jueves, 18 de diciembre de 2014

RENÉ GUÉNON: LA TRADICIÓN ORIENTAL PARA OCCIDENTALES



El 7 de enero de 1951, un musulmán de nombre Abdel Wahed-Yahia moría pronunciando el nombre de Alá. Aquel hombre había nacido el 15 de noviembre de 1886 en Francia, recibiendo el bautismo católico y el nombre de René, René Guenon. Entre el recién nacido bautizado en el rito católico y el cuerpo sin vida de El Cairo, que iba a ser enterrado según el rito coránico, quedaba encerrada toda una vida sugestiva, extraña y extraordinaria.

Para algunos autores, notablemente cristianos integristas, hablar de Guenon es tocar un tema tabú: "¿Guenon? se trata de un masón", sin embargo había escrito artículos en "La France anti-maçonique". Otros militantes nacional-revolucionarios desprecian la obra de Guenon en la medida en que no adopta posturas políticas: sin embargo, es evidente que el conjunto guenoniano, objetivamente considerado, tiene una importancia política en nuestro mundo similar al que desempeña "el Capital" entre el comunista; alguna enciclopedia de prestigio ha definido a Guenon como un "orientalista", pero Guenon era consciente de que había nacido en Occidente y que era en esta parte del globo en donde debía librar sus batallas. No fue cristiano porque quiso ir más allá de las interpretaciones facilonas y superficiales del cristianismo; fue, en cambio, musulmán porque vio allí una tradición viva y operante. Todos estos rasgos nos pueden dar a entender cuán contradictoria y sugestiva podía ser la personalidad de Rene Guenon. Algún imbécil ha dicho que el "hitlerismo es el guenonismo más las divisiones panzer", lo cual no deja de ser una frase publicitaria y vacía de sentido, pero que indica hasta qué punto algunos autores antifascistas consideran peligroso a Guenon.

Los orígenes familiares de Guenon nada especial hacían presagiar. Así como Gautama Shidarta Buda, el vigésimosexto Buda, nació en una familia noble, Guenán lo hizo en el seno de la alta burguesía provinciana de Francia. Si Buda hubiera estado predestinado a regir un reino, Guenon muy bien podría haberse dedicado a administrar el patrimonio familiar. No fue así. El reconocimiento de una vida espiritual más allá de la materia, la conciencia de que tal vida podía ser vivida e intuida aun permaneciendo en el mundo de lo contingente, un cierto desencanto hacia la moralina cristiana, le llevaron a buscar ya desde los primeros años del siglo nuevas vías a la espiritualidad. Va a buscar esta vía en el hermetismo. Es iniciado en la escuela esoterista de "Papus", que no tarda en abandonar desencantado por su teoricismo. Del hermetismo pasará a la Iglesia Gnóstica, con el nombre de "Palingenius" (el que renace, René, su nombre francés). Colabora con el "patriarca" Sinesio, conductor de dicha iglesia especialmente en la fundación de la revista "La Gnosis". Estamos en 1909. La aventura gnóstica durará hasta 1912 y a lo largo de la misma Guenon-Palingenius empezará a escribir artículos sobre filosofía tradicional y metafísica.

En 1912 empieza sus andanzas en la masonería, concretamente en la Gran Logia de Francia, Rito Escocés Antiguo y Aceptado. ¿Qué le indujo a afiliarse a la franc- masonería? En primer lugar, el desengaño de sus anteriores experiencias. En efecto, ni Papus ni los gnósticos pasaban de ser reductos de individuos impresionables de escasa calidad humana, Por el contrario, Guenon encuentra en la franc-masonería otro tipo de gente, un esoterismo más serio, una tradición más auténtica. Durante años Guenon, obsesionado por la idea de restaurar la tradición en Occidente, pensará que los vehículos de tal restauración no podían ser más que la Iglesia Católica y la franc-masonería. Sólo más adelante advertirá que la Iglesia Católica ha terminado por transformar su rito en costumbre, en una especie de repetición desprovista de cualquier sentido. No en vano los textos védicos hindues anunciaban que uno de los síntomas de la "Edad sombría" sería que los hombres realizarían abluciones sin contenido benefactor (desprovistas de sentido), Y en cuanto a la franc-masonería, Guenon, después de estudiarla desde dentro, concluyó que todo lo que de esotérico y de tradicional había en esta organización se debía a meras reminiscencias del período "operativo" y que la masonería "especulativa", sólo por serlo, no podía pasar de ser un mero diletantismo burgués. Pero antes de llegar a estas conclusiones debió pasar por un largo periplo en distintas logias masónicas, lo cual ha hecho que algunos autores (notablemente Pierre Virion, véase "La Iglesia y la francmasonería") lo incluyan entre los autores masónicos.

Perteneció a la Orden Martinista (otra secta masónica) que, según la revelación hecha por Guenon, debía de servir de antecámara a una organización superior y más elitista, la Hermetic Brotherhood of Luxor. Del martinismo y presentado por él, pasó a contactar con dos logias masónicas, La Logia Simbólica Humanidad no.240 del Rito Nacional Español, y el Capítulo del Temple INRI del Rito Primitivo y Original, de la que llega a ser Gran Maestre del Gran Oriente, recibiendo el cordón negro de Caballero Kadosh. En el Congreso Masónico de 1908 fue secretario de la mesa presidencial. Pero todo esto empezaba a desencantar a Guenon, le parecía... poco serio. Con los elementos más válidos de estas organizaciones pasa a constituir una cierta "Orden del Temple", que tras distintos avatares se disuelve, y más tarde ingresa en la Logia Tebas. Todo esto durará hasta 1914. En esa época Guenon escribía: "La masonería ha sufrido una degeneración: el principio de esta degeneración está en la transformación de la masonería operativa en masonería especulativa, aunque no se pueda hablar de discontinuidad; incluso si hubo "cisma", la filiciación no se interrumpió por esto y a pesar de todo; la incomprensión de sus adheridos e incluso de sus dirigentes no altera en nada el valor propio de los ritos y de los símbolos de los cuales permanece depositaria".

En 1909 Guenon inició la publicación de artículos y colaboración en dos revistas de corte anti-masónico, dirigidas por el publicista católico Clarin de la Rive: "la France antimasonique" y "La france Chrétienne". Ambas publicaciones seguían las directrices de Leo Taxil, campeón del anti-masonismo por aquellos años. Rive partía de la base de la existencia de grupos luciferinos y satánicos, es decir, grupos que se esforzaban conscientemente en desprestigiar a las organizaciones y los símbolos tradicionales y que constituían una "Alta Masonería Luciferina", situada por encima y más allá de la masonería normal. Como la mayoría de escritores anti-masónicos, Leo Taxil había caido en innumerables exageraciones y provocado un confusionismo absoluto sobre el tema. Guenon entiende que si debe colaborar con la "France Anti-maçonique" no es en tanto que solidario con este combate sino para poner los puntos sobre las íes, denunciando excesos del anti-masonismo taxiliano. En la "Revista Internacional de las Secas y Sociedades Secretas", es decir, situada en las antípodas del anti-masonisrno, Guenon se preocupó más tarde de denunciar los excesos y las confusiones del antimasonismo y de sus profesionales.

En 1914 es declarado inútil para el servicio de las armas, con lo que se libra de ser actor y testigo del drama de la guerra europea, En 1917 tendrá los primeros contactos con el Islam, siendo profesor en Argelia. Regresa a Francia y sigue dando clases de filosofía hasta que regresa a París en 1921. Tiene 35 años: a partir de ahora escribirá sus más atrayentes páginas.

El Islam. ¿Por qué se convirtió en "El servidor del único"? A nuestro modo de ver, dos fueron las razones que le indujeron a dar semejante paso: la primera, la realidad misma del Islam, entendida como una de las tres tradiciones vivas en el siglo XX (las otras dos, el budismo y el hinduismo especialmente) y la segunda, el hecho de que no pudiera acceder al hinduismo en razón del cerrado sistema de castas. El Islam se presentaba y se presenta todavía hoy como una fe popular capaz de suscitar entusiasmo (véase el caso de los chiitas en Irán), con un esoterismo vivo y operante que delineaba una sociedad tradicional. A estas razones se añadían sin duda otras de índole práctico que no son el caso.

Guenon opinaba que "Si la religión es necesariamente una, como la Verdad, las religiones no pueden ser más que desviaciones de la doctrina primordial" y así lo podemos ver colaborando sinceramente con "La France Antí-Masonique" y adhiriéndose no menos sinceramente al Islam: el elemento moral prevaleció siempre en Guenon sobre el elemento ritual, pero como quiera que el ritual religioso debe de estar vivo y provisto de sentido para ser eficaz, Guenon valoró más positivamente al Islam que al cristianismo.

En 1912 publicaba su primer libro importante, tras una serie de artículos y trabajos en distintos órganos esotéricos, masónicos, antimasónicos y gnósticos: "Introducción general al estudio de las doctrinas hindues". En él tocará un tema que será constante a lo largo de toda su obra. Se volverá a repetir en "Oriente y Occidente", e incluso en "La crisis del mundo moderno" se creerá obligado a dedicarle un capítulo. En efecto, gran parte de los esfuerzos de Guenon a lo largo de su vida estuvieron consagrados a superar la aparente contradicción entre Oriente y Occidente. Para él tal oposición no ha sido una constante de la historia y, si bien hoy es una realidad -aun cuando Oriente está abandonando su tradicional modo de ser para imitar el modo de vida occidental, en otro tiempo, cuando Occidente no estaba hipermaterializado, compartía con Oriente una misma realidad: la realidad de la Tradición universal y única, como universal y única es la Verdad. Si se quiere reconocer una diferencia entre Oriente y Occidente, en su forma pura y tradicional, habrá que admitir que Occidente ha otorgado siempre una mayor importancia a la acción sobre la contemplación, mientras que en Oriente ha ocurrido justamente lo contrario. Pero también es necesario admitir que las dos vías de ascesis tradicional son precisamente éstas: la acción y la contemplación (Evola enlaza con Guenón en este punto haciendo hincapié en la Edad Media gibelina y en su organización social).

 A la "Introducción general..." seguirá "El Teosofismo", obra de carácter documental dedicada a desenmascarar las absurdas patrañas de una aventurera rusa Mme. Blavatsky y de su excéntrica organización pseudoiniciática, "La sociedad teosófica". Libro abrumador por su documentación, en ocasiones confidencial hasta el momento de la publicación del libro, "El teosofismo" no fue obra exclusivamente atribuible a Guenon; en su redacción y especialmente en el acopio de documentación, participaron algunos "informadores" hindues dispuestos a denunciar la pseudo religión de la Blavatsky y sus métodos de embaucadora profesional. Al "Teosofismo" seguirá otro libro-denuncia, "El error espiritista". Medio perfectamente conocido por Guenon, los ambientes espiritistas reunían a gentes impresionables, bribones vulgares, auténticos mediums y un alto porcentaje de burgueses medios con ganas de emociones fuertes. Los distintos centros espiritistas que florecieron a principios de siglo, las sectas satánicas, etc., representaban un turbio submundo que era preciso combatir tanto ayer como hoy día en que experimentan una nueva renovación. Es precisamente en este libro en el que se encuentran algunas de las páginas más famosas de Guenon, especialmente las dedicadas a los fenómenos de inmortalidad y supervivencias, a la comunicación con los muertos, a la reencarnación, etc; algunos de estos temas son posteriormente ampliados por Evola en "Rostro y máscara del espiritualismo contemporáneo", libro que va por la misma senda que el que nos referimos de Guenon y que representa una actualización y revisión de algunos criterios guenonianos.

Cronológicamente hablando, "Oriente y Occidente" aparece más tarde, hacia 1924. Aunque ya hemos hecho una breve reseña de la temática del libro, hace falta decir que fue acogido particularmente con simpatía en los medios católicos, especialmente en "Acción Francesa". Leon Daudet le dedicó unas críticas elogiosas afirmando que coincidían con el ideario maurrasiano. Y así era en efecto: Guenon, como Maurras, partía de que el mayor descalabro de la historia de Occidente era la Revolución Francesa y, aunque a partir de aquí cada uno hacía su construcción particular (uno hacia la tradición integral y otro hacia el nacionalismo integral), ambos coincidían en individualizar los males de la civilización occidental: materialismo y alejamiento y divorcio con la forma de ser tradicional.

En 1925 publica su obra cumbre desde el punto de vista doctrinal. Si "La crisis del mundo moderno" es su trabajo crítico más conocido e importante, "El hombre y su porvenir según el vedenta" es su obra más conseguida desde el punto de vista del rigor doctrinal. El vedenta es la escuela más puramente metafísica de la doctrina hindú cuyo meollo es la doctrina de la Identidad Suprema, es decir, la posibilidad del ser humano sometido a la vida contingente de integrarse y. ser una misma cosa con la divinidad. Por primera vez apareció en Occidente una obra lo suficientemente comprensible para el lector medio y lo suficientemente erudita como para no ser un texto de mera divulgación que exponía los secretos y las realidades más sublimes del hinduismo. A este libro siguió otro de carácter historicista, "El esoterismo de Dante". Para Guenon, la "Divina Comedia" de Dante no es un mero divertimento o crítica social, representa la clave de la procedencia ideológica de su autor: el gibelinismo y sus grupos de iniciados. Dante en la "Divina Comedia" toca todas las ciencias tradicionales, de la alquimia a la ciencia de los números, de la teoría de los ciclos cósmicos a la astrología.

Y en 1927, "La crisis del mundo moderno", a la que seguiría tras la guerra mundial y a modo de complemento "El reino de la cantidad y los signos de los tiempos". ¿Qué representan ambas obras en el contexto del pensamiento tradicional y de la intelectualidad de la "otra Europa"? Ante todo un intento -exitoso por cierto, de situar al mundo moderno en el lugar que le corresponde: a saber, como último subproducto degenerado de la historia de la humanidad, un mundo que vive de aquello que todas las demás civilizaciones desecharon o abandonaron. Pero no se trata sólo de una exposición crítica, sino que pretende ser también "operativo" en la medida de lo posible. Y es en este punto en el que Guenon ha suscitado más vivas polémicas en los ambientes nacionalrevolucionarios. Guenon consideraba que una eventual restauración de la tradición en Occidente no podía realizarse como algunos pretendían -y como hoy pretenden todavía algunos círculos nacional-revolucionarios franceses y canadienses- recuperando el "celtismo", considerado por estos mismos elementos como la quintaesencia de la tradición occidental; y esto por una sencilla razón: porque el celtismo está hoy, como estaba hace cincuenta años, muerto y enterrado y no existe ni la más mínima supervivencia. Dicha restauración tradicional necesitaba de un "vehículo" y ¿en que instituciones existían todavía resabios tradicionales? Guenon los advertía en dos organizaciones tan contrapuestas como la masonería y la iglesia católica. Deberemos de recurrir a Evola para aclarar algo más este punto. En "El mito del Grial y la tradición gibelina del imperio”, Evola en su último capítulo -"Una inversión del gibelinismo"- habla sobre la masonería en estos términos: "Sorprende encontrar en un autor como Guenon la afirmación de que, junto al "compañerismo", la masonería sería casi la única organización existente hoy en Occidente que, pese a su degeneración, "puede reivindicar un origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática regular". Más o menos explícitamente duda del diagnóstico justo de la masonería como sincretismo pseudoiniciático impulsado por fuerzas subterráneas de contraindicación, formulable precisamente sobre la base de los puntos de vista de Guenon. "Efectivamente, la masonería no solamente conserva unos pocos elementos tradicionales -y estos de carácter básicamente simbólico y ornamental, sino que en su fondo es completamente antitradicional". Veamos algunos ejemplos: en la fórmula del Grado 30 del rito escocés, titulado "El desquite de los templarios", se dice: "La venganza se abatió sobre Felipe el Hermoso, no el día en que sus restos fueron arrojados entre los desechos de Saint Denis por una plebe delirante (... ), sino el día en que la constituyente francesa proclamó, frente a todos los tronos, los derechos del hombre y del ciudadano". ... es decir las fuentes de las constituciones burguesas. Y más aún: para la masonería moderna, la "Era de la Luz" (justo lo contrario del kali-yuga, la edad de las tinieblas) aparece en 1945 con la "Declaración Universal de Derechos Humanos" emitida por las Naciones Unidas...

¿Y el cristianismo?, mejor ¿y la Iglesia Católica? Bien, era evidente en 1927 que la Iglesia Católica conservaba un cierto ritual tradicional e incluso su estructura misma presentaba -al igual que la de la masonería- una organización jerarquizada y ciertos rasgos de iniciación (la tonsura, por ejemplo). Pero esto no debe apartarnos de su fondo, y su fondo fue el impreso por Pablo en su predicación en los arrabales de Roma entre los esclavos, los judíos disidentes de las sinagogas y los patricios traidores a su casta. Una prédica esencialmente subversiva, en la que se aconsejaba desertar de las legiones romanas ("no matarás a tu hermano"). Bien es cierto que, una vez en el poder, tras el edicto de Constantino, todo esto cambió, el cristianismo se convirtió en la religión del poder de tal forma que en el primer Concilio, se anunció la excomunión para los desertores de las legiones... Y como en el caso de la masonería, Evola ha puesto nuevamente el punto sobre la i: quien es católico tradicionalista sólo es tradicionalista a medias. El catolicismo es excesivamente sectario, no reconoce el origen común de las tradiciones, considera cualquier otra tradición como un culto naturalista y pagano. Hoy, cuando el "aggiornamento" progresista parece remitir ciertamente, cuando la embestida del catolicismo tradicional -especialmente en Latinoamérica- tiene caracteres de verdadera ofensiva triunfante, es evidente que nos encontramos frente a una nueva etapa de la Iglesia en la que, si bien puede recuperar un ritmo positivo y tradicional, parece muy difícil que sea capaz de servir como vehículo a una eventual restauración de la Tradición Primordial en Occidente.

El éxito de "La crisis..." no detuvo la prodigiosa capacidad de Guenon para estudiar y sintetizar, adaptándolas al vocabulario occidental, las distintas formas tradicionales. En 1931 publicó "El simbolismo de la cruz" y los "Estados múltiples del ser", siguió colaborando con algunas revistas de estudios tradicionales y mención especial merecen sus dos artículos publicados en la revista árabe "El Marifah " ("El conocimiento").

En mayo de 1929 decide trasladarse definitivamente a El Cairo. Anteriormente había estado allí en busca de textos sufíes difíciles de encontrar en Occidente. Ya instalado en "Villa Fatma", nombre de su casa en Egipto, se casará nuevamente en 1934 con la hija de un jeque de la que tendrá tres hijos. La guerra europea bloqueó durante casi diez años la publicación de nuevos libros, aprovechando este período para meditar y estudiar las doctrinas islámicas. Adoptó la religión islámica y se hizo bautizar Abdel Wahed-Yahia (El servidor del único). Todavía tuvo tiempo de publicar dos libros importantes junto a docenas de artículos: "La gran tríade" y "Ojeadas sobre la iniciación", de carácter esencialmente metafísico. Su colaboración en la revista por él fundada, "Etudes Traditionales", cuya sede se encuentra todavía hoy frente al Sena, a cincuenta metros de Notre-Dáme, fue ininterrumpida hasta su muerte.

El 7 de enero de 1951, hacia las 23 horas, expiró. Murió pronunciado el nombre de Alá. Una hora antes había dicho: "El alma se va". Su cuerpo fue enterrado en el panteón de su suegro con el rostro vuelto hacia La Meca. Hoy todavía su obra perdura. Ahí están las reediciones de sus obras, la revista de "Etudes Traditionales", la gran cantidad de autores posteriores a los que ha inspirado y los muchos lectores que han encontrado en sus páginas y en el ejemplo de su vida el verdadero sentido de su vida.

Extraído del libro Thule. La cultura de la Otra Europa.

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