Por Juantxo García
La incapacidad política de la
extrema derecha española (probablemente la extrema derecha más analfabeta del
continente) está alcanzando estas últimas semanas cotas de estupidez inauditas,
señal inequívoca de que siempre puede caer a niveles más bajos de los que, en
principio, se le supone.
Partiendo del manoseado "no
somos de derechas ni de izquierdas" (aunque indefectiblemente siempre
acaben abrevando como mansos corderitos en la derecha) y el hecho no haber
leído ni una sola línea del gran pensador prusiano Carl Schmitt (¿para qué?),
nuestros aprendices de "maidanes" locales se han lanzado a una
cruzada (virtual, todo hay que decirlo) contra Maduro, el presidente de
Venezuela, y la nueva formación política Podemos, a sus ojos las dos
representaciones más torvas de Mefistófeles en este valle de lágrimas.
Antes de nada quisiera decir que
ni Maduro es mi tipo (no tuvo Dios de su mano a Hugo Chávez a la hora de elegir
delfín) ni los trotskistas reconvertidos a no-se-sabe-muy-bien-qué de Podemos
son la gente con la que yo me iría de copas un sábado por la noche. O mucho me
equivoco, o al señor que se le aparecen los pajaritos bolivarianos le quedan
muy pocos telediarios, y a Podemos le espera mucha mejor suerte pero, que nadie
se engañe, estos no nos los "guardias rojos" de Mao que nos pinta
Aznar (el héroe de Perejil), sino una versión "hipster" de una
enfermedad que ya hemos padecido en España: la socialdemocracia felipista de
primeros de la década de los ochenta.
Una cosa es discrepar del
bolivarianismo (ya sea en versión caribeña, ya en versión carpetovetónica), y
otra cosa bien distinta es hacerle el juego a los buitres de derechona
española, que es como decir hacerle la ola a Washington y Tel-Aviv.
Jugar a ser
"democratillas" está bien para el "ABC" y "La
Razón", portavoces de la burguesía adinerada y todopoderosa. Sus buenos
cuartos les ha costado tener eso que se llama "credibilidad". Pero
que un puñado de postfranquistas levante la bandera del
tirano-malo-pueblo-oprimido resulta un auténtico sarcasmo, incluso para los
lectores de "ABC" y "La Razón".
Lo que se está ventilado en
Venezuela (como lo que se está ventilando en Donbass o Siria o el Mar de China
o no a mucho tardar en la Patagonia) no son banalidades para entretenimiento de
bobos que sueñan con ser el Capitán Trueno, sino cuestiones geoestratégicas de
un enorme calado.
Señores y señoras de la extrema
derecha española, meteos una cosa en vuestros cerebritos: al Pentágono le
importa una mierda la democracia en Venezuela. Lo mismo le da el hebreo
Capriles Radonski que cualquier gorila-echao-p'alante. Lo que a los
norteamericanos les ocupa y preocupa son dos cuestiones para ellos medulares:
A. Cómo robar el petróleo
venezolano, a ser posible con un gran baño de sangre para que las "nuevas
autoridades" tengan mucho qué deberle al Tío Sam y, por supuesto, que en
ese gran baño de sangre los cadáveres los pongan los propios venezolanos.
B. Cómo avanzar en la
deconstrucción del proceso de emancipación de las Repúblicas iberoamericanas de
los dictados de Washington, con el objeto de volver a hilvanar el "patio
trasero"; esto es, el "interland" norteamericano por excelencia.
Al acribillar (virtualmente,
insisto) la extrema derecha a Maduro y a Podemos, la extrema derecha no se ha
embarcado en una causa santa ni ha enarbolado una límpida bandera justiciera,
sino que se ha sumado (inconscientemente, por supuesto) a una acción ajena y,
por ajena, nacida para desembocar en la frustración. Porque, vamos a ver,
señoras y señores de la extrema derecha española, ¿en qué es mejor la Libia del
caos de hogaño a la Libia de Muamar el Gadafi? ¿En que el petróleo se lo
endosan las compañías petroleras norteamericanas? ¿Dónde queda la
"democracia" que la OTAN iba a implantar en Libia? ¿Qué futuro le
espera a Libia? Es más, ¿existe aún Libia?
Harían bien los chiquilicuatres
del "paña-paña-paña", en lugar de perder miserablemente el tiempo
oyendo al radiopredicador Jiménez Losantos y jugando a salvadores de Occidente,
en bajarse de internet la "doctrina Le Pen" sobre política
internacional del Frente Nacional francés, traducirla y, en caso de no
asimilarla (lo más probable), dejarse de poses y rodeos "fachillas",
y afiliarse directamente al PP, CDs, VOX, UPyD o cosas por el estilo.
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