Por Alberto Guerberof
Las ideologías vuelven por sus
fueros. Su anunciada muerte, hace más de una década, las encuentra gozando de
buena salud. Pero a muchos e importantes movimientos políticos, sociales y
culturales de la periferia se les negó el derecho a poseer o a elaborar una
ideología propia y no pudieron concelebrar más que defunciones ajenas. Este es
el caso de los denostados populismos latinoamericanos y del primero y más
representativo de ellos: el peronismo.
La Revolución peronista
¿Qué ideología animaba los pasos
de aquel enérgico coronel del ‘45 y a las masas que lo siguieron? ¿A qué razón
obedecía que el proletariado de la época abandonara los llamados “partidos
obreros” (socialista y comunista) para confiar su suerte a los militares nacionalistas,
en el poder desde 1943? Para el itálico dirigente del Partido Comunista,
Vittorio Codovilla, munido del poderoso auxilio del “marxismo-leninismo” de
Moscú, el peronismo era “corporativo-fascista”. Definiciones similares eran
proporcionadas por todas las corrientes políticas de izquierda y de derecha que
no salían de su asombro ante el arrollador despliegue de esa singular alianza
de la clase trabajadora con la juventud militar. Si hacía falta una prueba
adicional sobre la esterilidad y el agotamiento de los partidos de la factoría
(el país acababa de salir de la década infame 1930-43), esta incapacidad en la
comprensión de los nuevos fenómenos sociales y políticos era lapidaria.
Desde el campo de lo que ya
empezaba a llamarse peronismo, abundaron también las caracterizaciones con la
impronta que cada sector sumaba al abigarrado universo social del nuevo
movimiento nacional.
Las tres banderas: justicia
social, soberanía política e independencia económica venían a ser una síntesis
última de múltiples aportes, pero con una clara unidad de sentido. El peronismo
fue un movimiento nacional y revolucionario de un país semicolonial y, en esa
condición, fue parte de la ola de levantamientos nacionales y revolucionarios
que se extendieron por buena parte de la periferia del planeta al concluir la
segunda guerra imperialista. Bajo conducción civil o militar, gran movilización
popular, contenidos ideológicos diversos que oscilaban entre el nacionalismo
religioso, el estatismo industrialista o los socialismos autóctonos, son
alianzas interclasistas que en el plano político se expresan bajo la forma de
frentes nacionales. El peronismo no fue una excepción a esto. El peronismo del
‘45 fue un frente nacional conducido por el Ejército.
El propio Perón se preocupó por
encontrar la ubicación ideológica del movimiento en el conflictivo mundo
bipolar de la guerra fría. Sus artículos para el diario Democracia, que
escribió en la década del ‘50 con el seudónimo de Descartes, son un ejemplo. En
un puñado de grandes discursos se podrá encontrar el trazado más fino de un
perfil ideológico
El rápido apoyo de las masas
trabajadoras al peronismo, que tanto desconcertaba a los partidos demoliberales,
tenía una explicación sencilla si se remitía ese viraje de la clase obrera a la
experiencia histórica de las grandes masas y a la necesidad de un nuevo eje
aglutinante con fuerza para romper el statu-quo oligárquico y semicolonial.
Para los marxistas cipayos, la
realidad se rebelaba contra las leyes de la historia, al albergar en su seno a
un movimiento de trabajadores que alentaba un proyecto nacionalista popular de
desarrollo capitalista con justicia social. La rigidez europeizante del
paradigma no admitía que en los países semicoloniales la falta de capitalismo
fuera más onerosa que su desarrollo.
La Izquierda Nacional
La Izquierda Nacional (IN)
preexistió al peronismo. Se desarrolló primero como tendencia ideológica antes
de constituirse como corriente política organizada. La piedra de toque de su
aparición fue la lucha contra la participación argentina en la Segunda Guerra
Mundial imperialista (1939-1945) en la que querían enrolarla la oligarquía anglófila,
la intelligentzia y los partidos liberales, incluida la izquierda. Notoriamente
coincidían estos núcleos iniciales de la IN con el neutralismo de FORJA y de
las corrientes nacionalistas de las Fuerzas Armadas.
Surgió en el ámbito de los
núcleos socialistas revolucionarios más fuertemente críticos del stalinismo soviético y de la socialdemocracia
europea y, por consiguiente, más independientes de las presiones y
condicionamientos de los grandes intereses mundiales de la época. Sus primeros
pasos estuvieron orientados a la revisión crítica de la historia nacional y a
la búsqueda de raíces propias a lo que pronto se llamaría también socialismo
criollo o nacional.
Publicó numerosas revistas,
libros, periódicos y folletos, en los cuales desplegó un revisionismo histórico
original y vigoroso; desentrañó la filiación de los partidos políticos
habitualmente ocultas o deformadas por dirigencias sin memoria ni conciencia
nacional; reivindicó el papel de los movimientos nacionales y explicó el carácter
dual de las Fuerzas Armadas en América Latina, sostén en muchas ocasiones de la
entrega y la rapacidad oligárquicas, con vulneración masiva de los derechos
humanos, y en otras de revoluciones populares y nacionales o de guerras antiimperialistas (Malvinas). Denunció
el peso opresor de una cultura oligárquica y europeizante y a una “izquierda” prisionera
de esas categorías. Diferenció a cierto nacionalismo elitista, autoritario y
antilatinoamericano, del nacionalismo popular y democrático de los caudillos y
las masas.
No está de más recordar que la IN
nace del movimiento obrero y no de algún cenáculo refugiado en las alturas del
pensamiento puro, y que fueron dos militantes notables de la IN, Ángel Perelman
y Fernando Manuel Carpio, quienes junto con la nueva camada de obreros
metalúrgicos, fundan la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) en 1944. El primero de
ellos fue autor de un ensayo de imperdible lectura: Cómo hicimos
el 17 de octubre.
Caída y resurrección del movimiento nacional
La IN defendió y reivindicó la
justa guerra de Malvinas, separando la Gesta del gobierno de turno, del mismo
modo que levanta hoy la bandera del Mercosur, postulando su ampliación en dirección
a una Confederación Sudamericana y volviendo al camino de los Libertadores.
En muchos de estos puntos el
peronismo y la IN coincidieron plenamente y marcharon juntos. En otros, las
diferencias indican diferentes opciones estratégicas cuando no proyectos que el
enemigo lanza al voleo para enredarnos con falsas discusiones. En tanto, la
globalización, es decir el imperialismo mundial, se prepara para batallas
decisivas; debe señalarse con toda claridad que mientras haya sectores
peronistas fieles al pensamiento y al legado del General, y mujeres y hombres
que sigan convencidos de que las ideas que propuso al país y la bandera que
plantó Jorge Abelardo Ramos no tuvieron su oportunidad histórica, estos
sectores tienen por delante un largo e importante camino en común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario