Por Ceferino Maestú
Evidentemente, la revolución debe
ser una transformación de las estructuras jurídicas, sociales y económicas de
un país, pero procurando evitar, hasta donde sea posible, el desorden provocado por el cambio de un orden a otro,
con todas las consecuencias nefastas que pueden
sobrevenir. La revolución no está en la algarada, sino en la transformación
real. Muchas veces ha ocurrido que los
trabajadores han desahogado sus aspiraciones en una simple revuelta ciega sin
objetivos precisos. Y no se trata de desahogarse, de vengarse, sino de modificar una realidad, de construir un orden
nuevo para la sociedad y para la economía.
Ahora, en cualquier lugar, la tentación
de los revolucionarios es escuchar las voces de sirena, atender a quienes
pretenden distraerlos con pequeñeces, enzarzarles en las luchas pequeñas, en
las polémicas sin trascendencia, gastar su pasión y su capacidad de acción en
despejar el camino de perros. Pero, como nos enseñaba Ramiro Ledesma Ramos, hay
que ponerse algodones en los oídos, si
es necesario, para concentrar todo el esfuerzo en una sola dirección, hacia la conquista de las metas
revolucionarias propuestas. Hay que pelear como si nada ocurriera a nuestro
alrededor, preparando unos equipos de hombres con ideas claras, señalándose
unos objetivos sucesivos que nos acerquen a donde queremos ir, y despreciando olímpicamente a quienes tratan de llevarnos a
su terreno para tendernos sus trampas y hacernos fracasar.
Pero volvamos a la línea de nuestra exposición.
Aunque pueda haber casos en los que esté
plenamente justificada la expropiación sin indemnización previa ni
posterior, la norma general, creo que
debe ser la de considerar una transferencia de derechos, condicionada por
una legislación revolucionaria.
Tal y como decía Ramiro de Maeztu
en junio de 1919, cuando las derechas le llamaban “el malo” y mantenía estrechos contactos con el
movimiento guildista británico, hasta el punto de que escribía más en Inglaterra
-donde tenía un extraordinario prestigio, en los sectores intelectuales partidarios
de una modificación de las estructuras sociales- que en España: “la
emancipación de los obreros de la industria solo puede consistir en la
toma de posesión de los instrumentos de producción por los obreros mismos como
piden los sindicalistas…”.
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