Por Alberto Buela
Un
jubilado y lúcido profesor de filosofía de la Universidad de Buenos
Aires me hizo llegar un reportaje en Perfil al “novelista,
guionista de cine, filósofo y analista político ” José
Feimann cuyo título es: El peronismo no tiene ideología.
Es
conocida por todos la capacidad acomodaticia, en política, de este
eminente pensador. Eminente porque le saca una cabeza a cualquiera de
los mediocres intelectuales progresistas argentinos del momento.
Pero,
¿qué decir ante semejante título y afirmación taxativa?. Lo mejor
sería nada porque es una proposición indemostrable, arbitraria y
subjetiva, de carácter “gorila” y antiperonista.
Pero,
algo tenemos que decir, porque Feimann (en adelante José, así lo
acriollamos un poco), según cuenta él, es el único filósofo
argentino que recibió Kirchner cuando era presidente, y quien nos
dice, que por ahí, con este comentario que hacemos, nos recibe a
nosotros.
El
razonamiento falaz de José, según sus palabras, es que: el
peronismo no tiene ideología porque es un aparato político
terriblemente pragmático constituido por personajes de tipo mafioso
para nuclear poder, con lo cual da un salto indebido y
erróneo que va de la crítica a las personas (mafiosos que usan al
peronismo) a negar contenido ideológico político al peronismo. Mafiosos,
oportunistas, corruptos hay en todos los partidos y movimientos
políticos, puede ser que el peronismo los tenga en abundancia, pero
de ello no se deriva la carencia de un sistema de ideas.
Esto
de negarle entidad ideológica al enemigo es una táctica que viene
de lejos, pues el marxismo y su teóricos siempre le han negado
contextura intelectual al fascismo: No
es una ideología sino simplemente un sistema de acción, afirmó
en forma reiterada Hebert Marcuse. Claro que con esta proposición
obvió todo un sistema de ideas que arranca con Sorel, pasa por
Pareto, Mosca, Giovanni Gentile, llega hasta Mussolini y termina en
Giorgio Locchi.
Salvando
la distancia, porque José no es Marcuse, pero hace el mismo
razonamiento: el peronismo no tiene
ideología solo quiere el poder para usufructuarlo para beneficio de
sus dirigentes que son mafiosos. Y así
se acabó toda argumentación. Peor aún, José no argumenta,
pontifica en tanto que Papa laico de la izquierda progresista, con
una afirmación de neto corte gorila y antiperonista.
Hablando
en serio, si es que alguna vez podemos hacerlo con José, quien se
toma a la chacota casi todo aquello que se encuentra en el mundo
sublunar, decimos que el peronismo entra perfectamente dentro de lo
que hoy se llaman “los comunitarismos”. Es una ideología
comunitarista, no es ni comunalista como quería el viejo y sabio
Saúl Taborda ni es comunista. Es comunitarista.
Esto
es, sostiene a lo largo de todos sus manuales de “doctrina
peronista” y la media docena de pensadores lúcidos que tuvo, que
la construcción de una comunidad organizada es el principio, fin y
sentido de toda su acción política.
Así
la idea de comunidad organizada es no solo un sistema social a
construir (el peronismo quedó, hasta ahora, como una revolución
inconclusa) sino también un sistema de poder. Como sistema social a
construir sostiene que el pueblo suelto, aislado, atomizado del
liberalismo no existe. Solo existe el pueblo organizado, que como tal
se transforma en factor concurrente en los aparatos del Estado que le
son específicos a cada organización del pueblo. Y como sistema de
poder, sostiene que el poder procede del pueblo, que se expresa a
través de las organizaciones de la comunidad (Org. libres del
pueblo). Ni el poder procede del Estado, ni el pueblo delega su poder
en las instituciones del Estado. Para el peronismo el poder se crea
no se conquista como es el caso del liberalismo y del marxismo dos
sistemas de ideas producto de la modernidad ilustrada y progresista.
Por
supuesto, que todo esto a José le llueve, pues tiene un baño de
lanolina ideológica, como los viejos nadadores de aguas abiertas, a
quienes no les penetraba ni una gota de humedad. Pero el hecho
cierto, el hecho bruto es que el peronismo es y ha sido siempre eso,
más allá de los hombres que lo han conducido en sus distintas
etapas.
Otra
cosa son “los peronianos”, los eternos vividores del peronismo
llenos de discursos con frases hechas y con un lenguaje hablado
(muerto) y no hablante (creador) como gustaba decir
Merleau-Ponty. Que se han pasado la vida proclamando un discurso en
el que afirman creer, pero que no llevan jamás a la práctica. En
una palabra, adoptan un compromiso que no los compromete. Ha sido
como el exitoso conductor de televisión Marcelo Tinelli, que vende
un producto que él ni su familia compran.
Esto,
que los peronianos han usufructuado para provecho propio del
peronismo (el ejemplo emblemático es el viejo Cafiero) es un hecho
sabido, reconocido y comentado desde siempre dentro del peronismo,
pero de allí no se puede colegir que el peronismo sea o peor se
agote en estos personajes que José llama mafiosos.
Incluso
el peronismo ha propuesto en más de una oportunidad el cambios
serios y profundos como lo fue transformación del espurio régimen
liberal de la representación política (hay que recordar el trabajo
de Evita con la creación de la constitución del Chaco). ¿Sabe
acaso algo acerca de la reforma agraria en la Puna donde se le
expropió a la familia Campero 3 millones de hectáreas para difundir
entre 23.000 pobladores criollos de la zona? Pero claro, de eso José
no sabe nada, su visión del peronismo está acotada a lo que sucede
entre el río y la avenida Callao.
En
definitiva, José tiene una visión y versión ilustrada acerca de la
naturaleza del peronismo. Como dijera Hegel: nadie puede saltar
sobre su tiempo y José no puedo saltar sobre sus lecturas, no
pudo, finalmente, pensar con cabeza propia. Quedó atado a los
prejuicios y preconceptos de lo que leyó.
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