de cada sector, para a modo de conclusión, concretar los
rasgos generales de la producción ideológica en una formación alternativa a
todas las demás compuestas por lo mejor y más capaz de éstas.
Pero no queremos el "apoyo
moral" por mucho que se nos ofrezca desde los burdeles políticos donde cualquier
persona honrada solo puede sentir náuseas. Queremos que tú que estás leyendo
ésto tomes parte en la lucha, que te responsabilices del trozo de frente que te
corresponde en esta guerra popular contra la explotación, el imperialismo y por
la libertad de todos los pueblos de Europa. Hay infinidad de puestos por ocupar,
las radios libres en su intento por llevar la verdad a todos, los comités
anti-OTAN y contra el imperialismo soviético, para echar a los invasores de
nuestro suelo, las asambleas de trabajadores en defensa de sus
reivindicaciones, en el seno de los sindicatos para conducir a éstos a un
proceso revolucionario, en los grupos ecologistas, en los círculos culturales,
en todos los lugares donde se pueda manifestar la protesta contra el actual
estado de cosas que los jóvenes hemos heredado. Hay que arrancarles de las
manos las organizaciones obreras que los ahijados del capitalismo y la
burguesía tengan en sus manos. Pero pobre y sin sentido sería forjar un
movimiento sobre la base del simple racionalismo economicista y físico, por muy
heterodoxo y disidente que éste fuera. Por el contrario, y siguiendo las geniales
ideas de uno de los filósofos que más nos han influenciado, Georges Sorel,
nosotros no venimos a pelear solamente por una solución a la vida material de
todos y cada uno de nosotros, sino a hacer que ésta sea la proyección de una
metafísica superior, el socialismo ético, el Mito de la Europa unida sobre cualquier
utopía, el socialismo heterodoxo, voluntarista y aristocrático. El socialismo
no necesita de ese racionalismo acabado tal como muchos lo entienden, pues
según un discípulo de Sorel la revolución socialista es un acto de fe.
Pero todo lo anterior se define
con una consigna: la rebelión para la revolución. Por rebelión entendemos la lucha
contra el poder al que estamos sometidos, la disconformidad y el espíritu
crítico como una constante de lucha. El esfuerzo para ser libres frente a una
multitud de factores que nos impiden ser nosotros mismos. La lucha por no ser
dominados por slogans, consignas, propagandas, y publicidad que machaconamente ofrecen
los "mass media" del sistema.
La rebeldía que nace en nosotros
es distinta a la violencia aun cuando ambas no tengan más remedio que unirse
con frecuencia. No nos podemos quedar tan solo con un no a las cosas que no nos
gustan, sino que somos conscientes de luchar por algo. No queremos ser la
juventud apática que se conforma con quedarse en desencanto o el estar
convencidos, pero no decidirse a luchar por miedo. La pasividad es nuestro peor
enemigo y equivale a una vida desocupada y exenta de responsabilidades,
nosotros reclamamos la necesidad de crear el futuro superando la continuidad
degenerada de esta sociedad y de sus supuestos opositores.
A aquellos que pretendan
dominarnos se lo vamos a poner muy difícil; ya pasó la época de protestar sin más
y es hora de ir creando nuestra propia convivencia y nuestras propias formas de
vida. En 1988 y de cara al futuro, tenemos el deber más que el derecho de la
rebeldía, y si la juventud es rebelde por naturaleza, los jóvenes de hoy deben
serlo más que los de otro tiempo y no porque hayan cambiado sustancialmente,
sino porque ha cambiado el mundo en el que vivimos. Es por eso que queremos
encontrar un sentido a la historia colectiva (nuestra situación vital) que nos
ha tocado vivir en unas condiciones que no hemos deseado pero que nos han
venido dadas.
Nuestra actitud no es la del
asustado, ni la del débil de espíritu, sino bien al contrario la de aquellos
que queremos vivir, y hacerlo de forma intensa y peligrosa, es aquella de los
que sufrimos la realidad, pero no soportamos la injusticia, que jugamos con sus
reglas pero haciendo trampas y combatiéndolas a la vez. En resumen se trata de
destruir el presente que nos ofrecen como única forma de construir el futuro
que queremos. Nosotros nos sentimos llenos de creyente responsabilidad frente a
la historia, frente a nuestro pueblo y frente a toda Europa. Por ello y
creyendo que Europa será reconstruida por aquellos pueblos que primero se
sobrepongan al delirio de las masas para retornar al principio de la
personalidad, no podemos dejar de poseer un profundo sentimiento socialista,
única garantía de la justicia y de la nueva nación europea. Para nosotros ser
socialista significa subordinar el yo al tu, sacrificar egolatría en pos de la comunidad.
Socialismo es, en su sentido más profundo, servicio, privación para el
individuo y desafío para todos, es el puente que va de derecha a izquierda o
viceversa, sobre el que los dispuestos al sacrifico y al combate caminan para
encontrarse. A ambos lados hay mucha masa estúpida. Pero algunos pocos, los mejores,
están a la cabeza, solo ellos encontrarán la solución. Para ellos queremos ser
puentes, poner nuestras anchas espaldas para que los demás tengan un camino.
Pero este abandono provocará la
destrucción de los partidos. De los que se llaman socialistas. De los que se llaman
socialistas, ninguno de ellos tiene derecho a hablar de socialismo, le han
vendido en el intercambio comercial, los créditos financieros y los contratos
que han firmado son el certificado de defunción de su redención socialista de
la que tanto alardeaban. Y de los que se llaman nacionales o de derecha y no
son más que instrumentos de destrucción de todo lo que pueda significar
justicia, madrigueras de burgueses cobardes que no dudan en proclamar a los
cuatro vientos que el pueblo gobierna, para correr a esconderse de la
responsabilidad y lapidar a aquel que le hace frente a esta hipocresía. Si el
trabajador fuera consciente de la fuerza que podría alcanzar su solidaridad,
entonces nadie podría negarle su derecho a la vida. La clase trabajadora es
siempre derrotada por su debilidad.
Editorial de Barricada de Octubre, 1,11-1988, pp. 1-2
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