La visión de la democracia para José Antonio:
“La aspiración a una vida democrática, libre
y apacible será siempre el punto de mira de la ciencia política, por
encima de toda moda”
Estas primeras declaraciones sobre la
democracia, son del año 1931. Realmente no forman parte de la doctrina
falangista, pues Falange aún no existía, pero sí son significativas e
importantísimas para entender el pensamiento joseantoniano y qué cabida
tiene la democracia en el nacionalsindicalismo.
Ante el Tribunal Popular de Alicante que iba a condenarlo a muerte dijo: “..A
un pueblo como al español, al que se ha tenido sumido en la miseria, no
se le puede hacer la burla de soltarle y decirle: Arréglate con tus
propias disponibilidades. Eso es burlarse..”
“..en tanto que los (movimientos políticos)
que tienen un sentido revolucionario..sabemos que en vez de hacerlo (se
refiere a proclamar meramente los derechos formales) hay que trabajar
algunos años para darle sentido. Desde ese punto de vista, yo soy
demócrata. En el sentido de decirle (al pueblo): arréglate como puedas”
(y ven un domingo cada cuatro años a votar, yo no soy demócrata..)
La democracia postulada por Primo de Rivera no era en aquel momento
histórico ni la “liberal” ni la mal llamada “popular o socialista”.
La primera es rechazada básicamente por las siguientes razones:
1º) La degradación del Estado Liberal que se había convertido en mero espectador de luchas electorales
2º) La conversión de los partidos políticos en instrumentos de defensa de intereses de grupos o de clase.
3º) La conversión del Parlamento en un lugar para ventilar rencillas de partido.
4) El desconocimiento de los límites de la democracia.
La segunda la denomina por su nombre y dice de ella: “Y esta
dictadura comunista tiene que horrorizarnos a nosotros, europeos,
occidentales, cristianos, porque esta sí que es la terrible negación del
hombre; esto sí que es la absorción del hombre en una masa amorfa donde
se pierde la individualidad, donde se diluye la vestidura corpórea de
cada alma individual y eterna. Notad bien que por eso somos
antimarxistas; que somos antimarxistas porque nos horroriza, como
horroriza a todo occidental, a todo cristiano, a todo europeo, patrono o
proletario, esto de ser como un animal inferior en un hormiguero”
La democracia postulada por Primo de Rivera sería una democracia
asentada en los valores del catolicismo y orgánica en su forma.
Consideró que la sociedad no era un mero agregado de individuos iguales,
creada por puro capricho voluntarista del hombre, sino que estaba
formada por personas pero también por unidades territoriales y sociales
tales como la familia, el municipio y el sindicato. Y para estas
unidades naturales pide su representación directa en los asuntos del
Estado.
Familia, municipio y sindicato -dice Martín Rubio- “se convierten así
-desde el Teatro de la Comedia hasta el patio de Alicante- en la
cantinela permanente que, en labios de José Antonio, quería devolver a
sus contemporáneos la dignidad y la libertad hondas de servir a una
empresa, a una misión, a un destino en lo universal sin otros objetivos
que implantar una justicia social profunda para que, sobre esta base,
los pueblos vuelvan a la supremacía de lo espiritual”.
El movimiento falangista nace en la mente de Primo de Rivera como
superador tanto del marxismo como del capitalismo. Su propuesta es la de
una economía mixta en donde coexistan las formas privadas y
socializadas de los medios de producción. Dice así el fundador de
Falange Española: “..en esta concepción político-histórico-moral con
que nosotros contemplamos el mundo, tenemos implícita la solución
económica; desmontaremos el aparato económico de la propiedad
capitalista que absorbe todos los beneficios, para sustituirlo por la
propiedad individual, por la propiedad familiar, por la propiedad
comunal y por la propiedad sindical”.
Específicamente sobre el tema sindical, Primo de Rivera pretende “un
sindicalismo unitario, basado en el principio de la superación del
dualismo “trabajador-empresario”, a través de su síntesis en la nueva
noción de “productor”, que abarcaba tanto a los trabajadores como a los
jefes de empresa. El empresario capitalista que hace suya la plusvalía
del trabajo desaparece en el esquema ideológico nacionalsindicalista;
pero tal plusvalía no se atribuye –como en los sistemas socialistas- al
Estado, sino a los propios productores”.
Este nuevo planteamiento de la relación de trabajo supone la
aparición de empresas sindicales con participación de sus componentes en
la dirección y en los resultados, y su posterior organización en
sindicatos verticales de “productores” por ramas de la producción. El
mantenimiento de esta sindicalización económica requeriría la
nacionalización del crédito y la creación de una Banca Sindical.
Y en la cúspide, dice Chozas Bermúdez, “el Estado como titular de las
funciones esenciales del poder, reservándose la superior vigilancia, la
ordenación política suprema, para la garantía del bien común sobre todo
interés parcial excluyente”.
Se trata de un “socialismo sindical” que convertiría a España en “un
gigantesco sindicato de productores..al servicio de la integridad
económica nacional” y que culminaría con una sindicalización del Estado,
“porque los sindicatos y los gremios pasarán a ser órganos directos del
Estado”.
También defiende una democracia descentralizada, es decir una
descentralización administrativa cuanto mayor mejor, siempre y cuando no
afecte ni se den alas a los separatismos locales españoles.
También José Antonio defiende una democracia integral, total, en un
estado totalitario que alcance a todos, pero que no niegue al individuo,
es decir, alejada del panteísmo estatal tan típicamente fascista y
socialista.
En definitiva, se puede
resumir el pensamiento joseantoniano de la democracia como la pretensión
de una democracia orgánica y social inspirada en la doctrina
tradicional, cristiana, con asunción de diversos aspectos positivos del
liberalismo (igualdad ante la ley, progreso técnico) y del socialismo
(justicia social, reforma agraria, lucha contra el capitalismo
financiero, etc…). Será la suya, pues, una filosofía política integral
dirigida a lograr unir armónicamente al hombre con su patria, lo
nacional con lo social, en una síntesis superadora de los tradicionales y
caducos conceptos de la derecha e izquierda.
Su fórmula política era inédita, y como superadora del liberalismo y
del socialismo, y negadora del fascismo y anarquismo. Una ideología
imposible de encuadrar dentro de las corrientes doctrinales hasta la
fecha.
En cuanto a la democracia cubana:
La democracia para un comunista es la dictadura
del proletariado durante un tiempo determinado para aplastar la clase
burguesa e instaurar el comunismo, sin estado y sin clases sociales (fin
igual que el anarquista, aunque con distintos caminos para llegar a
ello).
Aclarado eso, paso a explicar el modelo cubano
transcribiendo las explicaciones de Ricardo Alarcón, presidente de la
Asamblea Nacional desde 1993 y el diplomático encargado de los asuntos
relacionados con EEUU.
Cuba no es el único país del mundo donde no
existen ni partidos ni elecciones del tipo conocidos “en los países
neoliberales”. También es sabido que en la casi totalidad de esos países
tales partidos y elecciones no parecen disfrutar de mucha credibilidad
entre los electores. El sistema electoral cubano responde a una
concepción completamente diferente a la que caracteriza el modelo que
todavía sigue siendo llamado de “democracia representativa” a pesar de
que cada día representa a menos personas. Como toda organización a
escala del estado-nación la nuestra también tiene un carácter
representativo pero no se agota en la representación formal, en la
apariencia, sino que busca la participación directa de la gente en las
instancias representativas. Incorpora lo más posible mecanismos y formas
de democracia directa en estructuras de carácter inevitablemente
representativo. El sistema del poder popular se sustenta en la
circunscripción electoral, su célula básica a partir de la cual se
desarrolla todo lo demás. Allí comienza el proceso electoral. En cada
circunscripción se realizan reuniones abiertas y públicas, en las que
cualquier vecino propone a cualquier otro como candidato a delegado por
la circunscripción correspondiente. La ley exige que en cada
circunscripción haya al menos dos candidatos. Entre ellos el día de las
elecciones mediante voto secreto se elige a quien será el delegado que
para serlo deberá recibir más del 50% de los votos. Esos delegados
integran las asambleas municipales que tienen la responsabilidad
principal en las etapas siguientes del proceso electoral. Hasta 1992 las
asambleas municipales elegían a quienes representarían a cada municipio
en la asamblea provincial respectiva y en la Asamblea Nacional. Desde
ese año las asambleas municipales postulan a sus candidatos a delegados
provinciales y a diputados nacionales y los presenta al voto libre y
secreto de los electores. Para resultar electo a esas instancias se
requiere igualmente obtener más del 50% de los votos. La ley establece
que hasta la mitad de los diputados y delegados provinciales podrán ser
personas que también sean delegados de circunscripción. En nuestro caso
no son los partidos, ningún partido, quienes seleccionan a los
candidatos. Cada elector tiene la capacidad de hacerlo. Para llegar a
ser candidato sólo requiere ser propuesto por alguien y desde luego
aceptar la postulación. No hace falta disponer de un centavo ni contar
con una maquinaria electoral (lo que en otros países llaman partidos).
Está terminantemente prohibida cualquier forma de campaña en favor de
ningún candidato. Las comisiones electorales son las encargadas de
colocar en los lugares de mayor concurrencia de la comunidad los datos
biográficos que identifican a los candidatos. Todos pueden postular y
todos pueden ser postulados. Se me hace difícil imaginar mayor
pluralidad o más representatividad real. Ahí radica probablemente la
principal explicación de la elevadísima votación en todas nuestras
elecciones a pesar de que el voto es voluntario: los electores saben
quienes son los candidatos, saben cómo y porqué aparecen en las boletas y
sobre todo saben que ellos –los electores- participaron realmente en el
proceso. Desde 1976, cada dos años y medio, hemos hecho tales
elecciones y en ellas la tasa de renovación (elección de personas para
ocupar el cargo por primera vez) ha superado como promedio nacional al
cincuenta por ciento y en varias ocasiones la renovación ha sido mucho
más alta (personalmente cuando fui elegido diputado por primera vez era
uno entre el 85% de diputados que nunca antes lo habían sido y presido
ahora una legislatura cuya membresía es nueva en sus dos terceras
partes). Desde aquel año centenares de miles de compatriotas han sido
propuestos o elegidos y han sido millones los que han participado
directamente en su postulación y elección. Es un sistema que, como toda
obra humana, puede y debe ser perfeccionado constantemente.
(Para quien desee más información sobre alguna de las fuentes que he
usado puede pinchar en estos
enlaces http://www.plataforma2003.org/hemos_leido/45.htm http://www.rebelion.org/noticia.php?id=53 )
Conclusiones:
Una vez dadas las pinceladas de los diferentes sistemas, tanto el
cubano como el ideado por José Antonio, paso a explicar una anécdota que
recoge Santiago Pérez Díaz en el periódico el País:
“el propio Castro había tenido como libro de cabecera en Sierra
Maestra las obras completas de José Antonio Primo de Rivera, según contó
Carlos Franqui, entonces hombre clave en la primera propaganda del
régimen”
Pues bien, hasta qué punto pudo tener relevancia la lectura de las
obras de José Antonio es algo que solo el propio Fidel Castro sabrá,
pero no es difícil, una vez estudiadas esas pinceladas y habiendo
estudiado en mayor profundidad ambos sistemas, establecer semejanzas en
ambos modelos.
Bien es cierto que parten de concepciones totalmente diferentes, pero
es innegable que la inspiración del modelo participativo es bastante
similar.
En ambos modelos se recoge la imposibilidad de negar una serie de
premisas fundamentales (el sistema socialista/nacionalsindicalista, la
unidad de la patria en ambos casos, etc).
En ambos modelos se recoge el desprecio a los diferentes partidos (si
bien es cierto que en el modelo joseantoniano, Falange, una vez
alcanzado y consolidado el poder, se disolvería, cosa que en el
socialismo cubano no ocurre).
En ambos modelos se recoge una fórmula electoral, que aún con
diferencias, encaja dentro de un mismo ideal, la participación directa
de la persona, totalmente representado, origen popular, sin necesidad
del falso instrumento del partido cerrado, corrupto y degenerado.
En ambos modelos se cree que la participación directa es necesaria y
básica y que debe canalizarse a través de representantes cercanos a lo
que conoces como el municipio. (La visión joseantoniana de la familia
como núcleo político vertebrador es algo ya desfasado e insostenible en
2015, guste o no).
En ambos modelos se puede ver cómo es un modelo popular, que puede
ser regido por un gobierno democrático también en su cúpula y como, para
subsistir dicho modelo, requiere el apoyo de la mayoría del pueblo, lo
cual desecha la tesis de dictadura de partido, tan aborrecida por José
Antonio.
En ambos modelos, pese a sus notables diferencias, se recoge el
anhelo de una justicia social profunda, por la que tanto luchó y dio la
vida José Antonio, y por la que el régimen cubano, pese al criminal
bloqueo estadounidense, nadie puede negar en educación, cultura,
sanidad, etc.
Cabe por último, a modo de anécdota, que Fidel Castro ha reconocido
admirar los valores revolucionarios del cristianismo y su mensaje social
y que unido a su lucha por la justicia social y un patriotismo sano,
popular, revolucionario, no es difícil establecer puntos de encuentro
con el pensamiento joseantoniano, pese a las diferencias obvias.
Pese a las diferencias e imperfecciones, como cualquier sistema, son
dos sistemas democráticos de participación claramente superiores,
mejorados y más representativos que los modelos de las sociedades
capitalistas y que el nuestro español actual.
Extraído de: El Último de Numancia
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