viernes, 29 de mayo de 2015

RAMIRO LEDESMA, ¿NAZI?

Por A.A


Las insinuaciones —nada de análisis rigurosos, ¿para qué?— sobre que Ledesma habría sido un nazi son, en absoluto, gratuitas e incompatibles con la verdad histórica.

En el discurso ramirista no existen, ni de lejos, conceptos tales como el de Reinblut (pureza de sangre), propios del racismo nacionalsocialista. En los sucesivos programas redactados por Ledesma desde 1931 no aparece un solo epígrafe sobre eugenesia —tema, por cierto, muy extendido en la literatura anarquista de aquellos años—, prohibiendo la inmigración, o que insinuase una futura legislación sobre extranjeros, menos aún de su expulsión o de que sólo puedan ser considerados como ciudadanos los de sangre española.

Ni en el manifiesto político de marzo de 1931 llamado de La conquista del Estado, ni en el de fundación de las JONS, de octubre de ese mismo año, hay una sola línea que recuerde, ni siquiera vagamente, las proclamas y programas nacionalsocialistas anteriores a 1933, y la posterior legislación racial del III Reich.

Su admiración por las revoluciones bolchevique rusa, nacionalsocialista alemana y fascista italiana —así como por los planistas franceses (antinazis y anticomunistas) o por la Turquía de Ataturk—, lo fueron en tanto que revoluciones nacionales y antiliberales. Nunca —repetimos, nunca— como modelos a importar.

No deja de ser una ironía de la historia que quienes, hasta 1953 —e incluso con posterioridad— habían sacralizado hasta el paroxismo más nauseabundo el nombre de Stalin [1] (Dolores Ibárruri, Rafael Alberti, Pablo Picasso, Santiago Carrillo y un larguísimo etcétera) pasen ahora a engrosar la nómina de starlettes de la democracia española, y Ledesma Ramos se convierta en un inquilino del desván de los monstruos.

¿Por qué? Misterios de la propaganda política...

Ledesma tampoco fue, en absoluto, un antisemita como, por ejemplo, malintencionadamente afirma Julio Rodríguez-Puértolas (Literatura fascista española, v. 1 “Historia”, AkaI, Madrid, 1986, p. 42). Constatar, como hizo Ledesma Ramos, y como han hecho a lo largo de la historia del siglo XX cientos de autores, que Carlos Marx era judío no es propalar una falsedad: lo era y de una rancia estirpe de rabinos de Tréveris (Alemania).

Resulta muy curioso —y hasta aleccionador— que Marx llamara — ¡esta vez sí!— con odio y desprecio “pequeño judío”, “judío ridículo” y “judío negro” (v Julien d’Arleville, Marx, ese desconocido, Acervo, Barcelona, 1972, pp. 158 y ss.), entre otras lindezas, a Ferdinad Lassalle y el fundador del socialismo científico no haya pasado a la historia como racista, xenófobo o nazi.

Algunos autores han insinuado, por último, que el flequillo de Ledesma vendría a ser una emulación capilar del, por otra parte, muy común por aquella época peinado del Führer. Si tanto le gustaba el look Hitler a Ledesma, ¿por qué narices no se dejó éste crecer el bigote? El hecho de que historiadores —entre ellos alguno en principio serio, como el norteamericano Stanley G. Payne— se dejen seducir con pruebas tan evidentes —lo que podríamos llamar la teoría capilar del nazismo o algo por el estilo—, demuestra hasta qué punto no estamos ante pinceladas propias de historiadores quisquillosos, sino ante auténticos desarreglos de cerebros inquisitoriales.
Porque de eso se trata, ¿no?

NOTAS:

[1] A propósito dc Stalin: según cl historiador Eric J. Hobsbawm, el padrecito envió a la muerte entre 1929 y 1936 a unos 20 millones de rusos. Para Dimitri Vololkogonov, sólo entre 1937 y 1938, ordenó la ejecución de 14 millones de personas. Según Valeri Trotski la cifra definitiva rondaría los 15 millones. Por último, para el historiador Paul Johnson, sólo en el año 1942, Stalin habría eliminado a 10 millones de campesinos, entre ellos varias minorías étnicas (El Mundo, 13-VII-1997, p. 21). Y, sin embargo, Stalin no ha pasado a la historia como... nazi.


Texto publicado en "Tribuna de Europa", núm. 12 – 2ª época, octubre-noviembre de 1997, página 42.

No hay comentarios:

Publicar un comentario