domingo, 28 de diciembre de 2014

LA IZQUIERDA NACIONAL Y EL PERONISMO

Por Alberto Guerberof

Las ideologías vuelven por sus fueros. Su anunciada muerte, hace más de una década, las encuentra gozando de buena salud. Pero a muchos e importantes movimientos políticos, sociales y culturales de la periferia se les negó el derecho a poseer o a elaborar una ideología propia y no pudieron concelebrar más que defunciones ajenas. Este es el caso de los denostados populismos latinoamericanos y del primero y más representativo de ellos: el peronismo.

La Revolución peronista

¿Qué ideología animaba los pasos de aquel enérgico coronel del ‘45 y a las masas que lo siguieron? ¿A qué razón obedecía que el proletariado de la época abandonara los llamados “partidos obreros” (socialista y comunista) para confiar su suerte a los militares nacionalistas, en el poder desde 1943? Para el itálico dirigente del Partido Comunista, Vittorio Codovilla, munido del poderoso auxilio del “marxismo-leninismo” de Moscú, el peronismo era “corporativo-fascista”. Definiciones similares eran proporcionadas por todas las corrientes políticas de izquierda y de derecha que no salían de su asombro ante el arrollador despliegue de esa singular alianza de la clase trabajadora con la juventud militar. Si hacía falta una prueba adicional sobre la esterilidad y el agotamiento de los partidos de la factoría (el país acababa de salir de la década infame 1930-43), esta incapacidad en la comprensión de los nuevos fenómenos sociales y políticos era lapidaria.

Desde el campo de lo que ya empezaba a llamarse peronismo, abundaron también las caracterizaciones con la impronta que cada sector sumaba al abigarrado universo social del nuevo movimiento nacional.

Las tres banderas: justicia social, soberanía política e independencia económica venían a ser una síntesis última de múltiples aportes, pero con una clara unidad de sentido. El peronismo fue un movimiento nacional y revolucionario de un país semicolonial y, en esa condición, fue parte de la ola de levantamientos nacionales y revolucionarios que se extendieron por buena parte de la periferia del planeta al concluir la segunda guerra imperialista. Bajo conducción civil o militar, gran movilización popular, contenidos ideológicos diversos que oscilaban entre el nacionalismo religioso, el estatismo industrialista o los socialismos autóctonos, son alianzas interclasistas que en el plano político se expresan bajo la forma de frentes nacionales. El peronismo no fue una excepción a esto. El peronismo del ‘45 fue un frente nacional conducido por el Ejército.

El propio Perón se preocupó por encontrar la ubicación ideológica del movimiento en el conflictivo mundo bipolar de la guerra fría. Sus artículos para el diario Democracia, que escribió en la década del ‘50 con el seudónimo de Descartes, son un ejemplo. En un puñado de grandes discursos se podrá encontrar el trazado más fino de un perfil ideológico

El rápido apoyo de las masas trabajadoras al peronismo, que tanto desconcertaba a los partidos demoliberales, tenía una explicación sencilla si se remitía ese viraje de la clase obrera a la experiencia histórica de las grandes masas y a la necesidad de un nuevo eje aglutinante con fuerza para romper el statu-quo oligárquico y semicolonial.

Para los marxistas cipayos, la realidad se rebelaba contra las leyes de la historia, al albergar en su seno a un movimiento de trabajadores que alentaba un proyecto nacionalista popular de desarrollo capitalista con justicia social. La rigidez europeizante del paradigma no admitía que en los países semicoloniales la falta de capitalismo fuera más onerosa que su desarrollo.

La Izquierda Nacional

La Izquierda Nacional (IN) preexistió al peronismo. Se desarrolló primero como tendencia ideológica antes de constituirse como corriente política organizada. La piedra de toque de su aparición fue la lucha contra la participación argentina en la Segunda Guerra Mundial imperialista (1939-1945) en la que querían enrolarla la oligarquía anglófila, la intelligentzia y los partidos liberales, incluida la izquierda. Notoriamente coincidían estos núcleos iniciales de la IN con el neutralismo de FORJA y de las corrientes nacionalistas de las Fuerzas Armadas.

Surgió en el ámbito de los núcleos socialistas revolucionarios más fuertemente críticos del  stalinismo soviético y de la socialdemocracia europea y, por consiguiente, más independientes de las presiones y condicionamientos de los grandes intereses mundiales de la época. Sus primeros pasos estuvieron orientados a la revisión crítica de la historia nacional y a la búsqueda de raíces propias a lo que pronto se llamaría también socialismo criollo o nacional.

Publicó numerosas revistas, libros, periódicos y folletos, en los cuales desplegó un revisionismo histórico original y vigoroso; desentrañó la filiación de los partidos políticos habitualmente ocultas o deformadas por dirigencias sin memoria ni conciencia nacional; reivindicó el papel de los movimientos nacionales y explicó el carácter dual de las Fuerzas Armadas en América Latina, sostén en muchas ocasiones de la entrega y la rapacidad oligárquicas, con vulneración masiva de los derechos humanos, y en otras de revoluciones populares y nacionales o de  guerras antiimperialistas (Malvinas). Denunció el peso opresor de una cultura oligárquica y europeizante y a una “izquierda” prisionera de esas categorías. Diferenció a cierto nacionalismo elitista, autoritario y antilatinoamericano, del nacionalismo popular y democrático de los caudillos y las masas.

No está de más recordar que la IN nace del movimiento obrero y no de algún cenáculo refugiado en las alturas del pensamiento puro, y que fueron dos militantes notables de la IN, Ángel Perelman y Fernando Manuel Carpio, quienes junto con la nueva camada de obreros metalúrgicos, fundan la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) en 1944. El primero de ellos fue autor de un ensayo de imperdible lectura:  Cómo hicimos el 17 de octubre.

Caída y resurrección del movimiento nacional

La IN defendió y reivindicó la justa guerra de Malvinas, separando la Gesta del gobierno de turno, del mismo modo que levanta hoy la bandera del Mercosur, postulando su ampliación en dirección a una Confederación Sudamericana y volviendo al camino de los Libertadores.

En muchos de estos puntos el peronismo y la IN coincidieron plenamente y marcharon juntos. En otros, las diferencias indican diferentes opciones estratégicas cuando no proyectos que el enemigo lanza al voleo para enredarnos con falsas discusiones. En tanto, la globalización, es decir el imperialismo mundial, se prepara para batallas decisivas; debe señalarse con toda claridad que mientras haya sectores peronistas fieles al pensamiento y al legado del General, y mujeres y hombres que sigan convencidos de que las ideas que propuso al país y la bandera que plantó Jorge Abelardo Ramos no tuvieron su oportunidad histórica, estos sectores tienen por delante un largo e importante camino en común.


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