Por Juan Manuel de Prada
Ya nos advertía Léon Bloy que «la
mala conciencia suele agitar los aspavientos más sensibleros». Ha bastado que
se publicase la foto del niño ahogado, Aylan Kurdi, para que los capataces de
las colonias democráticas de la Unión Europea se hayan puesto a lloriquear como
plañideras. Son los mismos que han permitido, auspiciado y promovido una guerra
en Siria que ha acabado con la vida de miles de niños como Aylan: una matanza
que estos capataces, como obedientes lacayos de los Estados Unidos, nunca han
deplorado, porque había que «llevar la democracia» a Siria, para convertirla en
otra colonia sobre la que campease la bandera de los derechos humanos y demás
bonitas entelequias con que el Nuevo Orden Mundial disfraza su hambre de
Dinero. Ahora, después de haber financiado y armado a los yihadistas llegados a
Siria desde los más variopintos lugares (incluidas, por cierto, las colonias
democráticas de la Unión Europa, prolífico vivero de fanáticos mahometanos),
nuestros capataces, tras lloriquear ante la foto de Aylan Kurdi, se han
mostrado dispuestos a acoger la avalancha de refugiados sirios que invade
Europa. Con razón estos capataces solidarios no dejan que se publiquen fotos de
los niños triturados en los abortorios. ¡Si mañana se llegase a publicar alguna
empezarían también a lloriquear, y habría que dejar que esos niños naciesen!
Este aspaviento solidario de los
capataces de las colonias democráticas de la Unión Europea nos recuerda aquella
socarronería malvada del ciego del Lazarillo, que después de descalabrar al
protagonista con una jarra de vino se burlaba de él, mientras le curaba con
vino las heridas, diciéndole: «¿Qué te parece, Lázaro? El mismo vino que te
enfermó te cura y da salud». Creer que el causante de una calamidad pueda darle
luego solución es locura; y mucho más si el causante no ha abominado de sus
errores. En el caso de los capataces de las colonias democráticas de la Unión
Europea el peligro es aún mayor, pues todos sabemos que son gentes ineptas,
flojas y serviles que, puestas a ser solidarias, pueden llegar a provocar las
tragedias más desgarradoras, mientras lloriquean ante la foto de Aylan Kurdi.
Más les valdría escuchar las palabras de otro niño sirio, Kinan Masalemehi, que
en la frontera de Serbia con Hungría exhortaba a los capataces: «Nosotros no
queremos ir a Europa. Simplemente queremos que paréis la guerra».
Pero, para parar la guerra, los capataces solidarios tendrían que retractarse de su error; y, a continuación, enviar tropas a Siria, para combatir a los fanáticos a los que antes han financiado y armado. Y ya se sabe que es propio de capataces «sostenella y no enmendalla»; mucho más resultón resulta posar de solidarios ante la galería, abriendo las fronteras a la avalancha humana que ellos mismos han causado. Por supuesto, nuestros solidarios capataces saben bien que esa avalancha humana no podrá sobrellevar una vida mínimamente digna en las colonias democráticas de la Unión Europea (y también saben, por cierto, que en esa avalancha humana pueden ir mezcladas gentes de todos los pelajes, incluidos islamistas de la peor calaña); pero nuestros capataces solidarios saben que gobiernan sobre masas cretinizadas que actúan como el perrito de Paulov, dejándose «conmover» por una foto del niño Aylan Kurdi, o por la imagen de los refugiados a los que se les abren las fronteras. Que luego esos refugiados estén condenados a la mendicidad y a la delincuencia, o que estas migraciones masivas contribuyan a la expansión de la religión mahometana les importa un bledo, como les importa un bledo el futuro de las masas cretinizadas a las que gobiernan. Lo importante es salir en la foto y esconder la mala conciencia con aspavientos sensibleros.
Pero, para parar la guerra, los capataces solidarios tendrían que retractarse de su error; y, a continuación, enviar tropas a Siria, para combatir a los fanáticos a los que antes han financiado y armado. Y ya se sabe que es propio de capataces «sostenella y no enmendalla»; mucho más resultón resulta posar de solidarios ante la galería, abriendo las fronteras a la avalancha humana que ellos mismos han causado. Por supuesto, nuestros solidarios capataces saben bien que esa avalancha humana no podrá sobrellevar una vida mínimamente digna en las colonias democráticas de la Unión Europea (y también saben, por cierto, que en esa avalancha humana pueden ir mezcladas gentes de todos los pelajes, incluidos islamistas de la peor calaña); pero nuestros capataces solidarios saben que gobiernan sobre masas cretinizadas que actúan como el perrito de Paulov, dejándose «conmover» por una foto del niño Aylan Kurdi, o por la imagen de los refugiados a los que se les abren las fronteras. Que luego esos refugiados estén condenados a la mendicidad y a la delincuencia, o que estas migraciones masivas contribuyan a la expansión de la religión mahometana les importa un bledo, como les importa un bledo el futuro de las masas cretinizadas a las que gobiernan. Lo importante es salir en la foto y esconder la mala conciencia con aspavientos sensibleros.
Extraído de: ABC
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