miércoles, 30 de octubre de 2013

SOCIALISMO E IDENTIDAD EN AMÉRICA LATINA: MARIATEGAISMO Y MAGONISMO

Por Christian Bouchet

Las formas autóctonas del socialismo latino-america­no están un poco ignoradas por los militantes europeos, sean cultivados o curiosos. Ello ha llevado a la consecuen­cia nefasta de privarles de puntos de referencia y de ejem­plos normalmente remarcables y originales y que podrían ser retomados y utilizados en la lucha política europea.

Así Haya de la Torre, Van Marees, Mariátegui o los hermanos Magón, por ejemplo, proponen cada uno un enfoque original de las relaciones entre el socialismo y la identidad.

En este corto artículo trataremos sobre Mariategui y los hermanos Magón, porque los estudios sobre ellos están conociendo un -relativo- empuje debido para el primero al centenario de su nacimiento en 1994 y para los segundos al levantamiento zapatista.

MARIÁTEGUI, UN MARXISTA NIETZSCHIANO


Nacido en Moquegua, en el sur del Perú, en 1894 en una familia pobre y católica tradicionalista, Carlos Mariátegui, muy pronto huérfano de padre y de salud frágil, busca rápidamente en el estudio y en el misticismo compensaciones a la dificultad de su existencia.

Joven periodista, consagra su tiempo a las investiga­ciones literarias estetizantes. Pero en 1919, se tiene que exiliar por motivos políticos. Durante cerca de 5 años, recorrerá Europa, interesándose en Francia por el dadaísmo y por el surrealismo, y en Italia por el pensamiento de Gramsci.

Vuelto a Perú a finales de 1923, se junta con Víctor Raúl Haya de la Torre y participa en la creación del partido pan-americano APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) que el apoyará con su pluma y procurando crear entorno suyo un frente cultural. A este fin, en setiembre de 1926, funda Amauta (Que en quechua significa maestro de sabiduría. Elegido para rendir homenaje a la cultura inca). Pero a finales de 1928, J. C. Mariátegui se separa del APRA reprochando a este partido no ser más que populista y proclamando su fe en un socialismo peruano que debe tener por objeto una “creación heroica”. Esta poco tiempo después en la iniciativa de la creación del periódico sindical Labor y del partido Socialista Peruano que logra su afilia­ción a la Internacional Comunista bajo este nombre y en el que Mariátegui es el alma hasta su muerte a los 35 años en 1930.

Afirmándose marxista, pero reconociendo la influencia recibida de Sorel, de Nietzsche y de Bergson, Mariátegui fue un comunista particularmente hetedoroxo (por esta razón el PSP fue, a su muerte, totalmente retomado por la Internacional). En los movimientos políticos después de la primera guerra mundial -liberalismo, fascismo, comunis­mo- examina sobre todo “el enfrentamiento entre el agota­miento decadente y la novedad creadora”. En la acción política, busca sobre todo “la invitación a la vía heroica” y “la apología del aventurero, del gran aventurero”. Y -heterodoxia suprema- para Mariátegui, el socialismo debe ser ante todo identitario y arraigado, y busca de acercar su compromiso político al pasado de Perú, al comunismo aristocrático de los Incas y después de las comunidades campesinas. Así en una de las dos únicas obras que publicó estando vivo “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” que apareció en la época del creación del PSP, hace del Perú profundo el lugar privilegiado de la expresión de la vida y el alma del pueblo y examina las cuestiones de educación, de religión, del centralismo, del regionalismo, de la literatura, de la economía, no en su relación con el proletariado urbano sino en relación con la realidad india y sus lazos con la tierra.

A este propósito, es sin duda significativo que el actual Partido Comunista del Perú de A. Guzmán se reclame del “sendero lumi­noso del pensa­miento de Mariátegui” y confirme así la opinión de los politólogos y etnólogos serios que estiman que tras un lenguaje estereotipado marxista parti­cularmente os­curo, Sendero Luminoso es ante todo un movimiento de resistencia indí­gena a la moder­nidad occiden­tal.

EL MAGONISMO: UN COMUNALISMO MEXICANO

Los hermanos Magón

El magonismo como corriente ideológica organizada aparece en 1892 y desaparece, víctima de la represión, en 1916. Saca su nombre de los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón que -influenciados por el ejemplo de los populistas rusos- crearon un circulo revolucionario anti-yankee y anti-clerical en la región de Oaxaca. Este circulo se introducirá rápidamente en el Partido Liberal mejicano (en el México de fin del siglo XIX los liberales eran la extrema izquierda) en donde serán el ala activista e izquierdista.

La característica de esta corriente es que su socialismo tiene su origen en el comunalismo indígena y es una respuesta autóctona a la occidentalización y la tentativa de dominación americana sobre México. Toma la defensa -o el retorno según los casos- a la organización in­dia de la socie­dad: democra­cia organizada, propiedad co­lectiva de la tierra, trabajo limitado a la cobertura de las necesidades, uso no capitalista de los recursos, etc.

Durante 26 años, toda la acción de los magonistas seguirá el mismo eje. Sublevar las tribus indias, ponerlas a constituir grupos armados y recuperar -o a defender- sus tierras. Para Ricardo Flores Magon, el aspecto teórico era secundario, sino inútil, y solo la acción y su ejemplaridad contaban.

Hasta 1918 -fecha en la que Ricardo Flores Magón fue arrestado por un destacamento del ejercito yankee que actuaba en México, trasladado a los USA y asesinado- los magonistas crearon numerosos grupos armados, estuvieron en el origen de numerosos levantamientos de tribus indias y participaron en el movimiento zapatista. Totalmente olvidados a continuación, su nombre ha reaparecido -pero de una forma casi inapreciable- cuando el comandante Marcos declaro en una entrevista que el pensamiento prác­tico de los insurgentes de Chiapas venia en línea directa de Zapata y de los hermanos Magón.

Extraído de: Alternativa Europea

martes, 29 de octubre de 2013

ÚLTIMOS MOMENTOS DE RAMIRO LEDESMA RAMOS


-¡Los que sean nombrados, al salón de actos!

Pintarrajos de calaveras y tibias, los de la Casa del Pueblo hoces y martillos, caras estragadas, ceños peludos, ínfulas autoritarias, mandonas.

-¡Catorce! ¡Ramiro Ledesma Ramos!

¿A qué pretender disimular con el truco de Roberto Lanzas, que no engañaba a nadie? Era el momento de demostrar que... Salió. A medio salón hizo ademán de volver a la celda. Le agarraron por el brazo.

-¿Adónde vas?

-Por la chaqueta. La tenía de almohada.

-No te va a hacer falta-se le abría la boca con la risa al socialero.

En el centro del salón de actos, un chafarroneado de medallas y galones, papel en mano:

-¡Atención! Traslado a Chinchilla. Tú cállate, sin reírte, Casimiro. Padrón de los que trasladamos. Tú, ¿qué eres? Se dirigía a Ramiro:

-Periodista.

Polo estaba allí, dándose importancia de amo del cotarro, con celos de las chapas y tiras rojas que lucía el del "comité".

-¿No me dijiste que eras astrónomo?

-No es incompatible ser astrónomo y periodista.

El ageneralado rascose la barbilla. No sabía decidir, Polo decidió:

-Bueno, es igual. Arrea p'alante.

Así de estúpido es el morir, tantas veces, así de chabacano entonces, en la revolución patuda. Miró Ramiro alrededor, no estaba el Padre Villares, tampoco el Padre Marín, se alegró, aunque ¿no era mejor terminar la agonía, ahorrarse más horas de conflicto entre anhelo y realidad, mordida la garganta, desolación del ánimo? Estaba tranquilo, agradecía terminar de una vez.

Entraban los llamados, las manazas bruscas los alineaban, al frente Polo y el otro superclase. Vio Ramiro a Don Ramiro, fue a él:

-¡A ti también, Maeztu, a ti, que eres nuestro modelo y nuestro guía...!

-Soy el número diez, nada más.

Maeztu se acercó, tocándose hombro y hombro, con Ledesma. Se agarraron de la mano, transfundiéndose ese sentimiento de compenetración que une a los idénticos.

-Valor.

-Sí, valor. Que éstos no nos vean claudicar. Enteros, verdaderos. -Se apretaban la mano.

-A mí, Don Ramiro, no me matarán como ellos quieran, ¿yo, obedecerles?, no, Don Ramiro.

-Eres muy joven...

Maeztu se reconcentraba, rostro blanco. Ledesma, afilado hacia esqueleto, tenía ojeras cárdenas, los pómulos sobresalían y el mentón, afloraba el cráneo, la boca trazo horizontal, apretado, voluntarioso, sacaba el mentón agresivo, los puntos de brillo de los ojos destellaban en el círculo morado, parecían crujir. Les registraron, algo salió de los escondrijos; era el último botín. No los ataban arriba, era abajo, al hacerlos subir al camión.

-¡A contar!

Descendía la procesión lúgubre, la flanqueaban, dedo en el gatillo, los tipos agresivos. El vestíbulo, la puerta abierta, golpe de milicianos desplegados, aculado a la puerta un camión, "el carro de la carne". De dos en dos los ataban por los codos con alambre. Ramiro, al llegar con Maeztu al pelotón que les ataba, soltose de la mano amiga.

-¡A MÍ ME MATÁIS DONDE YO QUIERA, NO DONDE VOSOTROS QUERÁIS!

Se abalanzó al fusil más cercano, quiso arrebatárselo al socialista; otro que estaba cerca disparó. Ramiro, como si le estallase la cabeza, estrellose del salto contra el quicio; se desplomó. El asesino fue a él a rematarle. Polo le detuvo un momento. El cráneo de Ramiro manaba sangre y materia blanca.

-No hace falta. ¡Estos fachistas!

-Son perros rabiosos.

Maeztu, crispada la mano, se apretaba el rostro; murmuró:

-¡Jesús!

Silencio, entre luces de foco; ir y venir de fusileros; la calle abriéndose, generosa, ante ellos, ¡la calle, la libertad!, ironía, salir a la calle libre y seguir en calabozo; los presos obedecían, se dejaban atar, subían al camión quedándose en pie, apoyándose unos en otros, el motor retemblaba. Al que se sentía morir le sostenían sus compañeros de codos inútiles, las manos podían emplearse un poco; alguien dijo: "¡Por España!", hubo un murmullo. El cadáver de Ramiro le tiraron al camión; los presos procuraban no pisarle.

El Padre Villares oyó el trajín de la "saca", acurrucado, los compañeros, al engurruñarse, pretendían hacerse más chiquititos, que no les vieran, inocencia del instinto; la oreja del Padre Villares tocaba el suelo; oyó el tiro, sintió la vibración del disparo, los motores en marcha, el alejarse del redoble, el silencio otra vez. Rezó, pidió, se unió a Dios mentalmente.

En la oficina registraban el oficio, fecha 30, un día anticipado, porque lo burocrático nunca se lo saltaban los que salteaban las vidas. Supieron -Radio Petate- que las expediciones sucumbían en el cementerio de Aravaca, ante una de las tapias, en el interior; que Maeztu se adelantó ante los fusiles, gritando: "¡Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por qué muero, porque vuestros hijos sean mejores que vosotros!"; que en una zanja honda los arrojaban revueltos.

A Compte, al Padre Villares, al Padre Félix García (y se corrió por toda la cárcel) les susurraron el episodio de Ramiro Ledesma, su último destello. “Uno de los fascistas se defendió como un jabato y estuvo a punto de ahogar a uno, casi lo machaca.” Trinidad Ledesma fue a las ocho con el tributo familiar al hermano;  alguien de las Milicias le dijo que estaba en Chinchilla, algún otro que en Ocaña, los dos con su poquito de chunga. Trinidad se apretó el dolor, voló apresurada a decírselo a Olmedilla, el defensor posible. Los guardianes, para no dar importancia a un “fachista”, corrieron la voz, al saber enterada del rasgo a la cárcel entera, que el rebelde era un boxeador.

Cuando Ortega y Gasset supo en París que habían asesinado a Ramiro exclamó: “No han matado a un Hombre, han matado a un Entendimiento"

Tomás Borrás, Biografía.

jueves, 10 de octubre de 2013

LA REVOLUCIÓN SOCIAL

Por Onésimo Redondo Ortega


Nosotros somos asimismo entusiastas de la revolución social. Lo queremos declarar desde el principio. Estamos conforme con que hay que revolver muchas instituciones: volcar cabeza abajo en el campo de lo social innumerables abusos. Y estamos enamorados de cierta saludable violencia, por el convencimiento de que en otra forma se escurrirán siempre los espectadores y acabarán al final de cada prueba flotando sobre sus oprimidos con el nombre trocado y la casaca siempre nueva.

Hay que acabar, sí, con esos hijos y nietos favorecidos de la desamortización que no han tenido tiempo ni de recorrer sus inacabables fincas, mientras en el municipio donde radican otros pasan hambre. Hay que ahogar la cruel tiranía del propietario sobre el colono cuando aquél no hace otra cosa que chupar la sangre vertida sobre la tierra trabajada por éste, que paga cada vez mayores rentas y gana menos.

Debemos acorralar con un genuino movimiento revolucionario todas las formas de usura, incluso esa moderna que consiste en pagar al labrador por sus productos un mínimo bastante para que no muera y siga trabajando, pero insuficiente para que sostenga decorosamente a los hijos que da a la Patria y condenado a no mudar nunca de suerte. El campo debe echarse encima de los acaparadores Que hacen grandes fortunas con solo estudiar sobre la mesa del café el modo de tiranizar a los productores con la especulación: de los azucareros que ganan el 100 por 100 y zurcen el rostro del remolachero con desprecios inhumanos...: de los “trust” que gravitan con sus tarifas implacables sobre las rentas, cada vez más escuálidas, de los consumidores no acogidos a monopolio alguno... Hay que redimir, en fin, al que trabaja y revolver violentamente si es preciso, como lo será, a la burguesía encastillada en sus numerosos feudos económicos.

Semanario Libertad , número  2
20 de Junio de 1931