Por Onésimo Redondo
Decir que es "confesional" un movimiento político, significa que éste se determina, de modo directo y específico, a enarbolar la religión como uno de sus lemas, a su defensa como uno de los fines característicos del partido.
En este sentido es como decimos
que el nacionalismo, concretamente el nacionalismo español, no debe ser confesional.
Esta afirmación, si no choca - de ningún modo - con la doctrina y las normas
generales o concretas de la Iglesia, sí choca con el parecer de un sinnúmero de
católicos de los que podemos llamar "militantes", o católicos
entusiastas.
¿Con que el nacionalismo español
debe o puede ser anticatólico? ¿Es que a la España nacional, la verdadera, la
de la historia gloriosa, se la puede separar de la religión católica?
Ya los que así preguntan
entienden colocar al pensamiento nacionalista en una estrecha disyuntiva: si
contestamos de modo desfavorable a la intención de las preguntas, nos
replicarán: "¡Pues eso no es nacionalismo español!" Y si respondemos
- como sin duda es más exacto - de conformidad con el sentido de las preguntas,
argüirá seguidamente el católico receloso: luego el nacionalismo español debe
ser nacionalismo católico, es decir, confesional.
Y aquí está el error. Porque
podemos reconocer que la grandeza de España va enlazada a su catolicidad,
aceptar que el nacionalismo no puede ser anticatólico, y sostener, sin embargo,
como es nuestra tesis: "EL NACIONALISMO ESPAÑOL NO DEBE SER CONFESIONAL,
no debe ser nacionalismo católico".
¿RAZONES? Son innumerables:
imposibles de situar completamente en un artículo y además de tan gruesa
importancia y conveniencia, lo mismo desde el punto de vista religioso que
desde el punto de vista nacional, que sólo se explica la discrepancia de muchos
temperamentos de derecha por una de esas formaciones impulsivas y rutinarias
tan acreditadas y extendidas en los modos políticos del catolicismo español
militante.
1º El nacionalismo, por
principio, y bajo pena de extinción, es un movimiento nacional totalitario,
esto es, encaminado a dominar en la nación por completo.
2º El nacionalismo ha de ser, en
esencia, desde el primer instante, popular: con mayores aptitudes de
popularidad que ningún partido político.
3º El pueblo español, en su
generalidad, comprendiendo todas las regiones de nuestro territorio, no posee
catolicismo militante. Esto no quiere decir que la mayoría de España sea
anticatólica.
4º El nacionalismo va a disputar
amplia y rápidamente la hegemonía de la masa obrera a las organizaciones
marxistas: y los obreros, en su mayor parte, no son confesionales, no son
católicos militantes.
5º El nacionalismo es un
movimiento de lucha; debe llegar incluso a las actuaciones guerreras, de
violencia, en servicio de España contra los traidores de dentro de ella. No es
posible, ni conviene, ejercitar esas violencias en lo política con la Religión
como bandera.
6º Como movimiento esencial
espiritualista, es decir, inspirado y basado en virtudes cívicas, el culto a la
Patria, la veneración de la propia Historia, el respeto a la jerarquía, la
abnegación en beneficio del pueblo, la defensa de la familia cristiana, el
nacionalismo respeta eficazmente a la Religión Católica
.
7º Decir que no es confesional no
significa que el nacionalismo sea neutro. Es, precisamente, enemigo declarado
de las fuerzas que se llaman neutras: liberalismo, masonería.
Como hay materia para más de un
artículo, no pretendemos haber agotado las razones o proposiciones que
fortalecen nuestra tesis; dejamos para números sucesivos el desarrollo de esas
razones. Hay muchos jóvenes que sueñan con el fervor nacionalista, que anhelan
ver hecho carne un gran movimiento de independencia con ese nombre, y que
formados en el seno del catolicismo práctico y entusiasta, se hallan
preocupados por la tenaz oposición al nacionalismo, tal como aquí le entendemos
y debe entenderse, que es desprovisto de una especial protección de fe
católica.
A muchos de ellos les aconsejamos
lean o relean la conocida pastoral colectiva de los Obispos españoles, en la
que pueden aprender tranquilidad y tolerancia.
Que recuerden concretamente las
palabras de Jesús, en esa carta recordadas: "El que no está contra
vosotros, a favor de vosotros está", y que no afirmen con mezquina
intransigencia que esté retirado de Cristo el hombre o el partido que no esté
con El, pero que tampoco esté contra los principios inmutables de justicia, de
honestidad y fraternidad cristianas, regentados por la Iglesia.
Un artículo muy interesante
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