Por Onésimo Redondo Ortega
Nosotros somos asimismo entusiastas de la revolución social.
Lo queremos declarar desde el principio. Estamos conforme con que hay que
revolver muchas instituciones: volcar cabeza abajo en el campo de lo social
innumerables abusos. Y estamos enamorados de cierta saludable violencia, por el
convencimiento de que en otra forma se escurrirán siempre los espectadores y
acabarán al final de cada prueba flotando sobre sus oprimidos con el nombre
trocado y la casaca siempre nueva.
Hay que acabar, sí, con esos hijos y nietos favorecidos de
la desamortización que no han tenido tiempo ni de recorrer sus inacabables
fincas, mientras en el municipio donde radican otros pasan hambre. Hay que
ahogar la cruel tiranía del propietario sobre el colono cuando aquél no hace
otra cosa que chupar la sangre vertida sobre la tierra trabajada por éste, que
paga cada vez mayores rentas y gana menos.
Debemos acorralar con un genuino movimiento revolucionario
todas las formas de usura, incluso esa moderna que consiste en pagar al
labrador por sus productos un mínimo bastante para que no muera y siga
trabajando, pero insuficiente para que sostenga decorosamente a los hijos que
da a la Patria y condenado a no mudar nunca de suerte. El campo debe echarse
encima de los acaparadores Que hacen grandes fortunas con solo estudiar sobre
la mesa del café el modo de tiranizar a los productores con la especulación: de
los azucareros que ganan el 100 por 100 y zurcen el rostro del remolachero con
desprecios inhumanos...: de los “trust” que gravitan con sus tarifas
implacables sobre las rentas, cada vez más escuálidas, de los consumidores no
acogidos a monopolio alguno... Hay que redimir, en fin, al que trabaja y
revolver violentamente si es preciso, como lo será, a la burguesía encastillada
en sus numerosos feudos económicos.
Semanario Libertad , número 2
20 de Junio de 1931
No hay comentarios:
Publicar un comentario