viernes, 5 de diciembre de 2014

GUIDO DE GIORGIO Y EL TRADICIONALISMO DESCONOCIDO

Por Ángel Fernández


Guido De Giorgio es un autor tradicionalista italiano escasamente conocido, cuya bibliografía ha sido publicada póstumamente, de hecho desde 1973, cuando la editorial Il Cinabro editó la primera de sus obras La Tradizione Romana, han ido saliendo con cuentagotas una serie de obras tales como Dio e il poeta en 1985, Ciò che mormora il vento del Gargano aparecida en 1990 o bien Prospettive della Tradizione también publicada el mismo año. Nuestro autor, fallecido el 27 de diciembre de 1957, a los 67 años de edad, vivió sus últimos años en unas condiciones materiales y de salud bastante precarias, aquejado de una profunda depresión y entre las montañas de los Alpes marítimos, en la frontera entre Italia y Francia, donde se había encontrado a sí mismo, entre la trascendencia de las montañas, desde donde también vivió la caída de su hijo Havis, su alter ego, el hijo y el héroe de Gimma, muerto en acto heroico en las guerras coloniales italianas, concretamente un 7 de mayo de 1939 que le valió la medalla de oro al mérito y la búsqueda de incesantes homenajes y honores por parte del padre, Guido, que llegó a remitirse al propio Mussolini. Evola definió a De Giorgio como un iniciado en estado salvaje, de vida austera y costumbres espartanas, obsesionado con la idea de purificación, bajo el dominio de una cierta mística de carácter ascético, desde la aversión profunda al mundo moderno, hacia las ciudades, símbolo de mediocridad y sede de la nivelación caótica y democrática.

 A lo largo de su vida estuvo vinculado a unos escasos proyectos intelectuales, aunque unido en estrecha amistad a René Guénon, al que pudo conocer en Blois (Francia) en el verano de 1927, y desde entonces la amistad se prolongó hasta la muerte del propio Guénon en 1952, ya para entonces convertido al Islam y viviendo en una humilde casa en la periferia de El Cairo. De Giorgio estuvo vinculado al Grupo de Ur, y publicó varios artículos, dispersos entre la bibliografía publicada del grupo, que firmó bajo el seudónimo de Havismat. Todo ello pese a no estar de acuerdo con el proyecto en sí mismo, ni creer en las posibilidades iniciáticas de la magia, puesto que se habían perdido los vínculos con la naturaleza, todo producto de la destrucción operada por el mundo moderno, al margen de las fuentes mismas de esa magia, planteadas dentro de un contexto de ideas y principios ocultistas, bajo la aureola de un cierto pseudocientífismo y pseudomisticismo, tal y como lo planteó el propio Guénon en su momento y en su correspondencia personal con Guido De Giorgio.

Doctrinalmente De Giorgio estuvo fuertemente influenciado por los escritos de René Guénon, de quien asimiló una serie de premisas que le servirían para articular su propia doctrina metafísica, la cual se fundamentó en la idea de restaurar el vínculo perdido con el Orden Divino, las vías que conducen a un proceso de transhumanización, de fusión en la síntesis absoluta de lo Divino, y ello lo hizo apoyándose en la doctrina no dualista de la metafísica en su estado puro y primigenio. El Vêdantâ guenoniano es el mejor ejemplo a través de la idea de la Identidad Suprema, del principio de lo incondicionado. La existencia de una gradación jerárquica de estados del Ser, el Silencio, los Ritmos y las Formas articularon esas concepciones metafísicas representando simbólicamente el espíritu, las influencias sútiles y el ámbito de las manifestaciones físico-materiales. Este último estado es el característico de la ignorancia, la del hombre caído, fruto de la ignorancia y la mediocridad, abandonado a su suerte. Es el hombre que vive de la apariencia, de la exterioridad, es el hombre prometaico, abandonado a su suerte, avocado a la fe ilusoria en un progreso infinito que únicamente puede llevarle a su propia destrucción.

Para restaurar las vías que conducen a Dios, De Giorgio encuentra en la Tradición Romana, bajo la égida de los cuatro grandes símbolos cósmico-tradicionales de Jano y el Fascio Litorio, culminado en la continuidad del cristianismo de la cruz, fuente renovadora del mensaje tradicional, que no se plantea, en ningún caso, como una ruptura con respecto a la norma tradicional de la Roma primitiva, más bien es un nuevo impulso ante la degeneración de las fuentes espirituales previas al advenimiento del cristianismo, corrompidas y sumidas en la exterioridad, presa de la idolatría y vaciadas de todo su simbolismo originario. Para De Giorgio no hay una ruptura entre "paganismo" y "cristianismo" en lo que respecta al fondo del mensaje tradicional, sino más bien una continuidad. Roma se erige como ese símbolo perenne e inmortal de la Tradición universal, el eje del mundo, entre el Este y el Oeste, la síntesis absoluta, armonizando opuestos, generando esa unidad orgánica simbolizada en el Silencio, como Unidad Superior de lo Divino. Roma cae y vuelve a levantarse, aparece como la luz de Occidente, que nunca muere y siempre resurge de sus cenizas para salvar a Occidente, y De Giorgio, en la formulación de una especie de Fascismo Sacro fue integrante de una de las corrientes ideológicas y tradicionales menos conocidas del Fascismo de entreguerras.

Extraído de Europa Tradicional

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