Eduard Limónov, hasta hace poco conocido
por solo un pequeño círculo en Occidente, es hoy un personaje famoso
gracias al libro Limónov (Anagrama) que le ha dedicado Emmanuel Carrère.
Nacido en Rusia en 1943 con el nombre de Eduard Savenko y criado en
Járkov, hoy Ucrania, Limónov es un escritor y político, que pasó una
parte importante de su vida en Estados Unidos y Francia. Regresó a Moscú
una vez desaparecida la URSS.
Curiosamente, el emigrado soviético no
volvió para unirse a los sepultureros del comunismo, sino para engrosar
el bando antirreformista. Savenko se transformó en Limónov, ácido como
el cítrico y explosivo como una granada (limonka en el argot
ruso). En 1993, fundó el Partido Nacional-Bolchevique, hoy prohibido,
pero que sigue funcionando bajo el nombre de La Otra Rusia.
Delgado, de
gafas, perilla y bigotes, no da la impresión de ser lo que es: un duro,
un hombre de acción, que ha participado en las guerras yugoslavas
apoyando a los serbios, en la de Abjazia contra los georgianos, en el
Transdniéster del lado de los rusohablantes. Recibe a EL PAÍS en su apartamento del centro de Moscú, mientras afirma
que cuenta con destacamentos que combaten en el este de Ucrania.
Pregunta. Rusia vuelve ahora a dominar Crimea…
Respuesta. ¡Por fin!
Hace 23 años que dije que Crimea era tierra rusa, poblada por rusos.
Kiev heredó de la Ucrania soviética mucho territorio que no le
pertenecía, que se le había incluido por comodidad administrativa, como
Crimea o la provincia de Járkov. Allí viví mis primeros veintitantos
años y la conozco bien: podías pasear durante días sin oír el ucranio.
Trescientos años formó parte de Rusia. Lo mismo puede decirse de Donbás,
en cuyas minas de carbón trabajan desde siempre rusos. Ucrania, en
1991, cuando recibió esta herencia, debería haber hecho un acto de
generosidad y haber devuelto todo. Lo mismo ha sucedido con Georgia, que
se fue con una herencia que incluía Abjazia, Adzharia y Osetia del Sur.
Crearon sus pequeños imperios y se resisten a entregar lo que no les
pertenece. Pero la dote hay que devolverla.
P. ¿Quiere usted decir que Rusia debe recuperar su antiguo imperio?
R. Mi posición es clara: Crimea y la zona de Donbás son tierras rusas. Así lo creemos y así es.
P. ¿Cómo ve usted la situación en el sureste de Ucrania?
R. Allí viven rusos y
ucranios, pero estos ucranios no son como los que habitan el oeste del
país. Las primeras regiones ucranias occidentales fueron incorporadas
solo en 1939 y las últimas en 1945. O sea, ellos no han vivido toda su
historia con nosotros, vivieron con el Imperio Austrohúngaro, con
Polonia. Es de esas regiones que ha llegado la ideología que domina en
Kiev y que venció en el Euromaidán. Desde 1991 hasta el 2014 los
primeros ministros ucranios han sido todos unos estafadores, todos
mercanchifles y truhanes. Donbás y Járkov los soportaron, pero cuando
llegaron al poder los gamberros del Euromaidán, cuando los vieron esos
brazaletes y sus bates de béisbol, su agresividad, la gente del este de
Ucrania se asustó.
P. ¿Qué le parece la posición del Kremlin frente al este de Ucrania?
R. Lo que sucedió en
Kiev el 22 de febrero fue algo inesperado para todos, incluso para el
Kremlin. Crimea reaccionó rápidamente, la gente quería ser parte de
Rusia y en cuanto se les presentó la oportunidad se organizaron y
celebraron el referéndum. Putin en realidad no quería nada de esto; lo
arrinconaron, no le quedó otra salida.
P. ¿Qué futuro le espera a la oposición? El poco espacio que tenía parece haberlo perdido.
R. Totalmente de
acuerdo. Mi análisis no me gusta: los liberales perdieron el poder en
2003 cuando se vieron sin representación parlamentaria, y en estos 10
años se han ganado el odio general. Ellos mismos se han sepultado,
aunque en sus filas haya intelectuales, tengan medios de comunicación.
Poseían mucha fuerza, pero lo han dilapidado todo, todo lo hicieron mal.
En 2011, cuando sacaban a la calle a 100.000 personas, en lugar de
dictar las condiciones al régimen, firmaron acuerdos con él.
P. ¿Y la izquierda?
R. Cual elefante, el
rincón izquierdo lo ocupa el Partido Comunista, organización muy dañina
que se apropió del lugar de los comunistas cuando no lo son, son unos
impostores. Como resultado, los otros partidos pequeños de izquierda
están condenados a llevar una vida lastimera.
P. ¿No hay futuro, entonces?
R. Una posibilidad es
que la libertad nos llegue del este de Ucrania, de la Ucrania sublevada.
Y nosotros tenemos esperanzas de convertirnos en un partido de masas,
hace ya mucho que existimos como organización, pero bajo este estado
policiaco no lo hemos conseguido. Esperamos lograrlo con el lema de
«Requisar y dividir», nacionalizar las fortunas de los oligarcas -y a
ellos expulsarlos-, los recursos naturales.
P. ¿Qué le espera a Putin?
R. Si estamos de
acuerdo en que la oposición pasa por malos tiempos, podemos concluir que
a Putin le espera un futuro esplendoroso.
P. ¿Está de acuerdo con lo que escribe Carrère sobre usted?
R. ¿Sabe?, estoy
contento de que ese libro haya aparecido, es un reconocimiento enorme,
ha sido traducido a una veintena de idiomas. Me he negado a criticarlo,
porque ha creado un mito sobre mi persona; lo que hizo Carrère es mejor
que haber recibido el Nobel, es como lo que sucede con un escritor que
ha muerto 20 años atrás y de pronto lo redescubren. El éxito ha sido
fantástico, solo en Francia se han vendido más de 600.000 ejemplares del
libro dedicado a mí, esto es muy bueno para mí. Como cualquier otra
persona, escritor y político, aspiro a ser conocido. Carrère ha ganado
mucho dinero, e incluso yo recibí algo por una película que piensa rodar
Saverio Costanzo, que en Cannes compró los derechos del libro. El
productor es muy conocido, el mismo de Bertolucci, así es que espero que
la sea buena, aunque, por supuesto, no seré yo el retratado allí, sino
el mito que se ha creado, pero entiendo perfectamente que esto es bueno
para mí.
Fuente: El País
Extraído de: El Espía Digital
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