Por Muamar el Gadafi
En la historia reciente se han
dado importantes desarrollos históricos contribuyentes a solucionar el problema
del trabajo y los salarios, la relación entre los productores y los
propietarios, los trabajadores y los empresarios. Esos desarrollos incluyen la
determinación de horas de trabajo fijadas, pago de horas extras, permisos,
sueldos mínimos, reparto de beneficios, participación de los trabajadores en la
administración, prohibición de despido improcedente, seguridad social, derecho
a la huelga, y otras disposiciones contenidas en los estatutos laborales de
casi toda la legislación contemporánea. No menos importantes son los cambios en
el terreno de la propiedad, tales como la promulgación de leyes transfiriendo
la propiedad privada al estado, y también las que limitan los ingresos. A pesar
de esos avances nada despreciables en la historia de la economía, el problema
existe todavía fundamentalmente, incluso aunque se haya hecho menos grave que
en siglos pasados a través de las mejoras, los refinamientos y los progresos
que han aportado muchos beneficios a los trabajadores.
Sin embargo, el problema
económico persiste todavía irresoluto en el mundo. Los intentos dirigidos a la
propiedad han fracasado en solucionar los problemas de los productores. Todavía
son asalariados, a pesar de la propiedad estatal que puede variar desde la
extrema derecha hasta la extrema izquierda, pasando por el centro del espectro
político.
Los intentos de mejorar los
salarios fueron igualmente significativos para aquellos que estaban enfocados
en la transferencia de la propiedad. Al inicio de la revolución industrial, los
beneficios de las negociaciones salariales aseguraron a los trabajadores
ciertos privilegios que quedaron garantizados por legislación y protegidos por
los sindicados, mejorando así a la masa de trabajadores. A medida que pasaba el
tiempo, los trabajadores, los técnicos y los administrativos han adquirido
ciertos derechos que previamente eran inalcanzables. Sin embargo, en realidad,
el problema económico todavía continúa.
Los intentos
destinados a los salarios eran apaños y reformas que fracasaron en aportar una
solución. Eran más una caridad que un reconocimiento de los derechos de los
trabajadores. ¿Por qué reciben un salarios los trabajadores? Porque llevan a
cabo un proceso productivo en beneficio de otros que les contratan para
producir un cierto producto. En tal caso, no consumen lo que producen, más bien
están obligados a entregar su producto a cambio de un sueldo. De ahí, la norma
oral de que quien produce lo consume. Sin embargo, los asalariados, por mucho
que mejoren sus salarios, son una especie de esclavos.
Los asalariados no son sino
esclavos de los amos que los emplean. Son esclavos temporales, y su esclavitud
dura lo que dura el trabajo para obtener el salario de su empleador, ya sea
éste un individuo o el estado. La relación de los trabajadores con el amo, o
con la entidad productora, y con sus propios intereses, es similar bajo todo
tipo de condiciones que prevalecezcan en el mundo actual, independientemente de
si el propietario es de derechas o de izquierdas. Incluso las empresas de
propiedad pública pagan con salarios a sus trabajadores, así como con otros
beneficios sociales, de forma similar a la caridad practicada por los ricos propietarios
de los sistemas económicos con aquellos que trabajan para ellos.
A diferencia de los sistemas de
propiedad privada, en los que los ingresos benefician al propietario, la
declaración de que los ingresos de los sistemas de propiedad pública benefician
a toda la sociedad, incluyendo a los trabajadores, sólo es cierta si tomamos en
consideración el bienestar general de la sociedad y no el bienestar privado de
los trabajadores. Además, tendríamos que asumir que la autoridad política que
controla la propiedad es la de todo el pueblo, practicada sólo a través de las
asambleas populares y de los comités del pueblo, y no la autoridad de una
clase, un partido, varios partidos, una secta, una tribu, familia, individuo, o
cualquier forma de autoridad representativa. Si esto no es posible, lo que es
recibido directamente por los trabajadores en relación a sus propios intereses,
en forma de salario, porcentaje de beneficios o beneficios sociales, es lo
mismo que los trabajadores de una empresa privada reciben. En ambos casos, los productores
son personas que ganan un sueldo, a pesar de que el propietario sea diferente.
Así pues, el cambio de la propiedad no ha solucionado el problema del derecho
del productor a beneficiarse directamente de lo que produce, y no a través de
la sociedad ni de salarios. La prueba del mismo es el hecho de que los
productores siguen recibiendo un salario a pesar de haber cambiado el poseedor
de la propiedad.
La solución final radica en
abolir el sistema asalariado, emancipando al pueblo de esta esclavitud y
regresando a las leyes naturales que definían las relaciones antes de que
emergieran las clases, las formas de gobierno y las leyes artificiales. Estas
normas naturales son las únicas medidas que deberían gobernar las relaciones
humanas.
Estas reglas naturales han
producido un socialismo natural basado en la igualdad entre los componentes de
la producción económica, y han mantenido el consumo público casi igual al de la
producción natural entre los individuos.
La explotación del
hombre por el hombre y la posesión por parte de algunos individuos de más
riqueza general de lo que necesitan, es una desviación manifiesta de la ley
natural, y el inicio de la distorsión y corrupción en la vida de la comunidad
humana. Anuncia el comienzo de la sociedad de explotación.
Si analizamos los factores de la
producción económica desde la antigüedad hasta el presente, siempre encontramos
que esencialmente consisten en ciertos componentes de producción básicos, es
decir, materias primas, medios de producción y un productor. La norma natural
de igualdad precisa que cada uno de estos componentes reciba una parte de esta
producción. Porque la producción no puede conseguirse sin el papel esencial de
cada uno de estos componentes, debe ser dividida a partes iguales entre ellos.
La preponderancia de uno de ellos infringe la regla natural de igualdad y se convierte
en un cercenamiento de los derechos de los demás. Así, cada cual debe ser
recompensado en igual medida, sin importar el número de componentes en el
proceso de producción. Si los componentes son dos, cada cual recibe la mitad de
la producción, si son tres, la tercera parte.
Aplicando esta norma natural
tanto a la situación antigua como a la moderna, llegamos a lo siguiente. En el
estadio de producción manual, el proceso partía de una materia prima y un
productor. Posteriormente se añadieron nuevos medios de producción al proceso.
Los animales, utilizados como unidades de potencia, constituyen un buen
ejemplo. Gradualmente, las máquinas reemplazaron a los animales, los tipos y
las formas de las materias primas evolucionaron de lo sencillo y barato a lo
valioso y complejo. De forma parecida, los trabajadores no especializados se
convirtieron en trabajadores cualificados e ingenieros; su largo número inicial
descendió hasta quedar en unos pocos técnicos especializados.
A pesar del hecho de que los
componentes han cambiado cualitativa y cuantitativamente, su papel esencial en
la producción ha permanecido básicamente inalterado. Por ejemplo, el mineral de
hierro, un componente común tanto en la producción pasada como en la actual,
era rudimentariamente manufacturado por los herreros, transformándolo en cuchillos,
hachas, lanzas, etc. El mismo mineral de hierro es ahora manufacturado por
ingenieros y técnicos por medio de hornos de fundición, y convertido en todo
tipo de máquinas, aparatos y vehículos. El animal (caballo, mula, camello, o
similares), que era un componente de la producción, ha sido reemplazado por
fábricas y maquinaria pesada. La producción, basada en herramientas primitivas,
ahora se cimenta en sofisticados instrumentos técnicos. A pesar de estos
fabulosos cambios, los componentes de la producción natural siguen siendo
básicamente los mismos. Esta consistencia precisa inevitablemente el regreso al
pronunciamiento de las leyes naturales para solucionar los problemas
económicos, fruto de los anteriores intentos históricos para formular
soluciones que ignoraban estas leyes.
Todas las teorías históricas
previas abordan el problema económico tanto desde el ángulo de la propiedad de
cualquiera de los componentes de la producción, como desde el de los salarios
por la producción. Han fracasado en solucionar el problema real, el propio
problema de la producción. Así pues, la característica más
importante del orden económico que prevalece en el mundo actual es un sistema
de salarios que priva a los trabajadores de cualquier derecho sobre los
productos que producen, ya sean para la sociedad o para un establecimiento
privado.
Una empresa industrial se compone
de material para la producción, máquinas y trabajadores. La producción se
consigue mediante trabajadores que manufacturan los materiales y utilizan las
máquinas. Así pues, las mercancías manufacturadas no estarían listas para ser
usadas y consumidas si no hubieran pasado por un proceso de producción
precisando materia prima, fábricas y trabajadores. Claramente, sin la materia
prima básica, la fábrica no puede trabajar, y sin la fábrica, la materia prima
no puede ser manufacturada. De igual manera, sin los productores, la fábrica
tiene que parar. Así pues, los tres factores son esenciales por igual en el
proceso de producción, y sin ellos la producción no puede existir. La ausencia
de uno de estos componentes no puede ser reemplazada por los demás. Por tanto,
la ley natural precisa que cada componente reciba una parte igual de los
beneficios de la producción. No es sólo la fábrica lo que importa, sino también
quién consume su producción.
Lo mismo es aplicable a los
procesos de producción agrícola resultantes de sólo dos componentes: el hombre
y la tierra. El producto debe ser dividido en dos partes iguales en
consecuencia con el número de componentes de la producción. Además, si
cualquier modo adicional es incorporado al proceso, ya sea mecánico o de otra
índole, la producción debe ser dividida por igual en tres partes: la tierra, el
granjero y los medios de producción. En consecuencia, emerge un sistema
socialista bajo el cual todos los procesos de producción son gobernados por
esta ley natural.
Los productores son trabajadores.
Son llamados productores porque las palabras “trabajador”, “peón” y “obrero”
han quedado desfasadas. La definición tradicional se ha revisado porque los
trabajadores están experimentando cambios cualitativos y cuantitativos. La
clase trabajadora disminuye en proporción directa a los avances de la ciencia y
la tecnología.
Labores que antes eran realizadas
por un número de trabajadores ahora se llevan a cabo por una sola máquina.
Manejar una máquina requiere pocos trabajadores, ello ha ocasionado un cambio cuantitativo en la mano de obra, con el
reemplazo de la fuerza física por la habilidad técnica resultante de un cambio cualitativo de la mano de obra.
La mano de obra se ha convertido
en un componente del proceso productivo. Como resultado de los avances
técnicos, multitud de obreros no cualificados han sido transformados en un
limitado número de técnicos, ingenieros y científicos. En consecuencia, los
sindicatos obreros acabarán desapareciendo, siendo reemplazados por sindicatos
de ingenieros y técnicos. El adelanto científico es un logro irreversible para
la humanidad. Gracias a este proceso, el analfabetismo quedará eliminado, y los
trabajadores no especializados se convertirán en un fenómeno pasajero,
destinado a su desaparición gradual.
Sin embargo,
incluso en este nuevo entorno, las personas seguirán siendo el componente
básico del proceso de producción.
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